Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Cine, Arte 7

Antonioni: el cineasta con manos de pintor

En 2012 se cumplieron cien años del nacimiento de Michelangelo Antonioni, y CUBAENCUENTRO reproduce esta entrevista hecha al realizador italiano

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Michelangelo Antonioni nació en Ferrara en 1912, pero ahora vive en Roma, no entre las ruinas del antiguo imperio, sino en un barrio elegante de las afueras. Mientras subo en el ascensor, pienso que voy a conocer a uno de los cineastas más discutidos y laureados de los últimos tiempos.

Abren la puerta que da a una amplia sala toda encristalada desde la que se ve el Tíber —verde, recóndito, apacible— el río que tanto aman los romanos. La pieza está llena de cosas. Me siento a esperar mientras curioseo de lejos: cajas de tabacos cubanos (Partagás, Montecristi), discos de Beethoven, libros de Marc Chagall, de Giorgio de Chirico, de Paul Klee; proyectores, grabadoras, diversos aparatos y cuadros en las paredes. Un agradable caos.

En ese momento llega Antonioni. Alto, canoso, tímido, sus manos son muy largas. Manos de pintor.

Comenzamos a hablar en “itañol”, esa simpática mezcla de italiano y español, capaz de poner en crisis a cualquier academia de idiomas. Nos entendemos a las mil maravillas.

Antonioni me cuenta en detalles la película que acaba de rodar: Identificación de una mujer.

Michelangelo Antonioni (MA): El personaje principal es un director de cine que busca una mujer para su filme, que es al mismo tiempo la que busca para él. Todo esto no queda claro en la película, porque es muy confuso en su cabeza. Hay dos personajes femeninos. Una muchacha que proviene de una familia aristocrática, como hay tantas en Roma, y que en una actitud contestataria abandona su hogar. La otra es una pequeña burguesa, que trabaja como actriz en pequeños teatros, cantinas, bares, donde se hacen espectáculos de vanguardia”.

¿Es una historia de amor?

MA: Hay amor, pero tiene otros conflictos, que están en otros filmes míos, pero que van más adelante. Espero que esta película tenga más de dos niveles de lectura.

En su filmografía se advierte siempre la presencia de la mujer. Usted declaró hace algunos años lo siguiente: “doy mucha importancia al personaje femenino, porque creo conocer mejor a la mujer que al hombre. Pienso que a través de la psicología de la mujer se puede filtrar mejor la realidad. Ellas son más instintivas, más sinceras”. ¿Sigue pensando igual?

MA: Ni más ni menos. Tal vez porque la mujer sea más corajuda que el hombre y enfrenta con mayor ímpetu la realidad, y se mete dentro de ella. En consecuencia, la entiende mejor. Es verdad que tenemos que recurrir a la inteligencia para entender la realidad. Pero la razón sin la intuición no llega a donde tiene que llegar dentro de la situación política y social en que nos encontramos hoy día. Los problemas de hoy, a nivel mundial, son muy complejos. No basta la inteligencia, hace falta la intuición política, que es verdaderamente la intuición poética.

¿Está de acuerdo con la definición de la crítica francesa que acuñó la expresión “neorrealismo interior” para definir su obra?

MA: Estoy de acuerdo solo para la primera parte de mi obra, que los críticos han llamado “La trilogía de la alienación”, y que termina con El Eclipse. Pero después de Blow-up, la problemática de mis filmes es distinta.

Ahora que habla de Blow-up, usted ha declarado que “la crisis del personaje (el fotógrafo inglés) es un poco también la mía en cuanto al modo de estar frente a la realidad”. ¿Qué se propuso expresar con ese no estar nunca seguro de lo que se ve?

MA: El problema es la apariencia de la realidad. Nosotros directamente no estamos muy seguros de nuestra imagen. No sabemos jamás qué es lo que está detrás de las cosas. Porque a veces las imágenes contienen un significado que no teníamos intención de transmitir. Y pueden tener la forma de una realidad que no existe, pero como imágenes resultan tan verdaderas como si existieran.

¿Qué participación tuvo Julio Cortázar en el guión de Blow-up?

MA: No participó. Todo fue muy reelaborado a partir de un diálogo previo con él. El filme no es la ilustración de su texto. Una película debe tener su autonomía con respecto a la obra literaria, debe ser una recreación.

¿A partir de cuál cuento de Cortázar se inspiró usted?

MA: Se titula Las babas del diablo.

¿Qué piensa de la actual cinematografía latinoamericana?

MA: Hay filmes brasileños que me gustan mucho. Me parece que hay muchos talentos en América Latina. Pero ese cine no llega aquí como una masa que se impone, sino como productos aislados. De modo que no tengo una idea de conjunto.

De repente, Antonioni entra en un tema que lo apasiona. Se agita en la poltrona, gesticula: habla de los últimos progresos en la tecnología del cine.

¿Ha usado esas innovaciones en su último filme?

MA: Todavía la técnica que usé no era completa, porque hoy los avances en el campo de la electrónica son tan rápidos que la técnica camina de mano con la poesía.

¿Puede explicarme en qué consiste esa nueva tecnología?

MA: Es una experiencia extraordinaria, porque pienso que es el futuro del cine. Los japoneses inventaron ahora una cámara que no tiene película, sino que graba en cinta magnética. Este recurso tiene la gran posibilidad de añadir y cambiar los colores de la realidad a través de la electrónica. En mi último filme (Identificación de una mujer) hay secuencias en las cuales alteré los colores. Puse las nubes amarillas, los árboles azules.

¡Pero eso es pintura!

MA: ¡Es pintura! Es el único modo de usar el color en el sentido poético. Por ejemplo: hay una escena en la que un personaje está sentado en una silla, cubierto con una cobija blanca. Poco a poco el personaje desaparece y todo lo demás permanece, no se mueve nada. Otro ejemplo: dentro de un cuadro puedo hacer un agujero electrónico y meter adentro un Picasso… ¡la gama de posibilidades es infinita!

A usted le gusta mucho la pintura. Veo que tiene muchos cuadros aquí. Además, La Noche, El Eclipse, El desierto rojo, más que títulos de películas parecen nombres de cuadros… ¿usted pinta?

MA: Cosas pequeñas con técnicas mixtas de collage. Pero no me considero un pintor, lo hago por diversión. Si lo soy, lo soy en el cine.

Para mí El desierto rojo fue una lección de color.

MA: También fue la primera señal sobre el peligro del desequilibrio ecológico, cuando nadie hablaba de eso, y ahora todos hablan de ese peligro…

Veo que algunos de sus collages se parecen bastante a los paisajes de las locaciones de Zabriskie Point, filmada en el Valle de la Muerte, en California.

MA: Sí, es verdad que se parecen, aunque esos collages que tú ves forman parte de una serie que he titulado La montaña mágica, en homenaje a Thomas Mann. Por cierto, ustedes en Cuba tienen un formidable pintor: Wifredo Lam. Me gusta mucho su pintura.

Blow-up fue filmada en Inglaterra y Zabriskie Point, en Norteamérica… ¿por qué estos desplazamientos geográficos? ¿La historia de ambos filmes no podría tener lugar aquí, en Italia?

MA: No, porque en aquel momento Londres era la capital de los fotógrafos. Era la época de la minifalda, del esplendor de Carnaby Street. Mi personaje era un fotógrafo de modas, de publicidad, y ellos, entonces, se transformaron en dioses allí. En el caso de Zabriskie Point es muy distinto, porque en el fondo es la historia de mis sensaciones en aquel momento (año 1969) que fue el período de la Convención Democrática de Chicago y del nacimiento del movimiento estudiantil. Estaba en pleno desarrollo el movimiento negro. Era una Norteamérica muy particular, hoy ya sabemos que es otra cosa. Y frente a esa realidad tuve ese tipo de emociones y filmé esa película.

¿Cómo recibieron los norteamericanos ese filme?

MA: En eso se equivocaron, porque eran emociones muy personales. No era exactamente una crítica. Pero se ofendieron tremendamente. Ahora el filme circula por todas las universidades. En Harvard hicieron un festival de mis películas y decidieron que ésa era la mejor. Pero esto hay que agarrarlo alegremente.

Y usted, ¿qué piensa? ¿Cuál es la mejor?

MA: No puedo hacer un juicio, porque cambio incesantemente.

¿Como Picasso?

MA: Sí —sonríe—, estoy de acuerdo, pero es una comparación muy ilustre.



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