Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Azúcar

De la sacarocracia forjadora a la totalocracia destructora

Se asesinó la industria que contribuyó a fraguar la nacionalidad y la cultura cubanas

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“Sin azúcar no hay país” se decía en Cuba hasta la década de 1960. La caña de azúcar debe haber llegado a comienzos del Siglo XVI, cuando se fundaron las primeras siete villas (1511-1517) y desde Santiago de Cuba, Hernán Cortés partió a conquistar México. Luego Puerto Carenas —la bahía de La Habana—, por sus óptimas condiciones para la concentración y avituallamiento de la flota, se convirtió en el faro económico y comercial de la Isla… y las feraces tierras circundantes se llenaron de cañaverales.

Originaria de la Polinesia, la caña de azúcar (saccharum officinarum) pasó de Siria y Persia a la Península Ibérica hacia el siglo XII, para llegar luego a la Isla y convertirse en la “caña criolla” cubana. Cuando las tierras perdieron su riqueza y los bosques ―utilizados para la elaboración de leña― se agotaron, los cultivos e ingenios se esparcieron por la llanura de Habana-Matanzas. También se extendieron por Camagüey y Oriente, pero el espíritu innovador para engrosar su caudal y el desarrollo cultural de la sacarocracia de la capital no fue nunca superado. El genio de su ideólogo, Francisco de Arango y Parreño, y la sabiduría de Álvaro Reynoso, entre otros, elevaron Cuba a primera productora mundial de 1829 a la década de 1870.

Las ansias de lograr mayor eficiencia y ganancias llevaron a la introducción de los más avanzados progresos técnicos en la incipiente industria, a la inauguración del ferrocarril Habana-Bejucal el 19 de noviembre de 1837 y a completar el tramo hasta Güines en igual fecha de 1838. En 20 años las líneas férreas comunicaban todas las áreas azucareras, o sea, prácticamente todo el país. Igualmente en 1854 el telégrafo se estableció en los ingenios modernos y dos años después existían oficinas telegráficas por todo el territorio insular. Se ha dicho que el azúcar unió a Cuba.

En los bateyes —poblados de los ingenios— se fueron desarrollando las tradiciones y la cultura de quienes serían los cubanos; muchos llegaban con su calificación y sus familias a medida que avanzaban los requerimientos técnicos. Como la esclavitud —que además de inhumana era productivamente retardatoria— terminó tardíamente (1886), se recurrió al uso de fuerza de trabajo libre: inmigrantes irlandeses hacia 1840 y catalanes y gallegos en 1854, aprovechando sus pobres condiciones de vida. Pero el engaño y la sobreexplotación en condiciones de cuasi esclavitud los hizo regresar. En el caso de los gallegos, gran parte huyeron y hasta se contrataron clandestinamente, lo que dio lugar a la persecución de los “gallegos cimarrones”, pero lograron su liberación gracias al escándalo que se suscitó en España. Entre 1848 y 1860 arribaron 59 077 chinos. Se fraguaba así desde el sincretismo religioso hasta el “ajiaco cultural” descrito por Don Fernando Ortiz.

La gran competencia surgida con la producción de azúcar a partir de remolacha en Francia e Inglaterra, cuyo avance tecnológico abarató los costos, también separó a la sacarocracia criolla de la metrópoli y la inclinó hacia Estados Unidos, donde encontró un mercado cercano y de gran demanda. Además, en torno a esas contradicciones se fueron desarrollando corrientes ideológicas: anexionismo, reformismo, independentismo. Incluso destacados pensadores recorrieron esos caminos, con el desenlace en el levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes y otros ricos hacendados azucareros en las provincias orientales, el 10 de octubre de 1868.

Imposible que Miguel Aldama, uno de los más encumbrados representantes de la sacarocracia habanera y quien, a mediados del Siglo XIX, describió a su cuñado residente en París las características y funcionamiento del watercloset automático instalado en su palacio, antes de que fueran conocidos en Europa, imaginara que la gran industria azucarera de Cuba sería descargada a comienzos del Siglo XXI.

La pesadilla que comienza en la década de 1960 tuvo su momento de inflexión en la malograda Zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar de 1970. No valieron las opiniones de los especialistas, la voluntad única los apartó de por vida. El Siglo XX concluyó con el desensamble de decenas de centrales porque la producción azucarera era supuestamente irrentable, y la destrucción de cañaverales para dedicarlos a la siembra de productos alimenticios que sustituyeran las costosas importaciones.

Ni lo uno, ni lo otro. El Ministerio del Azúcar fue eliminado y sustituido por el Grupo Empresarial de la Industria Azucarera, por decisión del Consejo de Ministros efectuado el 25 de septiembre. Se esperaba desde hacía tiempo, pues no se requería la gran burocracia escalonada hasta el nivel de ingenio. Se anunció que de los 61 que podrían realizar zafra ahora, seguirían activos 56, de los cuales 46 molerán en la zafra que comenzará en diciembre, según el periódico Granma del 29 de septiembre. Vale recordar que Cuba tuvo 156 centrales azucareros, y llegó a producir más de 8 millones de toneladas de azúcar. A finales del Siglo XIX elaboró 1,1 millón de toneladas, igual cantidad que el estimado de la zafra 2008-2009.

Además es imperdonable el daño causado a trabajadores de los ingenios eliminados, sus áreas cañeras y producciones relacionadas y a sus familias residentes en los bateyes. Esos poblados fueron virtualmente condenados a languidecer en el atraso. Se asesinó la industria que contribuyó a fraguar la nacionalidad y la cultura cubanas. Se ha privado de tradiciones productivas irrecuperables y de sustento a cientos de miles de personas. Incluso los centrales existentes son tecnológicamente obsoletos, mientras Cuba no posee economía para reconstruirlos y modernizarlos. Desde hace años, el azúcar es el producto alimenticio con más alta cotización en el mercado internacional. Pero la antigua azucarera del mundo ha tenido que importar. No menos ha ocurrido con el café y estuvo a punto de suceder con el tabaco, también producto emblemático cubano.

Se eliminó el monocultivo y la monoproducción, objetivos primordiales del gobierno desde 1959. Sólo que ahora prácticamente no hay medios para remontar la profunda crisis nacional y la totalocracia impone a los cubanos tener paciencia. Ya no habrá “Danza de los Millones”… quizás porque es un rezago el capitalismo.


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