Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Iglesia Católica, Virgen de la Caridad, Religión

Más allá de un acontecimiento religioso

A propósito del recorrido de la Virgen de la Caridad por la Isla

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La imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, arribó a la Arquidiócesis de La Habana el 6 de noviembre, después de recorrer la Isla al partir de su santuario en la provincia Santiago de Cuba el 8 de agosto de 2010, como parte de las celebraciones de los 400 años de su hallazgo en la Bahía de Nipe en 1612. Su peregrinar multitudinario sobrepasa la connotación religiosa.

Las relaciones de la Iglesia Católica cubana con el Gobierno establecido en 1959 tuvieron grandes choques, culminando con la expulsión de los sacerdotes a comienzo de la década de 1960. A este hecho siguió la represión a todas las religiones, con particular ensañamiento hacia la católica, mayormente profesada en el país, y el confinamiento de jóvenes —incluido el actual arzobispo de La Habana—, en los campos de concentración de las UMAP, supuestas Unidades Militares de Apoyo a la Producción. Las autoridades cambiaron la tradicional celebración de las fiestas de Navidad por el advenimiento del triunfo de la revolución el 1 de enero. Muchas personas perdieron sus empleos acusados de tener creencias religiosas, (católicas o afrocubanas), así que la población escondió sus credos para lograr progresar laboralmente. Se dejó de asistir a las iglesias, de bautizar y de enviar a los niños al estudio del catecismo, ya que cualquier denuncia podía lesionar su progreso en el sistema educacional y vedar el acceso a las universidades.

La situación comenzó a modificarse a finales de la década de 1980, con los aires de cambios en la Unión Soviética y sus aliados y finalmente con el derrumbe del llamado “socialismo real”. El IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, efectuado en octubre de 1991, en una resolución dictaminó: “Suprimir en la práctica de los procesos de crecimiento del partido cualquier interpretación de los actuales Estatutos que entrañe negar a un revolucionario de vanguardia, en razón de sus creencias religiosos, el derecho de aspirar a ser admitido en el Partido”.

En el transcurso de los años, la Iglesia Católica había emitido sus opiniones sobre los acontecimientos ocurridos en Cuba, pero especial connotación tuvo el documento “El amor todo lo espera, del 8 de setiembre de 1993, que en sus 81 párrafos analizó la crítica situación existente, expuso que “somos los cubanos los que tenemos que resolver los problemas entre nosotros, dentro de Cuba”, y llamó a que se iniciaran cambios sustanciales con la participación activa de todos. Abogó por un diálogo franco, amistoso y libre, que pasase por la misericordia, la amnistía y la reconciliación, con el triunfo del amor y la paz.

El Papa Juan Pablo II, en su periplo por Cuba del 21 al 25 de enero de 1998, contribuyó a la liberación de los cubanos. Negociado su viaje durante más de 5 años, finalmente Fidel Castro decidió afrontar el reto de la impronta del Sumo Pontífice, tan participativo en los antiguos países socialistas y muy especialmente en su natal Polonia. Su personalidad, sabiduría y experiencia atrajo a multitudes, por primera vez sin que fueran movilizados por el partido comunista y sus llamadas organizaciones de masas, y se empezó a despojar del miedo incrustado durante décadas. Donde la práctica religiosa no había sido tradicionalmente tan vehemente como en otras sociedades, y luego de tanto tiempo de prohibición y persecución, resurgían las expresiones de fe, pero también la necesidad de gozar de un espacio de libertad, quizás hasta inconsciente en muchos ciudadanos, que no se sentían religiosos. Hubo quienes se movieron por curiosidad, pues el Gobierno había dejado saber que al Papa debía recibírsele como a otros invitados anteriores, solo que para aquellos existió compulsión y se facilitó transporte para garantizar la asistencia. Pero la misa ofrecida en la Plaza de la Revolución de La Habana, el 25 de enero, demostró fervor y entusiasmo, por primera vez Fidel Castro no había movilizado y los inmensos posters con consignas y guerrilleros fueron sustituidos por Jesús Cristo.

La inmensa represión de marzo de 2003, que llevó a prisión a 75 pacíficos opositores y el fusilamiento de 3 jóvenes negros en abril de ese año, tuvieron la condena de la Conferencia de Obispos Católicos, quienes igualmente se preocuparon por la gravedad y posterior fallecimiento de Orlando Zapata Tamayo y por otros lamentables sucesos. Esto desembocó en el inicio de conversaciones del presidente Raúl Castro con el Cardenal Jaime Ortega y Monseñor Dionisio García, presidente de la Conferencia Episcopal, que alcanzó la excarcelación de los 53 prisioneros de conciencia de los 75 aún encarcelados y otros reos, para un total de 130. Según han expresado los dignatarios eclesiásticos, el diálogo continúa no solo en el marco religioso. Por otra parte, se comenta la posibilidad de que el Papa Benedicto XVI visite Cuba en 2012.

El actual recorrido de la Virgen Mambisa prolonga la obra del Papa Juan Pablo II, seguida del pueblo, con el resultado positivo de la progresiva liberación de la personalidad y la conciencia de los cubanos. Una de las muestras de ello fue la misa en el Estadio Capitán San Luis de Pinar del Rio el 30 de octubre. Otra novedad significativa resultó la alocución del Cardenal Jaime Ortega, por primera vez en el principal canal de la televisión y en horario estelar, el 4 de noviembre, para anunciar el arribo a la capital, y el itinerario que además de las parroquias, incluye algunas instituciones culturales, centros universitarios, hospitales y la prisión de máxima seguridad Combinado del Este. Más relevante aún es el anuncio de que la misa de despedida de la imagen hacia Santiago de Cuba el 30 de diciembre, inicialmente prevista para la Plaza de la Catedral, se realizará en la Avenida del Puerto.

Esto augura que durante dos meses habrá participación amplia y espontánea de un pueblo necesitado de sentir que puede tomar sus propias decisiones y recuperar valores morales universales, perdidos por 52 años de prohibiciones, carencias y represión a las opiniones distintas a las oficiales. No se trata de procurar la esperanza ciegamente en la fe, sino de profesarla conscientemente; desplegar las capacidades para remontar la crisis multifacética que aqueja a la nación, y progresar personal y familiarmente. Las máximas autoridades que apenas cuentan con el apoyo de la población, defraudada por las promesas incumplidas, y muy desesperada ante la creciente miseria y la falta de oportunidades, precisan abrir la sociedad sin dilación para reconstruir Cuba entre todos los cubanos, sin represión, ni odios, ni exclusiones.


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