www.cubaencuentro.com Martes, 12 de abril de 2005

 
  Parte 1/2
 
Vivir la historia para darse cuenta de ella
GCI escribe por última vez con el humo de su inevitable tabaco una palabra que señala una ciudad perdida e inventada: La Habana.
por RITA MARTIN, Carolina del Norte
 

No hace mucho, a la edad de 93 años, moría el poeta y narrador polaco Czeslaw Milosz (Premio Nobel, 1980), recordado sobre todo por su libro El pensamiento cautivo (1956). Hace apenas una semana el dramaturgo norteamericano Arthur Miller (Premio Pulitzer, 1949) cerraba los ojos con el olor de los últimos narcisos. Y como quien se une despaciosamente a esta cadena, el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante (Premio Cervantes, 1997) escribe por última vez con el humo de su inevitable tabaco una palabra que señala una ciudad perdida e inventada: La Habana.

Pero la muerte y los premios son tal vez lo que menos habla de cualquier intelectual, y a Milosz, Miller y Cabrera Infante les unía otra voluntad, otra vocación y otro destino: los tres denunciaron la hipocresía de cualquier poder y todo lo que de la vida acariciaron, lo trocaron en escritura, e inscribieron en ella el signo o acción de la palabra rebelde. Los tres se separan en su capacidad de clarividencia. Mientras Milosz y Miller lograban penetrar la historia a través de signos presentes pero imperceptibles, Cabrera Infante, como la mayoría de los mortales, tuvo que vivir la historia para darse cuenta de ella.

Guillermo Cabrera Infante procedía de una familia comunista. En su juventud se adhirió a la ideología de su padre y, como muchos otros al triunfo de la revolución cubana, eligió la política sin vacilación. Dirigió Lunes de Revolución y fungió en cargos culturales del gobierno y tuvo la opción de permanecer viviendo al amparo del aparato oficial. Pero los supuestos de Guiteras-Holmes, Martínez Villena y Julio A. Mella —cubanos socialistas todos ellos— no se correspondían con los principios de Fidel Castro, quien comenzara a seguir a Mussolini y a Stalin indistintamente en su famosa frase a los intelectuales de la Isla: "Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada".

Y Cabrera Infante se armó de valor al comprender que no eran motivos estéticos ni generacionales los que discutía el sistema nuevo en el poder, sino que se ejercía sencillamente una palabra: censura. Tuvo la opción de dejar de ser verdugo y tomar el camino al que habían sido obligados y empujados otros intelectuales y a lo cual había contribuido el propio Lunes de Revolución.

Gran parte de la obra de Cabrera Infante es una reflexión de estos años, una amarga crítica de sí mismo. Durante años, lectores y críticos pensaron que sería capaz de escribir una literatura contra sí mismo. Pero el ser humano llega a los límites psíquicos que le está permitido para no enloquecer y Cabrera Infante sobrevivió dentro de estos ínferos. Mea Cuba y Vista del amanecer en el trópico dan fe de ello.

1. Inicio
2. Del humor...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Verena tropical
CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Farmville
Polemiza, que algo queda (II)
CED, Farmville
Million Dollar Baby: basura trascendente
NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Hollywood
Un 'nuevo' concepto de honestidad intelectual
ORIOL PUERTAS, La Habana
Para no olvidar lo que somos
CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Farmville
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir