Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Cine, Arte 7

El artista y el curador

Los cineastas enfrentan la imaginación artística del casi autodidacta contra la mediocridad de quienes se amparan en sus títulos universitarios y en los contenidos de sus currículum vítae

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Art and Craft es la historia de un fraude. Cuál, qué y quién es el fraude es un poco más difícil de establecer. Los directores, Sam Cullman, Jennifer Grausman y Mark Becker, tratan de mantenerse dentro de la mayor neutralidad posible y hasta cierto punto logran imparcialidad en el tratamiento del tema.

El tema de este documental se basa en la figura de Mark Landis, unos de los más sobresalientes falsificadores de arte en Estados Unidos quien entre 1988 y 2008 estuvo engañando a curadores de decenas de museos donando sus copias de distintos pintores renombrados.

Landis, nacido en Norfolk, Virginia, en 1955, era hijo de un alto oficial de la Marina de Guerra americana. Tras ser destacado en el Lejano Oriente, su padre fue finalmente asignado a trabajar en la OTAN, lo cual llevó a la familia a vivir en Londres, Cap Ferrat, París y Bruselas. En estos sitios el joven Mark fue expuesto a la escultura y a la pintura desde su preadolescencia, visitando todos los grandes museos y recibiendo instrucción sobre arte, pues que su madre era una amante de la pintura. Ya a los doce años, comenzó a falsificar sellos de correos para sus amigos.

De regreso a Estados Unidos, el padre enfermó de cáncer y murió cuando Mark tenía 17 años. El joven tuvo un desajuste nervioso y fue hospitalizado y diagnosticado con esquizofrenia. Entre 1973 y 1988 estudió pintura en el Art Institute of Chicago y en instituciones privadas en San Francisco, donde comenzó a trabajar como restaurador de cuadros. Compró una galería de arte pero tuvo que cerrarla por insolvencia. En 1988 se mudó a vivir con su madre y su padrastro en el pequeño pueblo de Laurel, en el estado de Mississippi. Ahí decidió hacer algo que pensó honraría los deseos de su madre y donó una obra de Maynard Dixon, falsificada por él, a un museo de California. Dado el éxito de su trabajo, decidió continuar, lo que hizo hasta que fuera descubierto, veinte años después, por un curador de Oklahoma.

En 2008, Landis donó varios cuadros al Oklahoma City Museum of Art, entre ellos una escena portuaria de Signac. El curador Matthew Leininger, quien fue inicialmente engañado, al comenzar el fichaje de las piezas notó que el Signac había sido donado anteriormente al SCAD Museum of Art y comenzó a sospechar. Herido en su orgullo, se dedicó con una obsesión que lo llevó a perder varios trabajos, a detectar el fraude de Landis y a detenerlo.

Landis continuó con sus falsificaciones y en 2010 donó un cuadro de Charles Courtney Curran al Paul and Lulu Hilliard University Art Museum en Lafayette, en el estado de Luisiana. El director del museo le encargó a su curadora, Joyce Penn, que investigara el cuadro y ésta, utilizando técnicas de luz y observación microscópica, descubrió el fraude y se conectó con Leininger, ya convertido en un incansable sabueso.

A partir de aquí, a pesar de que se publicaron artículos al respecto en el Financial Times, en The Art Newpaper y en The New York Times, Landis continuó su juego hasta 2012. Debe señalarse que como las obras fueron donadas, Landis no cometió ningún delito punible por la ley. La única forma de detenerlo fue crear una exhibición coordinada por Leininger y por Aaron Cowan, director de la DAAP Galleries de la University of Cincinnati.

En la primavera de 2012 se inauguró la exposición “Faux Real” en la galería Reed de la citada universidad, curada por Leininger y Cowan, en la cual se exhibía la obra de Landis y el copista era invitado de honor. Allí se rencontró con su perseguidor, a quien trató con una desenfadada cortesía, siempre ostentando una tímida sonrisa de pícaro y vadeando perfectamente el asedio de los asistentes que celebraban su talento y le conminaban a pintar su propia obra.

Lo que ninguno parece darse cuenta, y esto se observa bien en el documental, es que Landis es un verdadero artista en su más amplia y más moderna acepción. Sus copias son solamente un componente de su acto. Su valor es performático ya que para sus donaciones crea unas historias muy imaginativas. Se ha inventado una hermana que nunca existió a la cual presenta como una “donante recién fallecida” o “una viuda millonaria muy ocupada en cerrar sus negocios europeos” quien ha decidido legar sus posesiones. Se hace pasar a veces por Mark Lanois, un coleccionista de origen francés que desea enriquecer el acervo d ciertas instituciones menores. También se disfraza del Padre Arthur Scott, un sacerdote jesuita que dona obras a solicitud de sus feligreses y cuadros encontrados en su parroquia.

Este artista además escoge sus escenarios. Dona primordialmente a museos pequeños, con menos recursos investigativos que los más grandes y suponiendo que sus curadores no tienen el mismo nivel de conocimiento que los otros. Se disfraza de filántropo y se presenta de manera convincente. En una de las escenas del filme lo vemos bendecir, con toda seriedad, a uno de los empleados del museo. También seleccionó cuidadosamente a los pintores que iba a falsificar. Excepto por un Picasso no muy conocido, todos los demás eran pintores no muy renombrados, aunque lo suficientemente bien considerados como para ser del interés de los museos.

Cullman, quien fue nominado al Oscar en 2012 por su documental If a Tree Falls: A Story of the Earth Liberation Front y quien es la figura principal del trío de directores, nos presenta la historia estableciendo paralelos entre Landis y Leininger, mostrando a cada uno en su hábitat personal. El apartamento de Landis es un reguero de joyas, obras de arte, recortes de periódicos y televisores antediluvianos que siempre están encendidos (Landis recomienda pintar mientras se ve televisión), mientras Leiniger se ve en una modesta casa, ordenada y sin mucha ostentación, en la cual cuida a su hija, a la que lleva y trae de la escuela, ya que se encuentra desempleado y a quien le informa constantemente de las actividades de Landis.

También sigue a Scott en algunas de sus “donaciones” o mejor, performances, que aunque según dicen todos, estuvieron siguiéndolo por cuatro años y además insisten que todo lo que vemos ocurrió en tiempo real, está hecho de una manera tan estructurada y argumentalmente tan manicurada, que parecen recreaciones dramáticas. Esta ambigüedad que parece lastrar la verosimilitud del documental puede leerse también como un homenaje a la obra de Landis. De ese modo los cineastas están más cerca del artista que de los curadores. El espectador, hasta cierto punto, se puede sentir como los curadores, defraudado por el filme.

Con lo anterior queda planteada la cuestión sobre quién es el fraude. ¿Landis y su bien preparada actuación y su perfectamente ejecutada performance? ¿Los curadores de los museos que en su afanosa búsqueda de mecenazgo no se cuestionan las donaciones o los donantes y o se tragan gato por liebre o desdeñosamente quieren pasárselo a sus visitantes?

Los cineastas enfrentan la imaginación artística del casi autodidacta contra la mediocridad de quienes se amparan en sus títulos universitarios y en los contenidos de sus currículum vítae.

En la función que asistí estaba presente Leininger, quien ofreció una sesión de preguntas y respuestas tras la exhibición del filme. Parece un hombre obsesionado con Landis y que se siente ufano de haber descubierto y detenido el fraude. Se le nota herido en su orgullo y con muy malas pulgas. Cuando le pregunté si consideraba que Landis era un artista, enfáticamente me contestó que no, que era simplemente un buen falsificador. Es incapaz, en su celo mediocre, de ver más allá de su obsesión y de entender a Landis en su contexto. No quise seguir preguntando porque hubo muchas personas interesadas que también hicieron preguntas muy inteligentes. Además, Leininger parece un personaje tragicómico, digno de lástima. No puede ver las cosas a gran escala, sino a la escala menor de sus limitaciones convencionales.

Art and Craft (EEUU, 2014). Dirigida por: Sam Cullman, Jennifer Grausman y Mark Becker. Director de Fotografía: Sam Cullman. Edición: Mark Becker. El documental se está exhibiendo en salas de cine alternativo en varias ciudades y estados de Estados Unidos. Leininger planea asistir a unas cuantas de ellas para responder las preguntas del público.


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