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Doble Moneda, Economía, CUC

Pagando con la misma moneda: ¿para bien o para mal?

Si la llamada “actualización” aspira a un mínimo de coherencia, tiene que unificar las monedas

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El anuncio de que el gobierno cubano se propone eliminar la dualidad monetaria ha suscitado numerosas inquietudes entre pobladores y analistas. Y es normal que así sea, pues incluso desde los balcones de la profanidad es perceptible que se trata de un asunto serio que va a cambiar muchas reglas de juego en el atribulado escenario insular.

No se trata de imaginar al mundo cambiando de raíz porque se fundan los dos pesos cubanos. Pero tampoco de ningunear el asunto.

Creo que una de las cosas más interesantes que nos dice el Primer Informe del Grupo Consultor de la Sociedad Civil Cubana que recientemente publicó CUBAENCUENTRO (y que todavía no puedo enterarme quienes son) es que la sociedad cubana cambia, según unos para bien y otros para mal. Y que desconocer esos cambios nos expone a imaginar una sociedad que cada vez existe menos.

La doble moneda fue una medida de emergencia que la clase política cubana adoptó en los perores momentos de la crisis anonadante de la que ella era responsable. Pero era también un diseño monetario adecuado para una economía como la imaginaba Fidel Castro: una economía dual con un sector dinámico dolarizado y otro desfalleciente de pesos cubanos, pero sostenido con las transferencias del primero vía balanza de pagos. Fue contra lo que conspiraron los militares desde su programa de perfeccionamiento empresarial a lo largo de los 90, y lo que impulsó Carlos Lage con todo fervor fidelista hasta que le tocó la guillotina política.

La doble moneda ha continuado existiendo y no en balde. Estudios futuros dirán en que magnitud la existencia de dos monedas y dos economías, con una frontera difusa cuyo cruce siempre genera ganancias diferenciales, ha sido un factor clave de la acumulación originaria de la burguesía emergente que se acuna en los pliegues de la élite política, el mercado negro y la inversión extranjera. Pero en la actualidad resulta disfuncional al mínimo de racionalidad técnica y transparencia que el sistema requiere.

Si la llamada “actualización” aspira a un mínimo de coherencia, y a hacer en serio su tarea de restaurar el capitalismo (no importa si la vía china, rusa o antártica) tiene que unificar las monedas. No sé como va hacerlo, lo cual no debe sorprender pues no soy economista. Pero es probable que los propios funcionarios cubanos no tengan una idea clara sobre el asunto. Por el momento es poco lo que se ha explicado, y ni siquiera hay un cronograma aproximado lo que sugiere un lapso prolongado afín a la parsimonia raulista.

Una sola moneda no va a producir acceso de la gente al mercado. Solo va a eliminar un impedimento legal para ese acceso. Y ello puede suscitar nuevas frustraciones similares a la que están viviendo los cubanos cuando han entendido que tener el pasaporte no monta a nadie en un avión automáticamente. Pero hay que reconocer que la unificación monetaria va a generar afectaciones innegables, pues de lo que hablamos es de la afectación del precio de una mercancía, el peso, cuya realización condiciona otros precios de mercancías, incluyendo la mercancía fuerza de trabajo.

Es también previsible que a corto plazo se genere un movimiento de lavado de dinero, sea colocándole en depósitos bancarios o adquiriendo bienes raíces, en respuesta a la amenaza velada de ajustar cuentas con lo que se denomina el-dinero-mal-habido. Si fuera así veríamos otras dinámicas colaterales de reanimación, camouflages y represión que ya son partes recurrentes del folklor criollo.

En fin, un tema para observar, como gusta decir al general/presidente, sin prisas pero sin pausas. Tomen asiento, guarden algunas papeletas para las añoranzas numismáticas y evaluemos que pasa en una sociedad donde desde hace algún tiempo siempre pasa algo… para bien o para mal.


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