Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Funeraria, Cadáver, Difunto

Desde el más acá

Peripecias de un difunto en plena calle de El Vedado, en La Habana

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El video podrá haber circulado a estas horas ya por medio mundo. Muestra un difunto del cual aún se le desconoce sexo y nombre. Debe de ser también en estos momentos la vergüenza de los servicios funerarios populares que sirven de manera gratuita desde hace unos 56 años a todos los cubanos que se van al otro lado. Ataúd, funeraria y unas cuantas flores gratis. Esperemos que algún día la historia de la capital nos revele el nombre del extinto y lo que de verdad le sucedió. Lo cierto es que en la imagen el cuerpo yace, cuan largo y ancho es, inmóvil, sobre el asfalto generalmente caliente de esa vía. La imagen sería televisada en este país con la advertencia de que para algunos espectadores podría resultar “disturbing”.

La gente en el video[1] mira al muerto. Desde lejos, mira. Se acercan a filmarlo. Los carros le pasan por al lado evitando matarlo nuevamente. Tal vez no se lo creen y ni lo miran, pero sí, definitivamente es un difunto, lo que no sabemos muy bien es si ya descansa en paz dado lo bullicioso de la vía.

Es la esquina de la calle 23 y G en El Vedado, subiendo hacia Zapata y lo primero que se distingue es una especie de tela color azafrán que cubre a un cuerpo. Es evidente que ha muerto porque no se mueve, tiene la cara tapada y la gente aguarda desde lejos. El que filma suelta una imprecación de las más violentas en el lenguaje cubano: “¡De P…a, ahora sí que apretaste!”. No se sabe si increpa al cadáver o a quien viene a recogerlo porque se le ha caído del carro funerario. Y mientras el cuerpo sigue allí, inmóvil, mientras los fotutos suenan.

Recapitulemos, he estudiado cuidadosamente el video. Según versiones de la web, las cosas pueden haber sucedido así: tal parece que los compañeros de los servicios funerarios que conducían al interfecto hacia la funeraria de Calzada y K en El Vedado, aceleraron demasiado en una curva, provocando así el vertiginoso deslizamiento del occiso hacia el exterior. Lo que resulta sorprendente, sin embargo, es que la mortaja de color azafrán se haya deslizado a la misma velocidad que el cuerpo y sin dejar nunca de cubrirlo. Es algo por dilucidar. Falta saber también cuándo exactamente los funerarios se dieron cuenta de la expulsión; si solo tuvieron que detener el vehículo y dar una corta marcha atrás, o si debieron maniobrar por las calles aledañas hasta llegar a recogerlo. En los Facebook en el día del suceso pulularon explicaciones, interpretaciones y protestas[2]. ¿Es hombre o es mujer?, se preguntaban. Perla Marina, una amiga, dijo que aquello era muy raro, que seguramente era un montaje porque “¿cómo es que la gente no se arremolinó enseguida alrededor del muerto? ¿Y por qué lo miran desde lejos?”. Mientras Blanca, otra amiga, se lamenta: “Ya en Cuba uno ni siquiera puede morirse en paz”.

Pero la hipótesis más racional es esta: los compañeros funerarios, alertados por la súbita apertura de la compuerta posterior del vehículo, notaron, o incluso alcanzaron ver (si fueron rápidos) como el occiso se les salía despedido por detrás. Después del inevitable “c..ñó” o “c…nes” a modo de protesta, se bajarían del carro fúnebre desde la corta distancia para cubrir rápidamente en plena calle al exangüe con la mortaja anaranjada o bien, escuchen bien: la mortaja anaranjada es en realidad un saco mortuorio para la transportación de fallecidos lo que lo explicaría todo, incluso el desgarre por el impacto contra el pavimento y la lógica aparición de las piernas y los brazos a través del desbarate. Lo demás está muy claro, puede contemplarse en el vídeo: la respetuosa desesperación del compañero funerario al no poder cargar con el difunto por los brazos. La mirada expectante de la compañera funeraria al levantarlo exitosamente por los pies. La solicita asistencia del buen samaritano que decide arrimar el hombro en la tarea… El depósito de aquella masa inerte al fin en la camilla, porque ahí se acaba la grabación, efectuada desde un teléfono.

Y mientras todo lo descrito pasaba, la gente miraba desde lejos, los carros trataban de no atropellar al muerto y hacía un día esplendoroso en El Vedado[3].



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