Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Silvio Rodríguez

Los descubrimientos de Silvio Rodríguez

Hace una década el propio Silvio apoyó públicamente la represión contra quienes buscaban un sistema con mejores perspectivas

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Hace unos pocos días el cantante cubano Silvio Rodríguez indignó a esa muy pequeña parte de la población cubana que tiene acceso a internet. Ocurrió cuando, tras un recital en un poblado oriental, fue entrevistado para el portal digital oficialista Cubadebate.

En la entrevista Silvio mostró un cierto tono de desencanto por los resultados de lo que entrevistado y entrevistador convinieron en llamar comunismo. Pero sobre todo, confesó algo escalofriante: “He aprendido, dijo, que la gente está jodida, muy jodida…”. Al menos, reiteró “mucho más jodida de lo que pensaba”. Para luego colocar otro descubrimiento empírico: “tengo una vida mucho más cómoda que la inmensa mayoría de los cubanos”.

Lo singular de la afirmación es que Silvio Rodríguez ha vivido siempre en Cuba, y lo ha hecho durante los últimos veinte años. Par de décadas en que la población insular se ha empobrecido hasta niveles pasmosos, en que su consumo individual se ha reducido y convertido en una hazaña cotidiana y en que los servicios sociales se han degradado hasta niveles lamentables. Y es ahora que descubre con asombro que “la gente está jodida”. Debo hacer notar que hace una década el propio Silvio Rodríguez apoyó públicamente la represión del gobierno cubano contra los “jodidos” que querían otro sistema de mejores perspectivas, incluyendo el fusilamiento sin debido proceso de tres jóvenes negros que habían secuestrado una lancha para emigrar a Estados Unidos.

Las declaraciones de Silvio Rodríguez son un ejemplo de las morbosidades que se originan desde un sistema en transición incompleta al capitalismo. Y de los frívolos desencantos de una élite que hace décadas se imaginó a si misma transformando el mundo para terminar descubriendo que lo suyo sólo era un burlesque retórico para un público amordazado.

Estas declaraciones públicas despectivas se han hecho frecuentes en la élite postrevolucionaria, interesada en airear una historia en que ella aparece como el bebe a conservar y el resto como el agua sucia para desechar. Hace pocos años, cuando el General/Presidente anunció su “actualización” económica, no faltaron altos funcionarios miserables que hablaron de la devastada población cubana como una sociedad mal educada de pichones-con-el-pico-abierto en espera de las dádivas estatales. Y hace solo unas semanas conocimos de otro exabrupto —Alfredo Guevara, un funcionario letrado con vocación de mecenas en sus últimos días— quejándose de un pueblo que según él, no valía la pena.

Lo que diferencia a Silvio Rodríguez de Guevara, posiblemente porque no sospecha que el mundo se está muriendo con él (ese vicio tan intelectual), es que cree que hay que seguir adelante: “donde gran parte de la población es probable tenga que pasar por una serie de vicisitudes y trabajos y problemas y carencias que se suman a muchos trabajos, vicisitudes y carencias que durante tantos años hemos tenido”. Es decir, que Silvio Rodríguez vuelve a convocar a los cubanos al sacrificio.

En realidad Silvio Rodríguez siempre ha estado convocando al sacrificio. Lo hizo cuando todo empezaba y él era otro cubano común comprometido con la suerte de su pueblo. Lo que lo hacía auténtico y creíble. Ya no es parte, ni creíble, pues Silvio Rodríguez es un intelectual orgánico de una élite, y eso le permite guardar una distancia suficiente (la que acaba de descubrir) de la lucha cotidiana por la sobrevivencia de esa gente que, según Silvio Rodríguez, “está jodida, muy jodida”. Y que sin lugar a dudas lo estará más cuando concluya la restauración capitalista autoritaria que se ensaya. Y aún más distante del viejo trovador que supo en algún momento cautivar nuestras imaginaciones.


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