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Crónicas: El Año del Cerdo

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El cerdo era la evidencia. Lo supo la marquesa nada más pisar Thamacun, penetrar los entresijos de su historia y descubrir, fascinada, la iconografía sobreviviente. Los bocetos, cartas y banderas que un día pertenecieron a Malver Adenauer, rescatados para el tiempo de la Refundación.

Era 1763 y el cerdo iba a constituir la verdadera cofradía, la revolución de Megan y Beatriz. El animal multifacético. La gozosa utilidad del sujeto hedonista, del abastecedor espiritual.

Adenauer, en realidad, no sólo huía de la armada española cuando desembarcó en el Reducto. También lo perseguía el recuerdo de la Quinta Ley de la Cofradía. Según ésta, vigente cuando las Tortugas aún constituían un hogar para el fundador, los piratas no debían poseer mujeres de raza blanca. En las Tortugas echar raíces, conformar una familia, significaba un órdago contra la libertad de los lobos de mar. Pero el fundador de Thamacun había descubierto, desde hacía mucho tiempo, que la primera libertad es interior. La primera y tal vez la única. Y su mujer, sus hijas, eran holandesas. Tan blancas como la leche.

Pero aquella era otra historia. El concepto revolucionario que implicaba la dignificación del cerdo, ya esbozado por el padre fundador -ya recreado en un burdel de La Habana-, serviría a Beatriz de Eugenia para desarrollar y popularizar, secundada por su amante británico, el “himeneo thamacunés”. Bajo la batuta de la pareja el término adquiriría otra connotación en el islote, una sensorialmente espiritual, enfocada a fundir y/o revolucionar los tipos “placer” y “creatividad”.

Más de un estudioso ha sugerido que el himeneo de Megan e Eugenia guarda abundantes puntos de contacto con la idea del hedonismo práctico que Richard del Monte desarrollara, recién iniciado el siglo XXI, en sus Crónicas de El Año del Cerdo. Después de todo, ¿el puerco no obtenía suficiente felicidad en vida, no ofrecía suficiente felicidad en su muerte? ¿Y no guardaba suficiente dinero la hucha de cerdo? ¿No había sido la alcancía del cerdito el invento por antonomasia del Reducto, al punto de haber conquistado Inglaterra?

Había que hacer bueno al puerco. Había que hacer bueno el dinero.

Cortesíahttp://www.letrademolde.com/



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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

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