Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Vacaciones, Educación, Hombre nuevo, La denuncia de hoy

“Patriota, humano, disciplinado, decente, trabajador, activo, solidario, pensador, revolucionario”

Sobre un editorial de Bohemia y la formación de los nuevos ciudadanos de la Isla

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Ya uno no sabe qué pensar de la prensa oficialista cubana. Me refiero a esa fusión que han logrado entre la mendacidad y la tontería, la cual va en crescendo, y que debe causar risa, o furia, o ambas, a cualquier persona de mediana inteligencia.

Lean si no el editorial de la revista Bohemia del pasado 30 de agosto, “El ciudadano que queremos”, que se centra en las características que debe tener el nuevo curso escolar que ha comenzado en la Isla. Bohemia, que como todas las publicaciones que se editan en Cuba, es pagada por el Gobierno, lo cual incluye para sus periodistas no solo el salario, sino además nobles viáticos, viajes al extranjero, vacaciones y en general cierto estadio por encima del ciudadano promedio, comienza el editorial referido con esta frase: “Tras las sonrientes vacaciones estivales…”.

“Sonrientes vacaciones estivales”. Bueno, quizás las vacaciones, como tales, como cosa, hayan sonreído, ellas solitas, pero creo que no fuera así para muchos de los estudiantes vacacionistas, hundidos en la escasez, el intenso calor de la Isla mitigado con pencas, abanicos, o en ciertos casos con ventiladores comprados en las tiendas de dólares con el dinero enviado por sus familiares o amigos en el extranjero. Los más privilegiados, que son los menos, con un aparato de aire acondicionado para una sola habitación que, como es público y notorio, no pueden utilizar las 24 horas debido a las altas tarifas de la electricidad.

Podríamos agregar, sin temor a equivocarnos, que los vacacionistas peregrinaron por una dieta aburrida, tendiente en ocasiones a lo abstracto; así como por un sistema de transporte público capaz de arruinar cualquier viaje de recreo.

Estudiantes vacacionistas carentes de diversos, libérrimos y abundantes espectáculos culturales, deportivos o de entretenimiento. Y sin internet. Y sin acceso a las tantas televisoras y bibliografía existentes en los países libres; es decir, carentes de otras televisoras, cinematecas y obras literarias que no sean las que les dispone la dictadura.

Vaya, no creo que hayan sido todo lo “sonrientes” que podrían ser las vacaciones para estos estudiantes cubanos, si las comparamos con las de otros de cualquier país promedio, en vías de desarrollo, como dicen ahora, o simplemente con las de vacacionistas de las más pobres naciones de Latinoamérica, donde el acceso al entretenimiento y al hecho cultural —incluidos los innumerables festivales dedicados a las tradiciones culturales de los más diversos credos e ideologías—, han resultado, sobre todo, verdaderamente variados, y libres. Recalco: libres.

“Tras las sonrientes vacaciones estivales”, dice. Esto de “estivales” me parece un poco amanerado desde el punto de vista de la escritura, tratándose de Cuba. ¿No se dice allá “verano”? Y asimismo: ¿”estival” no se refiere al estío, lapso que corre del solsticio de verano hasta el otoño?

Nada, todos los que redactamos, alguna vez hemos caído en esas trampitas y esas frasecitas medio mariquitas. Así que esto no es nada del otro mundo, no es para asombrarse tanto.

En el editorial que nos ocupa, consta que si en el área de la educación no se ha logrado más, se debe a que Cuba es “un país despiadadamente bloqueado, al que todo le cuesta más caro, si puede conseguirlo, y que aún no ha logrado desplegar su potencial de productividad y eficiencia en la gestión económica”.

Esta “muela” del “bloqueo”, ya lo sabemos, es vieja; sobre todo eso de “despiadado”. Dicen los que saben que el embargo de EEUU a Cuba, ha aflojado considerablemente en los últimos años. Por ejemplo, en 2013, sin que la dictadura tuviera que invertir un centavo, le llegaron del extranjero, en remesas enviadas por los isleños exilados en la Unión Americana, $2,70 mil millones; limpios, netos, si mover un dedo, insisto.

Además, viajaron de visita a la Isla, en el mismo año, más de 600 mil cubano-estadounidenses y ciudadanos nativos del país del Norte. ¿A cuánto equivaldrá la derrama económica que dejaron en Cuba estos visitantes, sobre todo si consideramos los precios inflados existentes en las tiendas y los sitios turísticos de Cuba, más los impuestos leoninos que se aplican a la moneda extranjera? Quién sabe.

Otro detalle: el petróleo, lo que sin dudas sería el mayor gasto de importación para el gobierno, no le cuesta al castrismo nada; se los manda en papel de regalo el bolivarianismo; o le cuesta un poco: el trabajo de esclavos del siglo XXI que desempeñan en Venezuela médicos, maestros, instructores deportivos y otros profesionales cubanos.

Y sobre esto del despiadado “bloqueo” me vienen a la mente aquellos tiempos del Came (Consejo de Ayuda Mutua Económica, entidad que agrupaba a los países de socialismo real para ayudarse entre sí) y de la enorme y constante ayuda económica que enviaba al castrismo la extinta Unión Soviética. Entonces, Fidel Castro lloraba poquito por el “bloqueo”, lo tomaba solo, más bien, para su trabajo político y más de una vez aseguró que, no obstante, el país saldría del subdesarrollo. Ya sabemos lo que pasó después.

En el editorial de Bohemia se aluden a asuntos de cierto interés, como: “el persistente desaprovechamiento de las capacidades para la formación de pedagogos, descenso en la cantidad de aprobados para continuar estudios universitarios y vergonzosas reiteraciones de fraudes, acciones delictivas y corruptas en torno a exámenes, entre otros notorios defectos”.

Nada, que ya lo sabemos desde hace mucho tiempo: la construcción del Hombre Nuevo, lamentablemente, no se logró.

El editorial cierra con este párrafo: “El gran reto al que estaría enfrentado nuestro sistema educacional, conforme lo ha resumido el miembro del Buró Político y primer vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, es el de construir (estas cursivas son mías) el ciudadano que queremos: patriota, humano, disciplinado, decente, trabajador, activo, solidario, pensador, revolucionario”.

“Construir”, dice. ¿Se han fijado como los castristas utilizan indiscriminadamente, desde hace más de 50 años, este término. “Construir el ciudadano que queremos”, dice. O sea, fabricarlo, edificarlo, como a cualquier inmueble. ¿Por qué será?: ¿están cortos de léxico estos comunistas cubanos o será que tanto les priva, quién sabe por qué razón, esta palabra en un sentido, digamos, metafórico, figurado?

Vaya, lo digo porque en mi opinión sonarían más bonito y certero en este caso “crear”, “modelar”, “formar”, “concebir” el hombre tal y tal. Porque eso de “construir a un ciudadano” me suena a albañilería.

Y lo digo, además, porque, cómo no recordar aquello de “construir el socialismo”, (como si eso fuera posible), “construir el ‘hombre nuevo’”, “construir la conciencia revolucionaria de nuestro pueblo”.

Bien, tanto para quienes están enterados como para quienes lo desconocen, doy a conocer las acepciones que, según el diccionario castrocomunista, significan los atributos que desea Miguel Díaz-Canel para el cubano venidero mediante el sistema de educación hoy implantado en Cuba.

Patriota: Cubano subordinado íntegramente a la doctrina castrista, a la cual pertenecen la patria, la bandera, el escudo nacional y todo lo que se relacione con los símbolos oficiales de Cuba.

Humano: Cubano que conciba que esta condición comienza y termina en la sacralización de castrismo y sus adláteres y, por tanto, niega esta categoría a quienes se hallen fuera de la doctrina castrocomunista.

Disciplinado: Cubano que asienta y cumpla todas las órdenes, orientaciones y propuestas del Partido Comunista, y que, si acaso quisiese replicar alguna de las anteriores, lo realice en el seno de las organizaciones revolucionarias, en silencio, sin que divulgue en ningún sitio sus puntos de vista contrastantes.

Decente: Cubano dispuesto a mentarles la madre a los imperialistas, gusanos, disidentes de su país, y a todo aquel, compatriota o extranjero, que se manifieste, por la vía que fuera, en contra del Comandante en Jefe y sus fracasos.

Trabajador: Cubano dispuesto a trabajar ocho horas diarias —o más, pero estas de manera voluntaria—, por un salario mensual que puede alcanzar a lo sumo 625 pesos (25 dólares).

Activo: Cubano apto para “hacerle frente al enemigo externo e interno de la Revolución”, tanto con la palabra como con la acción. En el caso del “enemigo interno”, si este se manifestara públicamente, aunque de manera pacífica, el activo debe proceder golpeándolo físicamente con todo fervor revolucionario.

Solidario: Cubano que ayuda, apoya y defiende solamente a quienes profesan o secundan el ideario castrocomunista.

Pensador: Cubano, residente o no en la Isla, cuya capacidad intelectual se halla totalmente al servicio del castrismo.

Revolucionario: Cubano que apoye la involución, la antidialéctica, la inercia y por consiguiente la eternización del castrismo en el poder.

Ya ven, así van las cosas.


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