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Fidel Castro, de presencia diaria a fantasma decadente

El exgobernante pasó de ser un símbolo que inundaba las calles de la Isla a casi una sombra

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Aunque cada vez se deja ver menos en público y sus reflexiones son más espaciadas, el exgobernante cubano Fidel Castro todavía es una referencia en la vida de la Isla.

“Fidel siempre será Fidel, incluso para los que lo critican”, sentencia el profesor universitario Enrique López Oliva, un hombre de la misma generación de Castro, quien este año cumple 90 años.

Su imagen ya no es desplegada con la misma prominencia de otros tiempos, sin embargo sigue presente en la vida de la sociedad y, curiosamente, en los últimos años ha tenido una suerte parecida a la de su correligionario, el guerrillero argentino Ernesto “Che” Guevara: es objeto de una trastienda comercial. Fotografías suyas, viejas revistas con su imagen en la portada, sean cubanas o extranjeras, se venden por tres u cuatro y hasta 10 CUC en los estanquillos ambulantes del centro de la ciudad. Las compran turistas, mayormente, pero también coleccionistas ávidos de guardar un recuerdo de la revolución cubana: nostálgicos del régimen.

“Los libros de Fidel se siguen vendiendo. Los extranjeros los buscan y si están traducidos a otros idiomas, aún más”, explica Antolín Carneado, un vendedor ambulante que ha montado su estanquillo en la Plaza de Armas, en plena Habana Vieja, y que se pasa la vida comprando hurgando en las viejas bibliotecas de amigos y conocidos en busca de libros que vender.

En una de las liberarías de libros usados en la calle Obispo, hay por lo menos dos estantes con ejemplares de discursos de Castro, álbumes fotografías e imágenes sueltas que se ve han sido copiadas de otras reproducciones y cuyo ejemplar original se pierde en los tiempos.

Sin embargo, hablar del viejo exgobernante con la gente en las calles todavía es un proceso complejo. Muchos cubanos se sorprenden que el extranjero pregunte abiertamente por él, qué piensen en él y dónde está ahora en el ocaso de su vida. “Dejen al anciano en paz. Está descansando. No se puede esperar mucho ahora, ya hizo bastante”, explica Guillermina Agudelo, dependiente de una cafetería estatal, que apenas quiere conversar.

“Ya se acabó, que descanse. No me interesa”, agrega un joven interceptado al azar.

Da la sensación de que el tema se ha transformado en un tabú donde no queda claro si es por proteger su imagen o sencillamente borrar su memoria. “Cuando se enfermó [en 2006] Fidel tomó la decisión de que los detalles serían mantenidos en secreto. Con el sucesivo traspaso de sus poderes al hermano se fue desvaneciendo de la imagen pública. Los periódicos lo citan cada vez menos y, cuando lo hacen, son casi siempre consignas antiguas o discursos para puntualizar alguna decisión política o enfatizar una nueva política”, explica López Oliva.

Esto termina por proyectar la imagen de que Castro sigue atento a la política nacional aunque sin dar la idea de que interviene directamente en ella. “Siempre será una sombra y que nadie se equivoque en eso. Yo no creo en nada de eso de que Raúl no consulta con él ni nada por el estilo. Raúl sí consulta con su hermano y por eso pidió permiso al Parlamento para hacerlo”, recuerda un viejo combatiente de la Sierra Maestra, ya jubilado.

Incluso, ni en las declaraciones recientes de la oposición se escucha mencionarlo. Las criticas van todas directamente hacia el gobernante Raúl Castro. “Los opositores han entendido, aunque les tardó algún tiempo, que ahora ese no es el camino. Ahora critican más políticas que personas”, puntualiza el profesor universitario.

Desde que se retiró voluntariamente, la única forma que nadie jamás anticipó, Fidel Castro se ha dedicado a “escribir”. Además de las “reflexiones” ha publicado cuatro libros de memorias de los combates en la Sierra. Son libros que se encuentran en las principales librerías de La Habana, aunque se venden generalmente en moneda convertible. También se dedica a recibir viejos amigos o dignatarios extranjeros que, en procesión, se dirigen hacia su casa en el oeste de la ciudad y a cuyas imágenes los cubanos solo han tenido acceso después que dejó su despacho en la Palacio de la Revolución.

Ahora, ¿qué pasará tras su muerte? Ese es un misterio aún mayor. Nadie tiene la más mínima idea o no quiere abordar el tema. “Coño, todavía está vivo y ya lo quieren matar”, casi grita una anciana en Centro Habana. “¡Solavaya!”.

Lo más probable, admiten algunos, es que sea cremado y sus cenizas esparcidas por la Sierra Maestra, donde todo comenzó.


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