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URSS, Restaurante, Nazdarovie

Agosto 1960: enclave soviético

En el restaurante privado más nuevo de La Habana los meseros hablan ruso, los clientes deben pedir sus alimentos en ese idioma y la comida es preparada por “babushkas” que viven en Cuba desde hace años

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Este viernes 22 de agosto se inauguró en el Malecón habanero, casi llegando al Paseo del Prado, el restaurante Nazdarovie, que el corresponsal de AP Peter Orsi reportó como “homenaje a la nostalgia por los lazos de la Isla con la Unión Soviética durante la Guerra Fría” y Gabriela Radfar asoció por los pelos en Havana Times “con la víspera del 75 aniversario del fatídico pacto Molotov-Ribbentrop”.

El lunes 22 de agosto de 1960, Sergei Kudryavtsev presentó sus cartas credenciales como primer embajador soviético en Cuba con residencia en La Habana. Ese mismo mes, el nombre en clave asignado a Cuba por la KGB había cambiado ya de YOUNTSIE, algo así como jovencitos, a AVANPOST [puesto de avanzada]. El nombre hacía la cosa porque ya la cosa hacía al nombre.

Los archivos de la KGB —revelados por el desertor Vasili Mitrokhin hacia 1992 y más tarde desclasificados— desmienten las conexiones de Fidel Castro con la inteligencia soviética antes del triunfo de la revolución, que Salvador Díaz-Versón llegó a imaginar tan tempranas como desde 1943. Ni siquiera hay confirmación de lo que Daniel James escribió (Cuba: The First Soviet Satellite in the Americas (Avon Book, 1961, pp. 236-38) y luego testificó ante el Senado de EEUU: que Castro había enviado en julio de 1959 a Ramiro Valdés a Ciudad México para contactar al embajador soviético Vladimir Bazikin y al jefe de estación de la KGB.

Lo que sí confirman aquellos archivos es la misión de Alexander Shitov (Alekseyev), oficial de la KGB residente en Buenos Aires y jefe de la Sección Latinoamericana del Comité de Relaciones Culturales, algo así como el ICAP soviético, de llegarse a Cuba y averiguar bien que estaba pasando. Alekseyev solicitó visa en febrero de 1959 y vino a recibirla casi siete meses después, dizque por palanca de Camilo Cienfuegos.

La forja

Alekseyev aterrizó por fin en La Habana, el 1ro de octubre de 1959, y se hospedó en el hotel Sevilla disfrazado de corresponsal de TASS. Tras contactar a Violeta Casal en Radio Rebelde, se entrevistó con Che Guevara, quien arregló el encuentro con Fidel Castro para el 16 de octubre en las oficinas centrales del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA).

Alekseyev acudió con una botella de vodka Stolichnaya, caviar y un álbum fotográfico de Moscú. Para noviembre estaba anunciada una exposición soviética en Ciudad México y Antonio Núñez Jiménez, presente en aquel encuentro, tuvo la ocurrencia de proponer que viniera a La Habana. Castro remachó con invitar al vicepremier soviético Anastas Mikoyán.

Así fue. La exposición se inauguró el 5 de febrero de 1960 en el Palacio de Bellas Artes, junto con un tiroteo y una tángana estudiantil anticomunista en el Parque Central. Castro se llevó después a Mikoyán de campismo por la Ciénaga de Zapata y terminaría jineteándole un convenio comercial —para vender a la URSS la quinta parte de las exportaciones de azúcar y comprarle petróleo a precio por debajo del mercado mundial— y otro más de crédito blando de cien millones de dólares para el desarrollo.

Mikoyán confesó al oficial de la KGB Nikolai Leonov, enrolado en la comitiva como intérprete por haber coincidido con Raúl Castro a mediados de 1953 en viaje trasatlántico de Génova a La Habana, que estos guerrilleros en el poder traían el recuerdo de su juventud bolchevique. No en balde el nombre en clave asignado entonces a Cuba por la KGB era YOUNTSIE. Mikoyán regresó eufórico al Kremlin y contagió a Jruschov, quien a través de Alekseyev envió su primer mensaje directo a Castro el 15 de marzo de 1960: ya podía comprar armas en Checoslovaquia e incluso en la URSS si fuere necesario. Para el 8 de mayo de 1960 se restablecían las relaciones diplomáticas entre La Habana y Moscú. A los tres meses llegó el embajador.

Temporada sin ángel

Reagan trajo a colación dos veces en su autobiografía una cita atribuida a Lenin: que luego de adueñarse de Europa del Este y rediseñar Asia, el poder soviético se extendería a América Latina y una vez allí, Estados Unidos, caería como fruta madura (An American Life, Simon & Schuster, 1990, pp. 239, 474). Solo que Lenin no consagró jamás una sola línea a Latinoamérica en los 55 volúmenes de sus obras completas, salvo dos menciones de pasada como zona de inversión de capital extranjero.

En 1951, Stalin despachó la región completa como “ejército obediente de los Estados Unidos” (Miller, Nicola: Soviet Relations with Latin America, Cambridge University Press, 1989, p. 6). Solo la revolución de Castro vino a animar a Moscú y, en la estela del fiasco de Bahía de Cochinos, el jefe saliente de la KGB, Alexander Shelpein, presentó el 9 de julio de 1961 a Jruschov un borrador del plan estratégico global contra EEUU que incluía sacar partido de aquella revolución como ejemplo para el resto de Latinoamérica.

Se planificó que el segundo enclave soviético en el hemisferio occidental fuera Nicaragua, pero el plan demoró casi dos décadas en cristalizar con el triunfo de la revolución sandinista (1979). A la vuelta de otra década sobrevino, en agosto de 1991, el golpe de Estado a Gorbachov, que anunciaba la desunión post-soviética. El problema estriba en que el castrismo lleva ya casi tres décadas capeando el temporal sin ser enclave soviético.


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