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Collazo: España, ¿un ejemplo para Cuba?

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un artículo de Enrique Collazo

Entre la comunidad de académicos y especialistas del tema cubano existe consenso sobre la pertinencia del modelo de la transición española con vistas a un pendiente proceso de transición en Cuba. Esto se debe al éxito que tuvo aquella experiencia histórica en la península, sobre todo porque se basó en un pacto entre las elites y se desenvolvió, contra todo pronóstico, en un ambiente de relativa moderación.

Sin embargo, la transformación en la composición de aquellas elites políticas y el retiro de los que fraguaron la Transición, así como la introducción, con las nuevas generaciones, de retóricas diferentes a las que predominaron en aquel momento histórico, ha devaluado sensiblemente la manera de hacer política en España, destrozando la voluntad de consenso.

Luego de ofrecer un ejemplo paradigmático de transición a la modernidad, venciendo siglos de intolerancia y demostrando al mundo que la hispanidad no era incompatible con una sociedad basada en las libertades, hoy la convivencia política en España es precaria y los espacios de tolerancia y diálogo se reducen a la mínima expresión. La manipulación de la opinión pública, la descalificación del adversario político, la exacerbación de los regionalismos, la corrupción de las administraciones locales, el escandaloso absentismo al Parlamento cuando no el exabrupto grosero e intransigente, así como la creciente politización y crisis del Poder Judicial, entre otros fenómenos recientes, han devaluado el consenso y puesto en cuestión la letra y el espíritu de la Constitución de 1978, profundizándose el enfrentamiento cainita entre españoles, que parecía superado del todo.

Aquel pacto emblemático que igualó gradualmente a España con el resto de las naciones libres de Occidente, ha caducado con el paso del tiempo y con la emergencia de una generación de nuevos políticos que no conocieron los horrores de la guerra. En pocas palabras: el valor de aquel supremo esfuerzo de consenso que logró superar las dramáticas secuelas de una confrontación fratricida y de un régimen autoritario en pos de un futuro mejor, tal y como están hoy las cosas, apenas resiste la prueba de la historia.

En la actualidad resurgen con renovados bríos en la vida política española el dogmatismo cuya consecuencia es la intolerancia. José Martí, que durante su exilio en este país desplegó una enorme capacidad para comprender y aceptar al ser español, expresó en una de sus más agudas reflexiones con respecto a la intransigencia de los cubanos: “la intolerancia: eso hemos heredado de los españoles, aspereza, rudeza contra los que no piensan como nosotros”.

Un siglo más tarde, el profesor y político español Enrique Tierno Galván coincidía con el Héroe Nacional cubano al llegar a la conclusión de que “la intolerancia española procede del pesimismo moral de los españoles respecto de los españoles […] la desconfianza moral es correlativa a una inseguridad casi absoluta […] la fuerza de esta desconfianza moral lleva, inexorablemente al dogmatismo intolerante”.

Al hacer un breve examen de las condiciones prevalecientes hoy en la sociedad cubana se aprecia una estrecha coincidencia con este rasgo tan negativo y que conspira contra el logro de objetivos que requieren de un serio esfuerzo colectivo capaz de generar un fermento, una masa crítica de ciudadanos capaces de convocar e implicar conscientemente al resto de los ciudadanos en pos de objetivos de elevada trascendencia histórica para toda la nación.

La España de los años previos a la transición era un país fuertemente dogmático e intolerante. La severa influencia que ejercía el régimen político autoritario y el poder eclesiástico sobre la sociedad en su conjunto gravitaba pesadamente sobre el español, generando individuos cuyo estilo de vida en general se basaba en una recia intransigencia y fanatismo religioso. Era, en suma, una sociedad con un elevado grado de desconfianza entre sus ciudadanos, de aquí que la vida española era en grado superlativo complicidad y acecho. Citando otra vez a Tierno Galván, “confiar en esas condiciones no es confiar, es ser cómplice, y de la desconfianza y la complicidad nace la continua vigilancia y sospecha que, por lo común, caracteriza a la vida pública española”. Esto lo atribuía el autor a la falta de instituciones propiciadoras de confianza. “Un parlamento en el que se confíe, una Administración que ofrezca confianza, un clero que no abuse”, decía.

En la España del tardofranquismo, una dictadura devenida dictablanda, los resortes ideológicos que legitimaban el régimen como defensor de la unidad de la nación española frente a la “conspiración comunista y judeo-masónica” habían perdido todo su valor práctico a la altura de los años setenta, pues la sociedad presentaba un grado de apertura muy elevado –Estado de derecho, economía de mercado, etcétera- en comparación con la Cuba del tardocastrismo. Esta, por el contrario, representa una férrea dictadura totalitaria sin ningún resquicio de libertad, que ejerce una severa represión y en la que a pesar de la fuerte erosión del componente ideológico nacionalista contra el “imperio y la mafia cubano-americana de Miami”, pervive un alto grado de intolerancia, de dogmatismo, de temor colectivo impuesto por el poder, lo cual genera desconfianza ciudadana en los otros ciudadanos, inhabilitándolos para converger en una acción combinada. La conformación de semejante clima de terror, de silencio impuesto, le ha garantizado al poder cubano un seguro de vida muy eficaz desde su asalto al poder en enero de 1959.

Uno de los factores que posibilitó que España iniciara su andadura hacia la transición democrática y que ésta llegara a buen puerto, fue la voluntad que desplegaron las elites políticas españolas para fiarse unas de las otras y trabajar en busca de un consenso, salvando recelos y prejuicios muy enraizados. Para que la transición se abra camino en Cuba es menester que suceda otro tanto: con el fin de que se cree una masa crítica de cubanos que entiendan y estén dispuestos a liderar los cambios hacia un Estado de derecho, lo primero que se necesita es alcanzar la conquista moral que pasa por restituir la confianza entre ciudadanos que compartan un mismo objetivo común, superando el miedo, la intransigencia y el dogmatismo. Sólo así cualquier pueblo será capaz de llevar adelante y coronar con éxito tan magna y compleja tarea.

Por otra parte, la España autoritaria de Franco y la Cuba totalitaria de Castro guardan también notables diferencias, entre ellas el enorme desafío de crear sobre las ruinas del castrismo una red institucional administrativa eficiente sobre la cual se asiente el nuevo estado de derecho, premisa lograda en la España de 1976 al existir, más allá de la intervención estatal, una economía de mercado y los organismos públicos y privados que le daban respaldo, como la banca, los registros de la propiedad, las administraciones y las haciendas locales, etcétera, así como un cuerpo de leyes y de responsabilidad de las administraciones públicas propias de un Estado de derecho, aunque no democrático.

Quiere decir que el grado de transformación que debe emprender un presunto gobierno de transición cubano es, con gran diferencia, muy superior al adoptado en España a partir de 1976, sobre todo porque, al desaparecer el castrismo, desaparecerá el Estado cubano y con ello la transición cubana supondrá “una gigantesca y muy difícil tarea de reconstrucción institucional”, tal y como expresó el sociólogo español Emilio Lamo de Espinosa en los números 37/38 de la revista Encuentro.

Resumiendo: La enseñanza que para Cuba aporta el modelo español de transición, superado en cierta medida al cabo de treinta años por la dinámica centrífuga de esta sociedad, es que la búsqueda y conformación del consenso político para superar el antiguo régimen, iniciar la transición y adentrarse firmemente en la construcción de un Estado de derecho basado en las libertades, no es labor de un día o de una etapa histórica puntual. La búsqueda del consenso, sin menoscabo de la diversidad y la convivencia entre partidos de diferente ideología, no se reduce a alcanzarlo a duras penas en un momento histórico en que urge su cristalización, sino que es un activo indispensable para el bien común, los intereses de la nación en su conjunto y la gobernabilidad de una sociedad democrática.



Obama, el pasado también es el futuro

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Una fiesta millonaria. Más de dos millones de personas celebrando bajo el crudo invierno del Distrito de Columbia. Toda una época a las puertas. “Algunos cuestionan la escala de nuestras ambiciones, pero olvidan que cuando la imaginación y el propósito común se unen, no hay imposibles”, señaló el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos inmediatamente después de jurar el cargo. “No vamos a disculparnos por nuestro estilo de vida… Nuestro legado es de fortaleza, no de debilidad”.

“Rechazamos la falsa premisa de que hay que escoger entre la seguridad y los ideales”, adicionó Barack Obama. “Tenemos responsabilidades que no aceptamos a regañadientes, sino con gusto… Dios nos ha pedido que demos forma a nuestro destino”.

Este mediodía tomó posesión en Washington un mandatario de características singulares. Ya se ha hablado exhaustivamente de las posibilidades socio-culturales y geopolíticas que inaugura su presidencia. Menos de si su intención de unir el país en torno a una visión común de esperanza, tolerancia y cambio pasa efectivamente por un cambio de su visión política.

Acusado durante toda la campaña electoral por sus detractores más acérrimos de extremista, pro-islámico o, sencillamente, inexperto y pusilánime, el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos ha agudizado durante las últimas semanas su viaje al centro, como señalábamos en un artículo anterior. Un trayecto que puede rastrearse en el elocuente silencio de algunos de sus antiguos adversarios.

A continuación varias de las señales enviadas por Obama, espontáneamente o no, tras imponerse en las elecciones de noviembre. Todas ellas destacan, si cabe, el perfil de un mandatario más preocupado por poner la casa en orden que por “crucificar” a su contraparte ideológica.

Y es que, ya se sabe, las ideologías son otra cosa en Estados Unidos, como en prácticamente todas las culturas de raíz inglesa. Un detalle que suelen obviar muchos analistas de origen cubano o hispano, macerados por una cultura intolerante y, por consiguiente, habituados a observar el hecho político en blanco y negro.

El pasado también es el futuro

Algunos demócratas han intentado promover la investigación de los supuestos crímenes cometidos durante la pasada administración republicana, apuntando, como primer blanco, a los agentes de inteligencia. "En la CIA tenemos personas con un talento extraordinario que trabajan con ahínco para proteger a los estadounidenses. No quiero que de repente sientan que tienen que pasar todo el tiempo mirando por encima del hombro y buscando abogados", ha replicado, sin embargo, Obama.

El hecho de que el nuevo presidente haya rechazado toda posibilidad de cargar contra el pasado vía George W. Bush, indicando que “hay que mirar hacia delante”, revela una dinámica conciliadora, alejada del revanchismo al uso en muchos países occidentales. Como reporta Associated Press, “Obama ha mostrado interés por una colaboración bipartidista, que necesitará tras asumir el cargo.

“Una noche antes de convertirse en presidente cenó con su vicepresidente, Joe Biden, y dos prominentes republicanos: el ex secretario de Estado Colin Powell y el senador John McCain, el hombre al que derrotó el pasado noviembre en las elecciones presidenciales.

“Obama elogió a McCain durante la reunión y pidió ayuda para "hacer de esta cena bipartidista no sólo una tradición en las juramentaciones presidenciales, sino una nueva forma de tratar los asuntos del pueblo en esta ciudad".

Chávez, ¿un pasado sin futuro?

Hasta al propio Hugo Chávez, torpe entre los torpes, no se le ha escapado “el giro a la derecha” del nuevo presidente norteamericano. Tampoco en este caso, ciertamente, era como para escapársele. En reciente entrevista concedida a la cadena Univisión, Obama fue suficientemente explícito: “Chávez ha sido una fuerza que ha impedido el progreso de la región”.

Y también: “Hay que ser muy firmes cuando vemos estas noticias, que Venezuela está exportando actividades terroristas o respalda a entidades maliciosas como las FARC. Eso crea problemas que no se pueden aceptar. Ese no es el buen comportamiento internacional que debemos esperar de cualquiera en el hemisferio”.

De manera que el golpista venezolano no pudo contenerse, como ya es habitual. “Creo que Obama viene a ser la misma miasma", aseguró. "Nos espera a nosotros entonces seguir la lucha contra el imperialismo sea blanco o negro, o como se vista".

Para Chávez, las declaraciones sobre Venezuela del antiguo senador por Illinois –no precisamente novedosas- fueron condicionadas por el Pentágono. “Si no obedece el mandato del imperio, a Obama lo matan como mataron a Kennedy", dijo.

¿Menos impuestos para absolutamente todos?

En el capítulo de los impuestos, uno de los más releídos por los republicanos durante la pasada campaña presidencial, el viaje al centro de Obama también está dando de qué hablar. Así lo ve Associated Press:

“Obama había prometido rechazar los cortes impositivos durante su campaña presidencial, pero una vez que ganó renegó de su promesa, indicando que aguardará a que expire la ley aprobada por la administración Bush.

"Hemos hecho una campaña repitiendo lo que nos dijo la Oficina de Presupuesto del Congreso: Nada ha contribuido más al déficit presupuestario que los cortes impositivos para las personas más pudientes de Estados Unidos", dijo Nancy Pelosi en una entrevista por televisión difundida el domingo.

“Durante la campaña, se acusó a Obama de ser un demócrata típico, que aumenta los impuestos para aumentar los gastos.

“Obama ha negado esa acusación. Señaló que los únicos aumentos impositivos estarían dirigidos hacia personas que ganan más de 250.000 dólares por año. Sin embargo, desde que ganó las elecciones Obama inclusive se ha mostrado renuente a aumentar los impuestos a personas que ganan más de esa suma.

“Lawrence Summers, quien fue elegido por Obama para dirigir el Consejo Económico Nacional, dijo el domingo durante una entrevista por televisión que rechazar los cortes impositivos de Bush en favor de las personas adineradas no será una prioridad.

"Nuestro enfoque en su conjunto será en aumentar los gastos", dijo Summers. "Más allá de eso, habrá substanciales recortes impositivos para el pueblo de Estados Unidos".



Dos celebraciones

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En Pepinistas, José Gabriel Ramón Castillo inaugura una nueva sección, Ventana cívica, abierta “a todo el que quiera colaborar en aras de divulgar la realidad cubana y la lucha de los cubanos por el establecimiento en suelo patrio de la Democracia y el Estado de Derecho”. Del primer artículo, firmado por Marta Beatriz Roque, es este fragmento:

“El escenario en que se desenvolverá el anuncio (de la muerte de Fidel Castro) y cómo se expondrá el cadáver, son sendas incógnitas, difíciles de imaginar; sin descartar el poder movilizativo que ha tenido y sigue teniendo el gobierno, lo que permitiría extender a lo largo de la Isla la ceremonia fúnebre, y también concentrar el pueblo en las plazas de la Revolución de cada provincia y/o municipio.

“No obstante, la mayoría de los opositores bien conocidos internacionalmente piensan que en ese momento ellos serán sacados de la circulación, para evitar cualquier contaminación con el pueblo. Al igual que los presos políticos serán aislados en sus respectivas prisiones.

“¿Y acaso no habrá que cerrar los lugares de expendio de bebidas alcohólicas, porque también habrá quien quiera adquirir su botellita de ron, para celebrar, escondido en su casa?”.

El artículo completo aquí.

Bluebird celebra aniversario de Padilla

Este martes, Bluebird Editions y Tabacos Padilla (fábrica de tabacos, tienda y salón de fumar) celebran el 77 aniversario del natalicio de Heberto Padilla con la presentación del libro Casi de memorias, de Vicente Echerri. La presentación estará a cargo de Belkis Cuza Malé.

La actividad tendrá lugar a las seis de la tarde en la 1501 SW 8th. Street., de Miami.



Joseluis Sito: Revolución y democracia

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Siguiendo el hilo del artículo La solución frente a la fatiga, de Joaquín Gálvez, reproducimos este comentario de joseluis sito, en torno a los conceptos de revolución y democracia:

Joseluis Sito: Revolución y democracia

El texto de Joaquín Gálvez contiene los dos sistemas de pensamiento enfrentados desde hace 100 años en Cuba. Posición reformista y posición revolucionaria, dos antagonismos que pocos han intentado reconciliar, y que no obstante son reconciliables.

Gálvez intenta convencernos de la necesidad de tomar una vía de salvación: esa de la reforma (“la primera busca las soluciones por medio de reformas”) por oposición a la revolución (”La segunda busca el cambio inmediato, radical, y se vale de los mecanismos de violencia”).

La reforma sería lo propio de la democracia y la revolución sería lo propio de las dictaduras. En todo caso las revoluciones terminarían siempre desembocando en sistemas autoritarios y peligrosos, según se desprende de su artículo. Luego sería indiscutible que la vía de la reforma es la única solución viable y saludable contra la fatiga, siempre según Gálvez. Termina diciendo que la democracia es una revolución permanente, cuando sostenía unos párrafos más arriba todo lo contrario: “la solución democrática […] busca las soluciones por medio de reformas.”

Parece ser que Gálvez está metido en una contradicción, en todo caso algo hay en su texto que no funciona siguiendo normas lógicas y coherentes. Es una apariencia, ya que todo discurso tiene sus propias reglas internas y su lógica inherente. Lo que Joaquín Gálvez (me parece) trata de salvar y reunir es la reforma y la revolución en un mismo molde.

Primero hay que decir que una democracia no es ni revolucionaria ni reformista, es un sistema político que no es ni un régimen. La democracia es una promesa, algo por-venir, es un sistema en constante devenir, siempre moviéndose, es en esto en lo que piensa Gálvez seguramente cuando emplea la palabra “reforma”. Reforma significa aquí cambio, modificación, evolución, etc. Los demócratas trabajan para reformar la sociedad, es decir, para cambiarla y modificarla mediante el apoyo de una sociedad civil y de sus libertades públicas y privadas. Entonces podemos decir que tanto los socialistas como los democristianos son reformistas, y hasta los comunistas y los anarquistas serían reformistas si actuaran dentro de mecanismos democráticos. La palabra reforma empleada por Gálvez no corresponde a aquella que se reserva habitualmente a los partidos conservadores, amantes de la paulatina reforma política y reacios a toda transformación espontánea o radical de la sociedad.

A la palabra revolución también le da el texto de Gálvez un significado preciso. Se trata del orden nuevo que se instala después de una revolución, de la institucionalización de la rebeldía originaria, de la revolución como sentido de la Historia. Algo que no tiene nada que ver con la rebelión en sí, con el rechazo total y general de cualquier poder asentado.

Según las teorías filosóficas marxistas o hegelianas, de las contradicciones de la sociedad tiene que emerger un orden nuevo indicando un sentido histórico. Este orden nuevo es la revolución y es esta definición reducida, pobre y llena de pequeñez que recoge Gálvez. Y sobre la cual se reposa para declarar en voz baja que la revolución es un “mecanismo de violencia”, puro y duro. Pero la revolución no es eso. Es otra cosa.

Los análisis, los textos y declaraciones de Michel Foucault sobre esta cuestión revolucionaria son indispensables, si queremos comprender algo a lo que significa la palabra revolución y a sus implicaciones.

Para Foucault la revolución es la experiencia de un acontecimiento, es la refutación de un poder, no es la llegada de un nuevo poder y de una sociedad más justa. La revolución es un acto puramente político, pero contra la política misma.

El movimiento de rebelión, de rebeldía, priva el poder de toda legitimación, lo deconstruye, lo zapa, lo invalida, lo dinamita. La revolución pone el poder al desnudo. La revolución es un acontecimiento de pura libertad, sin sentido de la Historia ni estrategia de clase, es un momento de fractura de la Historia.

Cuando Gálvez habla de “revolución permanente”, se refiere (en forma subliminal) a este acontecimiento de pura libertad. Porque sabe, como todos nosotros, aunque algunos inconscientemente, que una sociedad donde la revolución no fuera posible sería una sociedad muerta. Esta sociedad sin posibilidad revolucionaria sería una soledad, como lo dice Espinoza.

Entonces, frente al texto de Gálvez concluyo lo siguiente: la solución contra la fatiga es un acontecimiento, un movimiento, una rebelión, una rebeldía, en una palabra: una revolución.

La fatiga se vence cuando una fuerza de afirmación se alza y destruye la ilusión del poder, los mecanismos de ilusión del poder.

Hay que concluir más todavía. Si no existe una revolución sin manchas y en toda pureza, nos quedan las palabras de Deleuze: “Cuando se dice que las revoluciones terminan siempre mal, todavía no se ha dicho nada sobre el devenir de las personas después de la revolución.”

La democracia es una “reforma” constante, nacida a partir de una revolución, pero no puede ser una revolución permanente. Las revoluciones permanentes son el poder fosilizado. La democracia es más bien la posibilidad abierta del acontecimiento de una revolución, de esa contestación del poder, de esa ruptura.

Es esto el honor de una democracia, poder pensar hasta sus límites últimos. Es esto el deshonor de una dictadura, limitar e impedir cualquier revolución posible. Por eso la dictadura socialo-castrista no es una revolución, es una soledad en piedra.

La solución contra la fatiga es una revolución, entendida como puro acontecimiento de libertad contra el poder y sus mecanismos de ilusión, para instalar un sistema permanente de reformas que no excluye la posibilidad futura de otra ruptura sistémica.



Obama, el placer del suspense

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Barack Obama no sólo navegó hacia el centro durante buena parte de su campaña a la presidencia de Estados Unidos, sino que también lo ha hecho desde su condición de presidente electo. Todo parece indicar que esa será la seña de identidad de su administración: una política interior y exterior afincada en el pragmatismo y la conciencia de que el horno no está para cierta clase de pasteles. La crisis aprieta y los focos de conflicto a escala internacional son numerosos e importantes. Así, varios de los primeros nombramientos, declaraciones y apreciaciones del antiguo senador por Illinois indican que tendremos un gobierno demócrata más por el estilo del de Clinton que del de Carter.

¿Pero qué tal si el cambio propuesto por Obama durante su campaña fuera más allá de un “bipartidismo” aglutinador? ¿Qué tal si el primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos pretendiera, más que ponerse de acuerdo con sus adversarios, dejar de asumirlos como tal? ¿Por qué alguien con quien no estamos de acuerdo políticamente hablando, tiene que ser por fuerza nuestro adversario (parece sugerir el nuevo mandatario)? ¿Será un cambio de fondo, yendo de la forma al contenido, lo que propone Obama?

¿El cambio de verdad va a ser un cambio?

Una pista sobre el particular, si se asume la tesis con cierto grado de idealismo, pudiera darla el episodio que tuvo como protagonista a la congresista republicana Ileana Ros-Lethinen, quien le colgó dos veces el teléfono al presidente electo creyendo que se trataba de una broma radiofónica. Cuando por fin Obama consiguió ponerse al habla con la representante, ambos abordaron el tema cubano.

"Le recomendé que en las decisiones sobre Cuba consultara al senador Bob Menéndez y al representante Albio Sires (senador y congresista demócratas)”, declararía después Ros-Lehtinen. “Pero él gentilmente me dijo que tenía también disposición para consultarme a mí”. Una salida cuando menos interesante.

De lo que no caben dudas es que el cambio propuesto por Obama y, por supuesto, su propia designación, no van a arrancarnos bostezos. Quizá esta sea una de las razones por las que el nuevo presidente se impuso a Hillary y a McCain durante la afiebrada campaña presidencial del año pasado. Muchos esperaban de él un cambio… pero no sólo la naturaleza de ese cambio habría sido para ellos lo importante. También la curiosidad, el deslumbramiento de la nueva aventura en perspectiva –el placer, en fin, del suspense-, puede haber incidido en la decisión de los votantes.



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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