Actualizado: 18/04/2024 23:36
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De eso (aún hoy) no se habla

En un filme de 1983, el director húngaro Károly Makk realizó un valiente y lúcido retrato de los efectos del totalitarismo en los más íntimos aspectos de la vida privada y de la intrusión en la identidad sexual

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Aparte, naturalmente, del tratamiento crítico de la realidad política, el otro asunto que en el otrora campo socialista estuvo sometido a la represión y a una férrea y estricta censura fue el de la homosexualidad. Nada extraño, puesto que eran regímenes totalitarios que erosionaban las identidades privadas y oprimían a las minorías sexuales. Debido a eso, es explicable la notoria ausencia de ese tema en la literatura y, sobre todo, en el cine producidos durante ese período.

Las secuelas de aquella política incluso llegan hasta hoy: en varios de esos países las relaciones entre personas del mismo sexo no aparecen con mucha frecuencia en libros y películas. Eso por no hablar del caso extremo de Rusia, donde el actual gobierno está promoviendo leyes abiertamente discriminatorias, veinte años después de que la homosexualidad fuera despenalizada. Se busca así fomentar la homofobia en una población que, en otras épocas, se caracterizó por ser mucho más tolerante que la de otras naciones de Europa.

En la década de los 80 del siglo pasado, dos filmes, uno húngaro y el otro realizado en la extinta República Democrática Alemana, consiguieron romper el tabú y llevaron a la pantalla el tema de la homosexualidad. En su momento, fueron proyectados en varios países, aunque ignoro si fueron vistos en aquellos que entonces estaban bajo regímenes comunistas. En Cuba, al menos, no llegaron a las salas. Pero antes de referirme a ambas películas, resulta necesario comprender por qué se pudieron realizar específicamente en Hungría y la RDA. De modo que me voy a ocupar por separado de la situación bajo la cual vivían allí gays y lesbianas.

En el primer código penal del imperio austro-húngaro, que entró en vigor en 1878, se consideraba el sexo entre hombres como una “perversión antinatural”. La pena para quienes lo practicaban era de un año de cárcel. En 1962, cuando Hungría formaba parte del Bloque del Este, la homosexualidad fue despenalizada a partir de los 20 años y en 1978, a partir de los 18. Sin embargo, la discusión pública sobre ese asunto era mínima. No había debates políticos y la palabra homosexual raramente era usada en los medios. La comunidad gay y lesbiana estaba obligada a llevar una existencia clandestina. Por ejemplo, en Budapest existía un sitio llamado Egytem presszó, que hasta las 9 de la noche operaba como un café normal y a partir de esa hora, como un club gay secreto.

Las primeras organizaciones homosexuales no aparecieron hasta la década de los 80 y estuvieron ligadas a la aparición del sida. Así fue cómo surgió Homeros (1986), que fue creada para promover la prevención de esa enfermedad. Las autoridades y los órganos de seguridad no consideraron a su actividad como política y no pusieron objeciones a que llevase a cabo su trabajo. Asimismo en 1989 comenzó a editarse Mások, la primera publicación gay. También a comienzos de ese año abrió sus puertas Lokál, el primer bar abiertamente homosexual de Budapest, al cual después se sumaron otros.

El 7 de octubre de 1982 tuvo lugar el estreno de una de las dos películas a las cuales me referí antes. Se trata de Egymasra nezve, que en Inglaterra y Estados Unidos se distribuyó como Another Way (De otro modo). Ese título, sin embargo, no corresponde al original, que en español vine a ser A propósito de una y otra. En España y Argentina se exhibió con el disparatado nombre de La elección de Hanna B (ninguno de los personajes tiene tal nombre).

Le corresponde, entre otros méritos, el ser el primer filme europeo que tuvo como tema central la relación amorosa de dos lesbianas. Y su proyección en Hungría significó un significativo paso de avance para la aceptación social de esa comunidad. Siguiendo el camino abierto por la película, se publicaron dos libros sobre esa temática: Parejas extrañas (1984), de Lázlo Eröss, basado en entrevistas a homosexuales masculinos, y Naranjas salvajes II. Confesiones homosexuales1980-1981 (1987), de János Géczi.

El filme fue seleccionado para que formase parte de la sección oficial del Festival de Cannes de ese año. Eso pese a las protestas de las autoridades húngaras, que trataron de convencer a los organizadores para que consideraran otros títulos. En la decisión de apostar por Egymasra nezve debe haber influido el prestigio de su director, Károly Makk (1925), quien además de haber estado nominado al Oscar por Juego de gatos (1972), había competido en Cannes en cuatro ocasiones y además había recibido el Premio Especial del Jurado por Amor (1971). En su quinta participación en el certamen, Makk se alzó con el premio de la FIPRESCI y una de las intérpretes de la película, Jadwiga Jankowska-Cieslak, mereció el premio de actuación femenina. Posteriormente, Egymasra nezve sumó los máximos galardones de los festivales de Nueva York y São Paulo.

En aquellos años, la cinematografía húngara se distinguía formal y temáticamente por ser una de las audaces del bloque socialista. Eso se debió, entre otras razones, a que la aplicación de la censura abierta no era usual. Gracias a esa tolerancia se pudieron realizar cintas como El padre, Diez mil soles, Veinte horas, Días fríos, La familia Toth, La confrontación, Testigos, Ilusiones perdidas, algunas de las cuales se vieron en Cuba y otras no. Entre estas últimas estuvo Relaciones prohibidas (1983), basada en el caso real de dos medio hermanos que mantienen vínculos amorosos. El hecho se destapó cuando ella quedó embarazada, y ambos fueron acusados de incesto y enviados a la cárcel.

Hablar de la represión política y sexual

Egymasra nezve se atreve a hablar de la represión política y sexual que imperaba en Hungría en los años que siguieron al aplastamiento del movimiento revolucionario de 1956. Aborda, por tanto, dos temas controversiales, y emplea el lesbianismo como un espejo para promover un debate más amplio sobre libertad política y privada. Las autoridades trataron de presionar al director para que hiciera algunos cambios. Este se negó y la película llegó a las pantallas tal como la había rodado. Egymasra nezve se basa en Dentro de la ley (1980), una novela semi autobiográfica de Erzébet Galgóczi, quien redactó el guión junto con Makk. En una entrevista incluida en la edición inglesa del dvd, el cineasta cuenta que fue un productor alemán quien le llamó la atención sobre el libro de Golgóczi, a quien él conocía.

El filme comienza con la misma escena con que termina. Una mujer es encontrada muerta cerca de la frontera. Se negó a detenerse tras el aviso de los guardias y estos le dispararon. Otra mujer está en la cama de un hospital. Tiene el cuello enyesado y nunca más podrá caminar. Ha sido a causa de los disparos que le hizo su esposo, quien ahora está en prisión. Viene entonces un flashback, que remite al inicio de los hechos que desembocaron en ese trágico desenlace.

Vera Szalanczky es una periodista que, tras dos años sin trabajo, ha conseguido un empleo en un diario. El primer día coincide en el ascensor con una atractiva mujer llamada Livia, y le resulta difícil apartar los ojos de ella. La otra también siente similar atracción, pero está infelizmente casada con un militar y tiene dudas y temores. Una vez que ambas inician una relación, se muestra débil, vulnerable, y se debate entre ese amor ilícito y su vida normal como esposa. Eva, por el contrario, es abiertamente lesbiana. No deja de ser bonita, pero lleva las uñas cortadas y los labios sin pintar, está pelada a lo garçon y algunos de sus ademanes y gestos son ligeramente masculinos.

Eva no solo es una disidente sexual, sino que con su comportamiento político desafía el status quo. Está librando, pues, dos batallas. Lucha contra las limitaciones para escribir la verdad en el periódico, que irónicamente se llama La Verdad. En una reunión expresa: “¿Por qué solo podemos hablar con franqueza en los pasillos, mientras que aquí todos recitan la línea oficial?”. Tiene problemas cuando escribe un artículo donde revela la brutalidad usada para conseguir que los campesinos se integraran a la granja colectiva. El texto es demasiado radical incluso para Erdöss, su editor, quien la apoya. “Hay un límite para decir la verdad de modo que sea publicada”, le argumenta. Pero ella, como él mismo admite, no conoce límites. El editor hace algunos cortes y cambios en el texto, lo cual enfurecen a Eva. Como protesta, renuncia y vuelve a la casa de su madre.

Erdöss es más cauteloso que Eva. Como él comenta, no solo ha aprendido cuándo abrir la boca, sino cuándo mantenerla cerrada. Pero a pesar de ello, admira la entereza de la joven y la defiende de los ataques de sus jefes. Cuando uno de ellos viene a quejarse por la publicación del artículo, se refiere a ella despectivamente como “la puta lesbiana”. A lo cual el editor riposta: “No la contraté por su trabajo en la cama, sino en el escritorio”. Y cuando el otro pide la expulsión inmediata de la periodista, no duda en decirle: “No sufrimos las miserias de 1956 para permitir que camaradas como tú arruinen de nuevo el país. Dios ayude al Partido, que confía en ti y en aquellos como tú”.

A Makk le interesó abordar la vulnerabilidad de la identidad del ser humano bajo circunstancias restrictivas extremas. Según declaró, quiso dar significación universal a esa historia de “héroes y heroínas vulnerables que se están encontrando a sí mismos en situaciones de aflicción”. Eso, sin embargo, no impide que la película sea un valiente y lúcido retrato de los efectos del totalitarismo en los más íntimos aspectos de la vida. Aparte de Eva y Livia, en la película aparece otro personaje que ilustra hasta dónde llegaba el control del Estado. Es una chica con quien Eva alguna vez tuvo un escarceo amoroso. Ha salido hace poco de la cárcel, y está siendo chantajeada por la policía. Aprovechándose de su pasado político y sexual, quieren que acceda a ser su informante.

En una sociedad como la de Hungría a fines de los años 50, Eva no podía tener cabida. Por eso, cuando tras la agresión de su marido Livia la rechaza (“después de todo, a ti nada te sucedió”, le echa en cara), comprende que vivir no tiene más sentido. Opta entonces por una forma pasiva de suicidio: se niega a detenerse cuando los guardafronteras se lo ordena, convencida de que le dispararán. Su influencia además termina anulada. Livia decide que va a esperar a su esposo, hasta que salga libre. Erdöss retorna a su trabajo habitual, aunque interiormente alberga la esperanza de que “uno de estos días la justicia volverá a la sociedad húngara”.

En Egymasra nezve, el tratamiento de la homosexualidad femenina elude el sensacionalismo y es mostrado con convicción, respeto y sensibilidad. Las escenas amorosas de las protagonistas están realizadas visualmente, sin apenas diálogos, lo cual es coherente con las dificultades de Eva para hablar de su sexualidad. En una escena, le dice a Livia: “Es muy difícil y tú no lo comprenderías… ya sabes, hay ciertos sentimientos… ahora es difícil para mí… yo…”. En la película, la palabra lesbianismo nunca se pronuncia. Incluso cuando una pareja de policías sorprenden a Eva y a Livia besándose en un parque, las amenazan con notificar al jefe de la primera y al esposo de la segunda, si las vuelven a agarrar haciendo “algo como esto”. Eso trae a la memoria aquella definición de la homosexualidad como el amor que no se atreve a decir su nombre.

Es muy notable el trabajo de Jadwiga Jankowska-Cieslak y Grazyna Szapolowska (es la protagonista de No amarás, de Kryztof Kiéwslowski). Sus actuaciones son muy vívidas y creíbles. Lo más sorprendente es que ambas son polacas y sus voces corresponden a las de dos artistas húngaras. No obstante, el doblaje no se nota mucho. Tampoco resta méritos a la magnífica labor que desarrollan en ese sólida e inteligente reclamo de tolerancia en una sociedad represiva que es el filme.