Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Club de París, Deuda, Economía

El Club de París y el entierro ideológico de Fidel Castro

Los alabarderos del régimen llamarán “dialéctica” al funeral

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Veamos estas tres informaciones:

  1. “Me culpan a mí de decir que la deuda es impagable. Bien. La culpa hay que echársela a Pitágoras, a Euclides, a Arquímedes, a Pascal, a Lobachevsky, al matemático que ustedes prefieran, de la antigüedad, moderno o contemporáneo. Son las matemáticas, las teorías de los matemáticos las que demuestran que la deuda es impagable… Yo tengo que hablar de eso y quiero fundamentar por qué pienso que es impagable y cómo ninguna de las fórmulas técnicas de que se habla resuelve el problema”. Fidel Castro, reunión internacional sobre la deuda externa, Palacio de las Convenciones, La Habana, 3 de agosto de 1985.
  2. Caracas. Diario Las Américas. 8 de junio de 2015: “El gobierno de Raúl Castro y el Club de París acordaron el pago de la deuda externa que la isla caribeña dejó de cubrir en 1986… La deuda fue fijada en 15 mil millones de dólares por ambas partes… Este acuerdo es de gran relevancia para el gobierno de Castro, en su objetivo de reincorporarse a la economía mundial”.
  3. 3. Martínoticias. 9 de junio de 2015: “The Economist recuerda que en los últimos años Cuba ha negociado acuerdos con varios países para reducir su deuda y extender sus plazos de pago. Una avenencia en 2013 con Rusia (un miembro del Club) para solucionar los más de $20.000 millones de la deuda contraída con la antigua Unión Soviética ayudó a allanar el camino para el acuerdo con el Club de París. El gobierno cubano también ha llegado a arreglos similares con sus acreedores comerciales japoneses y alemanes, así como con China y México”.

Raúl Castro sabe que para que su gobierno pueda ser tomado en serio, no tiene más remedio que “cuadrar” con ese despreciable capitalismo que los jenízaros del departamento ideológico del partido comunista consideran no ha resuelto ningún problema a la humanidad en varios siglos (ni siquiera un buen plato de lentejas con cerdo ahumado, chorizos, tocino, papas y zanahorias), pero que los neocastristas necesitan desesperadamente. No para el imposible socialismo troglodita, próspero y sostenible, que nunca llegará, sino simplemente para poder subsistir, porque el vaso de leche diario, la buena educación y conducta de los cubanos, la eficiencia de las empresas estatales, la calidad de la producción y los servicios, el “ahorro”, el incremento de la productividad, la sustitución de importaciones, la exigencia revolucionaria, el periodismo oficialista objetivo y crítico, o el fin de la corrupción, que son casi permanentes cantaletas oficiales del régimen, quedan para los dibujos animados de Elpidio Valdés o los grises discursos de Machado Ventura o Díaz-Canel, cual de los dos más desabridos y aburridos. Aunque sin embargo mucho más “intelectuales” y “simpáticos” que el energúmeno al mando en Caracas, inventor de conspiraciones y golpes de estado, tan obtuso que en las escuelas del partido en Cuba ni siquiera aprendió a mentir, lo que ya es mucho decir.

La prensa poco seria, incluida alguna que abunda en Miami, dijo enseguida que ese acuerdo implicaba que “Cuba”, es decir, el régimen, pagaría su deuda con el Club de París, lo que no es exacto. La deuda cuelga desde 1986, cuando dejó de pagarse, e incluye principal, intereses y sanciones. Haberla reconocido permite renegociarla, solicitar condonaciones y nuevos términos de pago, pero no garantiza que sea pagada, sino solo la posibilidad de negociar sobre ese tema.

Como dice The Economist, sin transparencia y sin declarar internacionalmente la verdadera situación económica, reservas de divisas, estados financieros y estadística económica, no puede esperarse que los acreedores sonrían y den palmaditas en el hombro a Raúl Castro como si nada hubiera sucedido en los últimos treinta años.

Por otra parte, los “amigos” rusos, chinos, mexicanos, japoneses y españoles, podrían preguntarse por qué nunca hubo dinero para pagarles a ellos y el régimen exigía acuerdos y más acuerdos siempre favorables a La Habana, mientras con el Club de París ha sido posible entenderse y prometer, aunque no se hayan concretado acuerdos específicos todavía.

El descaro plañidero de Fidel Castro de que la deuda era impagable y debía borrarse de a porque sí no era más que una de sus tantas alucinaciones y dislates que nunca aportaron beneficios reales a los cubanos de a pie.

El propio Raúl Castro ha ignorado tranquilamente el legado y las “enseñanzas” del “invencible” Comandante en Jefe al negociar con el Club de París, porque sabe que quien quiera poder recibir créditos tiene que pagar las deudas, aquí, allá y acullá, hoy, mañana y siempre.

Aunque el queridísimo hermano estuviera diciendo a gritos y en todas partes, hace treinta años, precisamente lo contrario.

¡Pobrecito! En sus delirios de profeta iluminado, no adivinaba nunca.

Ni adivinará jamás. Mucho menos ahora, decrépito y senil.


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