Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Laura Pollán

Una víctima del odio

Como sus compañeras Damas de Blanco, en estas manifestaciones Laura Pollán no portaba un fusil, sino un gladiolo; como sus compañeras, no gritaba improperios, mostraba una sonrisa

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Laura Pollán no era de ascendencia burguesa, no había nacido en cuna de oro, ni siquiera tenía ínfulas de altivez en su quehacer diario. Ella nació allá, lejos, en la ciudad oriental de Manzanillo, el 13 de febrero de 1948; tenía once años de edad cuando triunfó la revolución cubana que proclamaría la igualdad, la abolición del racismo, el poderío de los humildes, la emancipación de la mujer y el respeto hacia ellas.

Ella era profesora de literatura de nivel medio, ama de casa y apasionada de las plantas. Nunca sospechó que sería la líder espontánea de un movimiento que reclamaría democracia a aquella revolución “de los humildes y para los humildes”. Ni mucho menos que alguna vez debiera proclamar: “Nosotras no tenemos miedo. Más de lo que este Gobierno nos ha hecho ya no nos va a poder hacer. Se llevaron a nuestros familiares y nos destrozaron la vida… Para hacernos callar deben acabar con nosotras”. Esto dijo porque los elementos castristas las ultrajaban, las golpeaban, a ella, a su grupo, las Damas de Blanco, cuando trataban de manifestarse pacíficamente pidiendo la libertad para sus esposos, reos víctimas de la Primavera Negra de 2003. Como sus compañeras Damas de Blanco, en estas manifestaciones Laura Pollán no portaba un fusil, sino un gladiolo; como sus compañeras, no gritaba improperios, mostraba una sonrisa. Ella lo dejó claro en una entrevista divulgada en 2008: “A este Gobierno no le ha entrado en la cabeza que nosotras, las Damas, no somos políticas… Somos pacíficas, salimos a la calle a pedir la libertad de nuestros familiares injustamente apresados. No pedimos la muerte de nadie, queremos paz…”; por eso los gladiolos, las sonrisas.

Hace veintiún días, cuando Pollán y sus compañeras intentaban asistir a una misa por el Día de la Virgen de la Merced, patrona de los presos, fueron acosadas y maltratadas por elementos de la dictadura, frente a la propia casa de ella. Las imágenes que dieron la vuelta al mundo mostraban una turba enardecida profiriendo insultos, gesticulando amenazadoramente, empujando hacia dentro del domicilio a Pollán y sus compañeras. Convoco al lector a que revise estos videos: en los ojos intensamente verdes de Laura Pollán no había odio. Su último recorrido con las Damas de Blanco fue el pasado 2 de octubre, por la Quinta Avenida de La Habana. El 7 de octubre fue ingresada, grave, en el Hospital Calixto García, de la capital cubana. Padecía de diabetes, que se le había complicado con una insuficiencia respiratoria; su estado de salud empeoró cuando contrajo dengue, al parecer mientras se hallaba hospitalizada. El 14 de octubre, a las 19:50, murió.

Según las noticias que llegan, disidentes de unos y otros sitios de la capital fueron impedidos por las fuerzas castristas de asistir a los funerales, que se extendieron durante dos horas en una funeraria habanera, antes de que los restos de la activista fueran incinerados. En su casa de la calle Neptuno, en Centro Habana, está abierto ahora mismo, y lo estará durante tres días, un libro de condolencias.

El certificado de defunción de Laura Pollán dará cuenta de que murió de un “Paro respiratorio”, o algo así. Hasta ahora no se sabe de ningún certificado de este tipo, que exprese: Causa de la muerte: “Víctima del odio irracional”.


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