Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cine de tesis, didactismo y pobreza narrativa

El problema mayor de Vestido de novia es que tiene una conclusión preconcebida y supedita la trama a su objetivo final, y con ello arrastra todos los defectos del cine de tesis

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La premisa es interesante y provocadora. Vestido de novia trata sobre la relación de una transexual con un desprevenido e ingenuo machista, en una sociedad como la cubana, en la cual los asuntos de diversidad sexual continúan siendo espinosos y por lo general malentendidos.

El filme, recién estrenado en el pasado 36 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, que tuvo lugar entre el 4 y el 14 de diciembre de 2014, se alzó con la Mención de Honor por Opera Prima de ficción a la directora Marilyn Solaya, con el Primer Lugar del Premio del Público y con los llamados premios colaterales que se conceden en dicho festival, que incluyen: Premio Caminos que otorga el Centro Memorial Martin Luther King, el Premio Sara Gómez otorgado por la Red de Realizadoras Cubanas y el Premio Cibervoto del Portal del Cine y del Audiovisual Latinoamericano y Caribeño de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano a la mejor Opera Prima.

Toda esta compilación de premios parece dirigida a conceder un carácter de significatividad a la obra basado mayormente en el tema en el cual se basa y no a los méritos artísticos del filme. No debe olvidarse que la cinta cuenta con la aprobación y el apoyo de Mariela Castro, hija del actual presidente y abanderada oficial de las campañas en favor de la tolerancia de la diversidad sexual y la profundización de los estudios de género. La ministro cubana del sexo.

La película empieza bien. Rosa Elena es una enfermera que vive con su marido, Ernesto y con su inválido padre. Parecen amarse y llevar una relación estable en la cual se apoyan entre sí para sobreponerse a las vicisitudes cotidianas de las carencias materiales que existen en la isla. Ernesto es un ingeniero que debe ir en bicicleta a su trabajo y luchar ahí con las trampas que le tienden tanto sus compañeros de trabajo, oportunistas buscavidas, como un personaje ominoso, Lázaro, que parece codirigir el proyecto en el cual Ernesto labora, junto con una empresa extranjera.

El mejor amigo de Rosa Elena es Sissi, un transexual que sueña con completar su conversión a mujer y a quien al principio Rosa Elena regaña por los riesgos que supone la operación en esos momentos, ya que tiene que ser clandestina. Y a partir de aquí, el desarrollo de los personajes comienza a deshacerse en una imperdonable torpeza narrativa.

El problema mayor de Vestido de novia es que es una película de tesis. Tiene una conclusión preconcebida y supedita la trama a su objetivo final y con ello arrastra todos los defectos del cine de tesis. Además, como señala la crítica cubana Danae Diéguez, es “una película que convierte una historia de amor en un discurso sobre la nación”. Esto la lleva a la grandilocuencia y al didactismo, además de a una gravedad argumental que no se ajusta al tono humorístico con el cual eficazmente comienza.

Otro problema de la película es algo típico que comparten la mayoría de los realizadores cubanos. Llevados quizá por las pocas posibilidades que tienen de filmar, una vez que tienen la oportunidad de dirigir un largometraje, no solo se exceden en sus aspiraciones artísticas, sino que tratan de abarrotar su obra de todos los temas de importancia que puedan pensar. Padecen de una enfermedad que yo llamaría seminalismo.

La película toca unos cuantos puntos críticos interesantes con respecto a la represión a los homosexuales y a los sexualmente diferentes. Para poder hacerlo y “burlar” a la censura, se justifica ubicando convenientemente la trama en 1994, lo cual tiene también la intención obvia de homenajear, de forma demasiado obvia y recurrente, al filme Fresa y chocolate, pionero en cuanto al tratamiento del tema homosexual en el cine cubano, que fuera estrenado ese año, así como la crisis de los balseros conocida como el “Maleconazo”. También, de manera pedestre, se escuda en una frase que en tono magisterial Rosa Elena le espeta a Sissi: “Espera, que las cosas en este país van a cambiar un día”. En resumen, ataca a un pasado ya “superado”.

Pero el guión tiene demasiados huecos. La ingenuidad de Ernesto es excesiva. Varios personajes se pierden de la escena por largos ratos, rompiendo el ritmo narrativo (y no por innovación, ya que esto es un filme convencional), apareciendo más tarde de forma simplificada, pareciendo como que a la directora se le olvidó la existencia del personaje y su relevancia en la trama, reinsertándolos con prisa. Esto sucede principalmente con los personajes de Sissi y de Lázaro.

Por otra parte. A medida que avanza la cinta y que se pasa sin sutileza de lo íntimo a lo macro, de la historia a la Historia, los personajes se vuelven más estereotipados y el manejo de sus relaciones más maniqueos. Casi todos los heterosexuales de la película son “malos” seres de poca moral, traidores y explotadores. Los únicos moralmente íntegros son los sexualmente diversos. Para colmo de males, casi da a entender, a la fuerza y sin coherencia dramática, que todo machista es un homosexual reprimido. Demasiados clichés, demasiada ramplonería para probar una tesis. Involuciona del discurso artístico a la pancarta y termina como un ejercicio de agitación y propaganda. Incluso si uno está de acuerdo con lo que el filme propone temáticamente, no puede negar que resulta un desastre cinematográfico y que carece de imaginación.

Es una lástima que la película se desintegre de tal manera, porque aparte de sus méritos argumentales, Laura de la Uz e Isabel Santos desempeñan sus papeles con fluidez y naturalidad. Sus actuaciones son impecables, con los giros dramáticos adecuados y con una gestualidad expresiva que evita caer en excesos histriónicos. Son lo mejor de la película.

Luis Alberto García, en el papel de Ernesto, interpreta uno de esos papeles a los cuales ya parece estar acostumbrado, el tipo bonachón, ingenuo y pícaro, víctima de su propia ingenuidad y de su limitada perspectiva. En contraste, Jorge Perugorría no puede estar peor en su papel de Lázaro, pero en defensa suya, el personaje está tan mal creado y tiene tan pocos matices que es muy difícil hacer nada con él. Manuel Porto y Mario Guerra se mueven bien en sus limitados y unidimensionales roles.

Marilyn Solaya había realizado anteriormente un documental titulado En el cuerpo equivocado (2010), que narraba la historia de Mavi Sussel, la primera persona en Cuba en tener una operación de cambio de sexo autorizada por el gobierno, lo que sucedió en 1988. El documental era interesante, aunque tenía unas partes de ficción que rondaban en lo picúo y que quizá anunciaban su interés en saltar al largometraje de ficción. También pagó su cuota de carne al ICAIC con un documental sobre Roberto Fernández Retamar.

En su muy premiada ópera prima no demuestra capacidad para soportar el peso de un largometraje y parece tener poca capacidad creativa para narrar. Eso quizá se daba a la intención pedagógica del filme. Sí demuestra buena mano para dirigir actores. La película dice basarse en hechos reales, pero su construcción no pasa la prueba de la suspensión del descreimiento por la pobreza de los personajes. La ficción no resulta efectiva solamente por basarse en hechos reales. El experimentado Eliseo Altunaga, que sirvió de asesor de guión, debió haber insistido más en ello.

El título lo toma de un poema homónimo de Norge Espinosa, que comienza: “Con qué espejos/ con qué ojos/ va a mirarse este muchacho de manos azules./ Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguacero/ y la senda del barco hacia la luna.” Un poema a su vez, que lo mejor que tiene es el exergo de García Lorca que lo encabeza: “Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,/ contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada,/ ni contra el muchacho que se viste de novia/ en la oscuridad del ropero”. Nada, que hay que tener cuidado a quien se cita y en qué personajes se basan nuestras ficciones, no vaya a ser que la realidad supere a la imaginación.

Vestido de novia (Cuba/España, 2014). Guión, argumento y dirección: Marilyn Solaya. Director de fotografía: Rafal Solís. Con: Laura de la Uz, Isabel Santos, Luis Alberto García. Manuel Porto, Mario Guerra y Alina Rodríguez. Está disponible en DVD a través de Kimbara Cinemateca Cubana. Ahora comienza la ronda del circuito festivalero y es probable que se presente en el festival de Miami en marzo de este año.


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