Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Opinión

La celebración de Jellaby

Fiesta en Miami y movilización de turbas en La Habana: La cultura democrática tiene un largo trecho por andar.

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Al estudiar la Revolución Rusa, el historiador británico E. H. Carr advertía: "El peligro no es que tendamos un velo sobre las enormes manchas en la historia de la Revolución, sobre su costo en términos de sufrimiento humano, sobre los crímenes cometidos en su nombre. El peligro mayor es la tentación a olvidar todo de una vez y pasar en silencio sobre sus inmensos logros". Esa advertencia es aplicable al legado que Fidel Castro dejará a sus sucesores. Desde una perspectiva democrática, el análisis de la figura de Fidel Castro en nuestra historia debe ser —como propuso el escritor nicaragüense Sergio Ramírez—"sin apasionamientos".

Para no hacer a la revolución lo que ésta hizo a la república, es necesario ponderar tanto lo que Cuba ha alcanzado como lo que falta por lograr. Fidel Castro ha sido gestor central tanto de los logros modernizadores de la revolución en el plano socioeconómico como de las políticas regresivas que su gobierno adquirió al adoptar el sistema comunista.

Para poner un ejemplo, la revolución desarrolló un extraordinario capital humano al dar acceso a la educación hasta al más pobre. Ese es un importante activo para el desarrollo económico y la democracia. A la vez, la censura comunista ha sido obstáculo mayor al crecimiento económico y las libertades cívicas. Según la UNESCO, Cuba tiene los mejores indicadores de educación de América Latina. Según el Banco Mundial, Cuba tiene la más baja tasa de acceso a Internet (13 por cada 1000) en la región.

Construir la tercera república cubana desde la moderación demanda asumir esa complejidad histórica como punto de partida. El mejor mensaje para el actual momento cubano es el lema positivista de la bandera de Brasil, "orden y progreso". En consecuencia, se necesita: 1) Promover gradualmente las libertades civiles de viaje, expresión y asociación negadas por el actual sistema unipartidista; 2) Desarrollar un Estado de bienestar general sostenible a partir de una apertura al mercado que preserve las conquistas revolucionarias de acceso generalizado a la salud y la educación; 3) Preservar el derecho de los cubanos a decidir su destino político sin injerencias de ningún gobierno extranjero.

¿Puede funcionar tal proyecto? Sorprendentemente ha funcionado muy bien en la Europa del Este y Asia, donde modelos evolutivos generaron los mejores sistemas de transición democrática. Hungría, donde las reformas de Kadar comenzaron gradualmente desde 1968, tiene hoy, bajo gobierno del partido socialista, los mejores indicadores sociales y económicos de la región.

Las condiciones previas

En la misma Cuba, los mayores avances de libertad se alcanzaron con estrategias gradualistas. Las comunidades religiosas trabajaron desde dentro del sistema, abriendo fisuras en la ideología oficial y forzando políticas más tolerantes desde el diálogo.

Mucho tiempo atrás, Seymour Martin Lipset demostró que los procesos de modernización política ganan viabilidad si ocurren en secuencia, sin amontonar tareas históricas en un mismo período. La apertura soviética a finales de los ochenta, cuando se trató de hacer todo a la vez, es el ejemplo perfecto de lo que no debe hacerse. Desde esa perspectiva, conviene preguntarse: ¿Cuál es la estrategia óptima de liberalización desde las condiciones específicas de Cuba? ¿Existen prerrequisitos o condiciones necesarias previas para desarrollar un sistema democrático en Cuba? Si existen, ¿cuáles son? ¿Cuáles entre ellos son imprescindibles?

Fareed Zakaria señala que las dos precondiciones más asociadas a la consolidación democrática son la existencia de un crecimiento económico sostenido con orientación al mercado y el desarrollo de un Estado de derecho. Como China muestra, los cambios económicos desarrollan espacios independientes del control estatal que introducen elementos de democracia.

Simultáneamente con un ascenso en el nivel de vida de la población, las reformas de mercado desarrollan un incipiente Estado "por derecho" en las transacciones económicas que se expande a otras áreas de la vida social. Una mayor inserción en el mercado mundial requiere un mayor acceso a las modernas técnicas de comunicación, más contacto con el exterior y un Estado más eficiente.


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