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Lozano: Receta para destruir un país (II y final)

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un artículo de Roberto Lozano

Hablando de represión. Una vez en la cima del poder cree una policía secreta tipo Gestapo y llene el país de presos políticos. Torture y fusile, que cuando corra la sangre el escarmiento mantendrá a la población como ovejita en rebaño. No tiene que dar porra las veinticuatro horas del día, siempre puede dejar a un enemigo potencial sin trabajo. Es más inteligente pasar una Ley de Vagancia y después apresar a los enemigos, para poder reeducarlos en las maravillas de la nueva sociedad.

¿Recuerda a los delincuentes que usó para crear sus grupos paramilitares? De ahí mismo puede sacar los recursos humanos para sus órganos represivos. Busque a algunos retirados de otras instituciones represivas con experiencia y reclútelos para que sirvan de instructores en su país. No tiene por qué copiar todo lo que instruyan, sea creativo, invente nuevos métodos. Una vez tenga el país bajo la bota totalitaria, declare que es su partido y no usted el organismo rector de la sociedad. Aunque después usted mismo se defeque en el partido, pero ello servirá para dar la impresión de que se vive en una sociedad institucionalizada. Como colofón, descarte la Constitución vigente, la cual usted y su partido van a ignorar de todas formas, de principio a fin. Escriba una nueva que le permita perpetuarse en el poder bajo el “imperio de la ley”, perfeccionando algo novedoso en la historia humana: Una tiranía constitucional que convierta a los ciudadanos en súbditos, una especie de regresión histórica. Pero no pierda el sueño por lo que digan sus críticos, o los historiadores en el futuro. Instálese en el trono y disfrute “las mieles del poder” hasta el fin de sus días.

Para mantener el sistema balanceado, abra las compuertas de vez en cuando. Que se marchen al exilio los disconformes (llámelos lacra social, gusanos o agentes de la CIA, como usted quiera). No tiene que hacerlos ceniza, como Hitler. De todas formas, los que se van casi siempre dejan a su familia detrás, y tendrán que enviarle dinero. Mancille, explote y humille sin compasión, que al final los mancillados, explotados y humillados tendrán que subsidiarlo, un negocio perfecto. Eso sí, esté constantemente a la caza de algún idiota o potencia extranjera que lo mantenga. Preste su suelo para lo que sea mientras no cometa el error de provocar una invasión del enemigo (recuerde a Sadam).

Finalmente, no hay nada como un seguro contra la insolvencia. Pida préstamos a todo el mundo, prometiendo pagos sin pagarle a nadie. Su deuda crecerá, pero de esa forma tendrá acceso a unos millones por aquí y otros por allá, que a través del tiempo le permitirán mantener bajo control la constante crisis de su sistema, evitando la explosión interna. Si es inteligente, esto le permitirá mantener unas cuentas en el extranjero para la paz mental de la familia.

Siga estas instrucciones al pie de la letra y tendrá garantizada una vida de dictador vitalicio. No se preocupe por lo que pase después de su muerte. Después de usted, el diluvio.

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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

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