Actualizado: 22/04/2024 20:20
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24 horas en la vida de tres mujeres

Esta es la primera película cubana en la cual La Habana resulta una ciudad indistinguible, a pesar de que los personajes pasan por muchos lugares muy conocidos

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Se llaman Mónica, Violeta y Mayelín, pero pudieran tener cualquier otro nombre. Son tres mujeres anodinas, atrapadas en el callejón sin salida de la cotidianidad sin esperanzas. Son como casi todos nosotros.

Las mujeres de Venecia son compañeras de trabajo en una peluquería estatal. Violeta es la más reservada, es obvio que oculta algo. Mónica es la mayor, la supuestamente más madura, está casada y su marido, para envidia de las otras dos, la trae en moto al trabajo. Mayelín es una bulímica con serios problemas de imagen corporal, parece tener poco que ver con las otras dos y es la instigadora del grupo, parece tener una deuda existencial que saldar. La trama nos da a entender que aunque comparten el horario laboral, conocen poco las unas de las otras.

Es el día del cobro y Mayelín embulla a las otras dos a salir, a ir a un bar, a comer en un restaurante y a terminar en una biblioteca. Las otras dos aceptan y a partir de aquí el argumento las sigue en esta pequeña aventura, en el transcurso de la cual se van revelando sus personalidades, van cayendo tabúes y se liberan represiones. Violeta finalmente se desata con fuerza y se libera del dolor que la golpea, Mayelín trata de olvidar sus problemas de autoestima y de expresarse físicamente y Mónica, la mayor y aparentemente más convencional termina siendo la más promiscua.

Las tres han tomado la aventura con poco entusiasmo, igual que viven sus vidas. Se van dejando llevar por los acontecimientos y finalmente han gastado todo el dinero del cobro, quedándoles solamente sueños lejanos por compartir.

La película resultó ser una grata sorpresa. Por supuesto, no tiene nada que ver con el título de esta crítica parafraseando a la novela de Stefan Zweig, 24 horas en la vida de una mujer, llevada al cine una vez en Argentina (1944) y dos veces en Estados Unidos (1952 y 1961). La obra de Zweig está poblada por playboys, posadores y aristócratas desconsolados. En Venecia los personajes no pueden ser más simplones, pero por eso mismo reflejan grandes complicaciones. No están escritos con el propósito de ser representativos o significativos, pero resultan siéndolo. Expresan un collage que dice mucho del grupo social al cual pertenecen y del medio en el cual se desenvuelven. Por no ser política, la película es casi un tratado político sobre la actualidad de Cuba.

No se mientan el país ni los lugares, pero se sabe dónde ocurre todo. Hay un elemento de innovación en este filme que no sé a quién se le puede atribuir, si al director o a la guionista. Esta es la primera película cubana en la cual La Habana resulta una ciudad indistinguible, a pesar de que pasan por muchos lugares muy conocidos. Tanto el enfoque de los planos como el de las situaciones convierten a La Habana en una ciudad imposible de diferenciar de los barrios marginales de Cartagena, de Ciudad México o de Bangkok. Es una ciudad que no se parece a sí misma. Este encauzamiento le da trascendencia a los personajes y a la trama.

Marybel García Garzón, una actriz proveniente del teatro, quien sigue haciendo teatro en Cuba, está excelente en el papel de Mónica. Su transición de mujer más experimentada, que desde el principio asume el rol de “madrina” de las otras, a una mujer que se rinde ante el primer arrebato sexual con un extraño, es sutil y precisa. A pesar de ser una actriz de teatro ha reducido las gesticulaciones al mínimo requerido por el cine.

Violeta es interpretada por Claudia Muñiz, quien también escribió el guion. Es un personaje que se mantiene contenido y que explota apropiadamente más allá de la mitad del filme. La actuación es muy buena, coloreada por matices suaves que la actriz sortea muy bien. Muñiz actualmente reside en Nueva York donde parece haber seguido su carrera como actriz y guionista. Anteriormente había trabajado en Los dioses rotos, Marina, 7 días en La Habana y Jirafas.

El papel más flojo es el de Mayelín. El personaje no queda nunca bien definido, tiene sus momentos buenos, pero nunca cuaja, no está bien escrito o al menos no está escrito con consistencia y la actuación de Marianela Pupo, quien apareció brevemente en 7 días en La Habana, sigue esa línea. Tiene momentos muy malos y estereotipados y tiene también momentos muy buenos. Pupo reside ahora en Miami.

El guion de Claudia Muñiz es probablemente lo mejor de la película. La psicología de las tres mujeres, excepto la de Mayelín, está muy bien dibujada apoyándose en detalles de la cotidianidad. Nos revela con calma los problemas de cada cual, no acude a excesos ni a ningún fuego artificial. No hay pretenciosidad más allá de narrar una trama de forma interesante. Evita los defectos usuales de los guionistas cubanos (pomposidad, gravedad, significatividad, diálogos impronunciables y arengas político-existenciales). Es un guion muy bien sazonado y muy bien pensado. Muñiz había escrito los guiones de Marina y de Jirafas. Ha trabajado varias veces con el director.

Por su parte, Enrique Kiki Alvarez (La Habana, 1961), ha encontrado el vehículo perfecto para zafarse de los complejos que limitaban su obra anterior. Miradas (2001), fue una película de grandes pretensiones que resultó una obra vacía y picúa. Marina (2011) se lastra por un afectado estado de contemplación y de cuestionamiento existencial que suena falso No he visto sus otros largometrajes, pero sí algunos de sus cortometrajes que son aptos. En Venecia mantiene un control firme sobre guion, actores y fotógrafos, sin que se note la técnica, como debe ser. Por no tratar de ser experimental, le salió un filme muy insólito en el cine cubano, aunque entronca con algunas de las últimas producciones del cine brasileño y del cine mexicano.

La fotografía de Nicolás Ordóñez (Bogotá, 1977), un experimentado cinematógrafo colombiano, es excelente y ayuda a mantener el tono y el ambiente del guion.

Esta película se promueve como de ser la primera película cubana producida por Crowdfunding o Micromecenazgo. Aunque tuvo el apoyo del ICAIC y de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, fue trabajada por un equipo muy reducido, quienes parecen formar una familia, pues han trabajado juntos anteriormente, distribuyéndose funciones de guion, producción y asesoría. Ordóñez, al igual que Alvarez y Muñiz. La película fue premiada en el Festival de Gramado, en Brasil en la cual las tres actrices compartieron el premio de mejor actuación estelar y Ordóñez ganó el de mejor fotografía. Tras dar vueltas por el circuito festivalero, que incluyó el de Miami en 2014, finalmente puede conseguirse en DVD.

Siguiendo por 24 horas las vidas de estas tres mujeres simplonas, se revelan muchos aspectos de la realidad de la juventud de hoy en Cuba (y también en otras partes) y el azogue se convierte en un espejo para que el espectador mire a su interior. La Venecia del título es el sueño imposible, la ilusión de una nueva vida que nunca vendrá, pero que es lo único que nos queda.

Venecia (Cuba, 2014). Dirección: Enrique Kiki Alvarez. Guion: Claudia Muñiz. Director de fotografía: Nicolás Ordónez. Con: Marybel García Garzón, Claudia Muñiz y Marianela Pupo.

Disponible en DVD en diversos sitios como Kímbara Cinemateca Cubana.


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