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El color de los tamales

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¿Puede hablarse, a estas alturas, de complot contra Honduras? Creo que sí. Y no porque se condene casi unánimemente el hecho -para gustos se han hecho las interpretaciones- de que se expulse del país al ex presidente Zelaya, sino porque no ha habido una sola denuncia, crítica o especificación de los gobiernos y organismos involucrados en la condena a Honduras en lo que se refiere a las numerosas violaciones del estado de derecho cometidas, previamente, por el expulsado.

Es decir, toda acción tiene su consecuencia. Cuando Zelaya violó una por una las reglas del juego democrático, comenzando por las que establece la Constitución que juró obedecer, estaba arriesgando su pellejo presidencial. El presidente, al menos en Honduras –bendita Carta Magna, me comentaba un entendido-, no está por encima de la estructura constitucional, democrática, legal, que se ha dado el país, sino a la inversa. Y es este detalle, primordial en toda esta historia, el que debería guiar los pasos de la comunidad internacional.

Ahora ya hay un muerto, quizás dos, que habrá que cargar a la irresponsabilidad y miopía política de quienes, por activa o por pasiva, dan ala a Zelaya. Y no sólo ala retórica, pues las denuncias de financiamiento a los “seguidores” de Zelaya, procedente de Venezuela y Nicaragua, son cada vez más abundantes. Por cierto, ya Daniel Ortega, por si no bastara Hugo Chávez, ha amenazado con intervenir directamente.

Con el complot contra Honduras, la comunidad internacional está sentando un peligroso precedente. Por primera vez en mucho tiempo, en una región institucionalmente tan frágil como la latinoamericana, la democracia, su marco constitucional, sus leyes, funcionan en tanto dique de contención contra la marea del totalitarismo. ¿Y cómo reaccionan los gobiernos y organismos llamados a proteger el estado de derecho, aquellos que supuestamente deberían aplaudir el buen funcionamiento de dichas estructuras e instituciones? Se complotan contra quienes defienden la legalidad y lo hacen de la mano, precisamente, de un militarote confeso y de un organismo desprestigiado: el golpista Chávez y la Organización de Estados Americanos (OEA).

Todo el mundo se enfoca en la chapuza de la expulsión de Zelaya. Todo el mundo omite las violaciones e intentos golpistas del gran chapucero y causante directo de la chapuza, el propio expulsado. Todo el mundo denuncia la forma y, casualidad de casualidades, nadie repara en el contenido. Les importa el color, no el sabor de los tamales. Lo dicho, la cosa huele a complot.

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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

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