Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Mariel, Transporte, Economía

Un ejemplo de pensamiento estratégico

Las posibles implicaciones geopolíticas y económicas detrás de la transformación del puerto del Mariel

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Algo que ha caracterizado la conducción económica de Cuba bajo la Revolución es la carencia de un pensamiento estratégico para enfrentar las cambiantes circunstancias por las que la Isla ha atravesado. La única excepción que pudiera identificar fue en 1975 cuando se implantó el primer modelo económico regularizado a escala nacional, conocido como Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, que se amoldaba a la visión soviética de gestión y que era una necesidad para poder aprovechar al máximo la plena integración de Cuba al esquema integracionista de los países socialista europeos. Fuera de ese momento, lo que ha primado es la improvisación, el voluntarismo, el actuar reactivamente para resolver los problemas coyunturales.

El último intento por tratar de establecer un proyecto de desarrollo económico con visión estratégica fue en el VI Congreso del Partido Comunista Cubano celebrado en el 2011 a través de los Lineamientos Económicos y Sociales. En mi opinión, los Lineamientos están lejos de ser ese proyecto. Es más bien una hoja de ruta, con tareas, metas, muchas de ellas sin conexión y que no apunta a la construcción de un nuevo modelo que garantice el desarrollo.

A pesar de esas debilidades, los Lineamientos son la guía que se está utilizando para la realización de las reformas en curso. Al menos así se plantea en el papel y públicamente por los dirigentes cubanos.

Sin embargo, en la aplicación de algunas políticas y en el desarrollo de ciertos proyectos de inversión se pueden percibir ciertas tendencias y coherencias que no parecen ser el fruto de una improvisación, sino de un pensamiento estratégico que busca conducir el país hacia objetivos económicos y geopolíticos no claramente expresos en documento alguno ni en el discurso oficial. Puedo percibir que la reforma va redefiniendo lentamente la estructura económica del país, sectorial y territorialmente, así como su inserción en la economía internacional, donde el papel que podría jugar el mercado norteamericano en dicha inserción no se está descartando.

Es en este contexto que se ubica el proyecto de ampliación y modernización del puerto del Mariel.

El proyecto del puerto del Mariel y sus implicaciones

En los Lineamientos Económicos y Sociales que finalmente se aprobaron en el VI Congreso del Partido hay una muy somera mención al puerto del Mariel, que incluso, fue reducida en relación al documento original. Bajo el acápite Política para el Transporte, en el punto 277 se dice: “Alcanzar un eficiente programa inversionista en el desarrollo portuario del país, en especial del Mariel”[i]. Esta mención, aunque se pierde dentro del voluminoso documento, es destacable porque es la única de su tipo que se hizo a pesar de que está en curso o en planificación otros proyectos similares de la infraestructura física del país y ello puede ser reflejo de la importancia estratégica que la actual dirigencia cubana le está asignando al esfuerzo que allí se está acometiendo.

El puerto del Mariel, ubicado al oeste de La Habana, en la provincia de Artemisa, se pretende convertirlo en el mayor puerto de carga de Cuba, sustituyendo en esa función al de la capital, cuya área se utilizaría para propósitos turísticos y recreacionales. Para ello se está edificando una moderna terminal de contenedores, que cuando esté en su máxima capacidad operacional, podrá operar un millón de contenedores al año, muy superior a la actual capacidad del puerto capitalino que mueve 350.000 contenedores anuales.

La obra cuyo costo está estimado en cerca de mil millones de dólares, financiada por Brasil y ejecutada por la empresa Odebrecht del mismo país, será también el corazón de una Zona de Desarrollo Económico que tendrá como actividad productiva central la industria ligera dirigida a cubrir las necesidades del país y para la exportación. También se pretende que sea la base de las exploraciones petroleras que se acometen en las aguas territoriales del norte de Cuba y que sirva de puerto de trasbordo regional, con condiciones para recibir a la nueva generación de buques, de mayor capacidad de carga, que estarán transitando entre el Atlántico y el Pacífico gracias a la ampliación del Canal de Panamá.

El proyecto de inversión incluye también almacenes, cámaras frías, centro de suministro de combustible, de distribución de alimentos y otros servicios. Además contará con una red vial y ferroviaria conectada a las vías existentes con el fin de garantizar el movimiento de mercancías que generará la instalación. Se espera que la terminal de contenedores inicie operaciones de forma parcial en el 2014 y será administrada por la firma de PSA International de Singapur, la segunda empresa más importante a nivel mundial en manejo de instalaciones portuarias.

El proyecto de inversión en el puerto del Mariel se realiza muy a tiempo, en los momentos que la ampliación del Canal de Panamá redefinirá todo el tráfico marítimo de carga en la Cuenca del Caribe, cuando a partir del 2015 circulen con asiduidad entre el Océano del Pacífico y el Atlántico buques de nueva generación denominada Postpanamax, capaces de transportar hasta 3 veces más de carga que los actuales medios. Cuando la inversión en el Mariel concluya colocará a Cuba en una posición competitiva en la región ya que será uno de los pocos países capaces de recibir y operar ese tipo de embarcación.

Podría preguntarse: ¿Por qué se decidió acometer ese proyecto de inversión en el Mariel y no en otro puerto, por ejemplo, el de Santiago de Cuba que tiene la misma profundidad marítima en el área de los muelles, pero tiene una mayor en el canal de entrada?. Para responder a esta pregunta tenemos que enfocar el análisis de este proyecto no como un asunto de infraestructura física, sino de estrategias que pueden tener ramificaciones económicas y geopolíticas; territoriales y regionales.

Hay un primera estrategia implícita de carácter territorial: afianzar la región occidental y oeste-central como el principal eje de crecimiento y acumulación del país, teniendo como vértices, por el lado norte, al Mariel, La Habana, Varadero y Matanzas y por el lado sur a Cienfuegos. El papel que tendría la bahía de La Habana y sus instalaciones portuarias sería de un área de desarrollo turístico que involucraría el acceso marino y sus inmediaciones terrestres, consolidándose de esta forma la ciudad junto a Varadero como los principales polos turísticos del país. Matanzas es el punto central de entrada del petróleo que adquiere Cuba y se está conectando directamente con la refinería de Cienfuegos a través de un oleoducto en construcción. Por su parte la Perla del Sur va ampliado su papel en este esquema económico territorial con la modernización de su refinería, la construcción de una terminal para recibir supertanqueros de petróleo y su conversión en un Polo Industrial a partir de la producción de derivados del petróleo y otros productos químicos.

Hay una segunda estrategia envuelta de implicaciones sectoriales: La redefinición de los sectores que serán los principales ejes de acumulación. El proyecto del puerto del Mariel se une a la decisión de continuar fortaleciendo el sector biotecnológico y farmacéutico e impulsar el área más débil del mismo: las exportaciones; a la decisión de darle un segundo aire al turismo, buscando diversificar la oferta turística y aumentar las capacidades hoteleras, a la modernización de la infraestructura física general (aumento de las líneas de celulares, la construcción del nuevo puerto petrolero y el oleoducto ya mencionado, renovación de la infraestructura ferroviaria, construcción de un nuevo aeropuerto en la capital, etc.); se une también al incremento de las exportaciones de recursos humanos calificados.

Lo que se está observando es una especialización de Cuba en dos vertientes: una productiva asentada en producciones de alto contenido científico-tecnológico y otra de servicio en áreas que aportan mayor valor agregado. Si bien esta política se inserta dentro de las tendencias mundiales, en el caso cubano no es necesariamente una virtud, porque se está sacrificando un gran activo histórico que es la diversificación de la base productiva cubana, con una experiencia industrial y agrícola centenaria. Este déficit se puede paliar si logra funcionar eficientemente la zona económica especial del Mariel y el Polo Industrial de Cienfuegos. Quedaría pendiente la necesaria revitalización del sector agropecuario y el papel que jugaría en el futuro la minería y las ramas sideromecánicas.

Hay una tercera estrategia subyacente y es la geopolítica. El proyecto del Mariel se puede ver como parte de los “mensajes” que la dirigencia cubana está enviando al vecino del norte (debemos incluir en esos mensajes las expectativas creadas por las posibles reservas de petróleo en los mares territoriales de Cuba y los issues de seguridad que su explotación pueden implicar, así como la anunciada intención de construir 16 campos de golf en el país) de una pretendida importancia económica que la Isla puede significar para las compañías norteamericanas, para que estas puedan ejercer presión sobre el liderazgo de Estados Unidos para lograr flexibilizar o eliminar el embargo sobre la Isla.

Coincido con Pedro Monreal[ii] en la importancia que jugaría el puerto del Mariel en la nueva logística de trasportación y productiva que se derivaría, para Estados Unidos, de la ampliación del Canal de Panamá, porque por su ubicación el puerto podrá servir como punto de trasbordo de aquella carga que se mueva en la ruta Pacífico – América del Norte – Europa, ya que la carga que se mueve por el mismo Caribe en la ruta Pacífico – América del Sur – Caribe – Europa podrá ser manejada perfectamente por los puertos de San Cristóbal en Panamá, Caucedo en República Dominicana y Cartagena de Indias en Colombia, que se está ampliando y modernizando igualmente.

La concertación de estas tres estrategias va a depender de varios factores: por una parte, del nivel de revitalización macroeconómica (productiva) de Cuba. Un puerto de las dimensiones que estamos hablando tiene sentido si está respaldado por una actividad económica doméstica y externa sólida. También dependerá de la eficiencia con que se maneje el proyecto y de la evolución de las relaciones Cuba – Estados Unidos.



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