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Raúl Castro, Cambios

Raúl Castro en su cuarto aniversario

Las insuficiencias y limitaciones, acompañadas de una lentitud extraordinaria en la adopción de medidas complementarias, hacen que se agraven los problemas que afectan la economía y la sociedad en su conjunto

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El general Raúl Castro cumplió cuatro años como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros el 24 de febrero. Esto sucedió después de más de un año de sustitución provisional a Fidel Castro, por la enfermedad de éste en julio de 2006. Los resultados de su gestión presidencial, ya cercana a seis años, es tema de debate entre quienes señalan que en Cuba no ha cambiado nada, y quienes con matices afirman que han existido determinados cambios en la sociedad cubana.

Es indiscutible que el régimen cubano mantiene su esencia totalitaria, y que los llamados del Presidente a trabajar con sentido crítico y creador, sin anquilosamientos ni esquematismos, dejando atrás falsas unanimidades, han quedado en palabras, sin sustanciales avances. Si alguien tenía dudas al respecto, a fines de enero la Conferencia del PCC, se encargó de disiparlas con la reafirmación de los dogmas del pasado y la vocación anti-democrática de quienes por 53 años han detentado un poder omnímodo. Sin embargo, no puede negarse que ha habido cambios de carácter económico y, en mucha menor medida, en conceptos, que por ser absolutamente insuficientes y carentes de una visión integral no han sacado al país de la crisis, e incluso es evidente que algunos de los más delicados problemas de carácter económico, político, social, lejos de frenarse han continuado profundizándose de forma peligrosa.

Ciertamente se han entregado tierras en usufructo, ampliado el trabajo por cuenta propia, comenzado la reorganización de la fuerza de trabajo empleada por el Estado, levantado la prohibición a la iniciativa privada para contratar personal, autorizado el pago por el resultado del trabajo y la compraventa de viviendas y autos, flexibilizado la política crediticia al sector privado y eliminado trabas para favorecer las relaciones comerciales entre los sectores estatal y privado, así como otras medidas de menor calado como la venta de computadoras (sin el libre acceso a Internet) y equipos electrodomésticos, el uso de teléfonos móviles y el alojamiento de nacionales en los hoteles para el turismo extranjero.

Pero todos esos pasos han estado signados por prohibiciones y condicionamientos que no permiten el desarrollo urgentemente necesario de las fuerzas productivas. El trabajo por cuenta propia está cargado de altos impuestos, diseñados para que las personas con sus iniciativas solo puedan obtener medios para sobrevivir, sin la opción de acumular recursos para hacer crecer los negocios. Se añade la persistente inexistencia de un mercado mayorista y prevalece una mentalidad de rechazo a la actividad individual, aunque se diga lo contrario.

En la agricultura, si bien existe una fuerte corriente de opinión, en la que participan altos funcionarios, sobre la necesidad de modificar el Decreto-Ley 259 sobre la entrega de tierras ociosas en usufructo, no se acomete ninguna transformación. Aun ni siquiera se permite que los usufructuarios puedan construir sus viviendas y otras instalaciones en las áreas recibidas, y se mantiene el desmotivador plazo de utilización por solo 10 años y la poca cantidad de tierras a cultivar, mientras todavía existe superficie agrícola baldía o deficientemente cultivada. A su vez los campesinos siguen sin tener acceso a los recursos necesarios para explotar la tierra, y a pesar del paso positivo de permitir la venta directa a las entidades turísticas a precios de oferta y demanda, a través de las “cooperativas” —como nueva forma de control—, continúan los asfixiantes y deficientes mecanismos del acopio estatal, con sus precios arbitrarios, para la comercialización al mercado interno. Esa dicotomía turismo-mercado nacional podría fomentar la preferencia por la venta a los hoteles y centros de recreación para los extranjeros, en detrimento de los suministros para la población.

También las insuficiencias y limitaciones, acompañadas de una lentitud extraordinaria en la adopción de medidas complementarias, hacen que se agraven los problemas que afectan la economía y la sociedad en su conjunto. Así, se incumplen hasta los planes priorizados por el Gobierno y los problemas continúan en aumento. La reestructuración de la fuerza laboral, una de las principales tareas a realizar, se ralentiza; la meta de reubicar medio millón de trabajadores hasta abril de 2011 fue incumplida, y a finales de ese período solo pudieron liberarse 140.000 trabajadores, según estimados extraoficiales, augurándose que 2012 solo alcance a 170.000. Eso ha incidido en que el millón trecientas mil personas consideradas sobrantes en las empresas estatales, que el cronograma original planteaba reubicar en tres años, se ha extendió a cinco años. Sin embargo, la lentitud del proceso muestra que difícilmente el nuevo período establecido será suficiente para realizar la tarea, si persisten las concepciones prevalecientes hasta el momento. Asimismo, la prometida reestructuración de los organismos centrales del Estado no acaba de completarse, con lo cual prosigue el pesado lastre burocrático, sus enormes costos y la alta dosis de ineficiencia que provoca con su gestión altamente centralizada.

Resulta evidente que el Gobierno, ante la imposibilidad de reubicación del personal sobrante, ha optado por abandonar sus planes de despidos. Este frenazo es consecuencia de que la iniciativa privada permitida ha estado atada por restricciones que no propician el crecimiento de la demanda de fuerza de trabajo. Había 357.663 cuentapropistas hasta noviembre pasado —según fuentes oficiales— pero el 66 % eran personas sin vínculo laboral anterior, y alrededor del 16 % son jubilados, lo que muestra que la posibilidad de empleo para las personas despedidas ha sido limitada, como consecuencia de que los mecanismos y el concepto de que no puede haber “concentración de riqueza” impiden el florecimiento de negocios privados y, por consiguiente, la creación de puestos laborales. En esas condiciones, es prácticamente imposible el surgimiento de empresas medianas y pequeñas (PYMES), en un contexto en que hay que entregar la mitad de los ingresos personales —deducido el porciento de gastos fijados por el Estado— a partir de 50.000 pesos y los niveles de impuesto por la utilización de fuerza de trabajo a partir de la contratación de 10 personas resulta tan elevado que puede llegar a ser superior que el salario pagado.

También otros frenos, como la falta de un mercado mayorista, imposibilitan el avance de la iniciativa privada y la formación de fuentes de empleo en las dimensiones requeridas por el país. Como resultado, continuarán las plantillas infladas que impiden la reorganización de los centros de trabajo, el incremento de la productividad y la elevación del salario real, que sigue deteriorándose aceleradamente. En 2011, el salario medio mensual nominal creció un 2,2 %, mientras los precios en los mercados de productos agropecuarios aumentaron un 19,8 %, según informó la Oficina Nacional de Estadísticas. También se elevó el precio de la electricidad a partir de determinados consumos, con una escala de incrementos que van de 15,3 % a 184,6 %, y se multiplicaron varias veces los precios de los productos sacados del sistema de racionamiento, como los artículos de higiene y limpieza. Aunque el Gobierno no ha informado la inflación del año, debe haberse elevado a un porcentaje de dos dígitos, reforzándose la tendencia a la disminución del salario real, que era en 2010 inferior en 30 % al existente en 1989, según análisis de académicos residentes en Cuba y en el exterior.

En los alimentos ha fracasado el esfuerzo del Gobierno por disminuir la dependencia de las importaciones, a pesar de que se han entregado en usufructo más de 1,3 millón de hectáreas de tierras ociosas. En 2011 se gastaron más de 1.700 millones de dólares, sobre alrededor de 1.500 millones en 2010, y todo hace indicar que en 2012 pudieran crecer las compras en el exterior. Los primeros meses del año ha habido desabastecimiento y precios sumamente altos de los productos del agro en el mercado interno. Ya se conoce que la producción de papa será inferior a la precedente, pudiendo ser la peor en muchos años. La zafra azucarera presenta demoras en provincias cruciales, con posibles complicaciones si las lluvias de primavera se adelantan. Resulta inconcebible que sigan gastándose tantos recursos financieros en la compra de alimentos en el exterior, pero no se destinen mayores fondos para ofertar a los campesinos medios para producir. Además, la situación de los alimentos se complica por el incremento de sus cotizaciones en el mercado internacional. Irónicamente, el azúcar se mantiene con altos precios, en un entorno de 25 centavos libra, por lo que si Cuba contara con excedentes, tendría enormes beneficios.

En las inversiones tampoco se aprecian avances. Por el contrario, se refuerzan las tendencias de descapitalización presentes desde inicio del Período Especial. La Formación Bruta de Capital Fijo no rebasa actualmente el 10 % del Producto Interno Bruto, lo que es inferior al 50 % del promedio de América Latina y el Caribe. Una situación difícil de resolver, dada la casi nula disposición de recursos financieros para modernizar y desarrollar la atrasada economía cubana, a lo que se agrega la inseguridad existente para la inversión extranjera. Como señalara la Dra. Alicia Barcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU (CEPAL), en una reciente visita a la Isla, las inversiones constituyen un puente entre el presente y el futuro de las naciones. En Cuba este nexo es virtualmente inexistente, y ni siquiera posibilita hoy la reposición de los bienes amortizados, en un viaje sin escalas hacia el pasado.

Paralelamente, no ha variado el panorama de la dualidad monetaria, con sus nefastas consecuencias económicas y sociales. La “progresiva, gradual y prudente valoración del peso cubano”, anunciada hacía tiempo y ratificada por Raúl Castro en su discurso de investidura el 24 de febrero de 2008, no se ha visto por ninguna parte. Al mismo tiempo, el racionamiento sigue vigente, aunque algunos productos han sido liberados del sistema, junto a la proliferación de mercados diversos tipos de precios y monedas de pago diferentes. Tanto el problema de la divisa como el racionamiento no podrán resolverse con tímidas medidas, que se quedan a mitad de camino y carentes de una visión integral. Si se compara con las reformas aplicadas en China y Viet Nam en igual espacio de tiempo, lo realizado en Cuba es mínimo. Por ello no debe extrañar que los resultados económicos en esos países fueran altamente superiores en los primeros años de las reformas a lo obtenido por Cuba.

En el aspecto político, los avances han sido mínimos, aunque el Presidente en más de una ocasión ha subrayado su vocación a favorecer el diálogo y no temer a las discrepancias. Es cierto que el estilo ha cambiado. Vivimos en una sociedad con menos agitación política: los horarios de la televisión se cumplen y se han reducido notablemente las marchas, contramarchas y mítines que ahogaban a la ciudadanía. Incluso algunos intelectuales pueden reflejar sus críticas a niveles impensables antes de julio de 2006. Con muchas limitaciones han comenzado a aparecer ciertos espacios de debate. Escritores y artistas con obras críticas al sistema imperante salen y regresan, en un ambiente de semitolerancia. El propio Raúl Castro públicamente en ocasiones ha realizado diagnósticos realistas sobre la difícil situación nacional, reconociendo que el país está ante el precipicio y es necesario emprender transformaciones estructurales y de concepto, criterios que junto a los cambios efectuados —con todas sus conocidas limitaciones— representan una mentalidad más pragmática, a la que existió hasta julio de 2006.

Sin embargo, continúa la represión, con otro estilo, y siempre existe el peligro de que se pueda regresar a los peores momentos del pasado. Usualmente las detenciones de los disidentes son de corto plazo y se mantiene el viejo método de los mítines de repudio y los grupos paramilitares para acosar a las personas que defienden sus derechos a la libertad de expresión y reunión. Prisioneros políticos han sido dejados morir durante huelgas de hambre, lo cual indica la prevalencia de altos índices de insensibilidad e intolerancia en el régimen.

Igualmente ha resultado contradictoria e indefendible la política exterior desarrollada en los últimos años. En vez de aprovechar la presencia en la Casa Blanca de una Administración dispuesta a dialogar y encontrar soluciones, que ha dado muestras de buena voluntad para encontrar caminos hacia la normalización de las relaciones, se ha hecho todo lo contrario manteniéndose una retórica agresiva que solo ha contribuido para brindar argumentos a los enemigos del entendimiento en Estados Unidos, atándole las manos al Presidente Obama para continuar con sus gestos de amistad hacia el pueblo cubano. De ello habla la absurda defensa de cuanto régimen tiránico existe en el planeta, en una cerril política anti-norteamericana. A esto se agrega la incomprensible actitud de mantener en prisión al contratista Alan Gross por haber introducido en Cuba artefactos electrónicos, en su mayoría adquiribles al detalle en cualquier parte del mundo, para ser entregados a miembros de la comunidad judía, hecho que únicamente ha servido para paralizar el mejoramiento de las relaciones.

Por otra parte, mientras se califica oficialmente a la prensa cubana como aburrida y poco original, nada cambia en la práctica, y persiste el secretismo, el ocultamiento y la tergiversación de los hechos en los órganos de información. Se han eliminado las “batallas de ideas”, los trabajadores sociales, los maestros emergentes y los integrales, las escuelas en el campo, y se ha introducido cierta racionalidad, pero persiste el concepto totalitarista de mantener el poder absoluto sobre los ciudadanos, reiterado en la Primera Conferencia del Partido Comunista, efectuada en 28-29 de enero. Esa intención chocará cada vez con mayor fuerza con las aspiraciones de un pueblo que clama por un cambio radical de unas estructuras económicas, políticas y sociales vistas como obstáculos a las ansias de progreso y bienestar. Los diagnósticos correctos son necesarios, pero sin el tratamiento adecuado y en tiempo, resultan baldíos.


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