Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Cine, Arte 7

El capricho de los verdugos

A pesar que esta película tiene un tono narrativo desigual, mantiene el interés del espectador y la denuncia política

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Maziar Bahari es un periodista de origen iraní que en el año 2009 se presentó en The Daily Show with Jon Stewart haciéndose pasar por un ambiguo periodista que podía también ser un espía de la CIA. Era solamente un sketch cómico. Ese mismo año, mientras cubría para el semanario Newsweek las elecciones presidenciales en Irán, fue capturado en Teherán, y mantenido en prisión por 118 días. Entre las acusaciones que se le hacían como espía americano, estaba su participación en dicho programa.

Llevado por un sentido de culpabilidad, Jon Stewart, el comediante, productor, comentarista político, actor ocasional y personalidad de la televisión americana, cuyo diario programa satírico-noticioso sobre política lo ha llevado a ser uno de los personajes más influyentes en la opinión pública, ha escogido la historia del encarcelamiento de Bahari para hacer su debut como director de largometrajes.

Rosewater comienza con gran intensidad dramática. Bahari percibe la importancia de un proceso electoral en el cual por primera vez en casi treinta años el candidato oficial apoyado por los ayatolas, Mahmoud Ahmadinejad, está en gran peligro de perder las elecciones ante el candidato reformista Mir-Hossein Mousavi, que tiene el apoyo del estudiantado y de las clases sociales más educadas y occidentalizadas, y decide aceptar la oferta de Newsweek de cubrir el evento, dejando atrás a su esposa que está a punto de parir.

Una vez en Teherán, Bahari filma las protestas populares y se reúne con jóvenes disidentes, mientras se queda en casa de su madre. Una madrugada, sin avisar, se aparecen miembros de la seguridad en la casa, registran sus pertenencias, lo acusan de tener pornografía y literatura subversiva y se lo llevan preso. En una excelente escena de sutil dramatismo, la madre, protagonizada por la veterana actriz iraní Shohreh Aghdashloo, con ese gran discreto encanto de la burguesía, les brinda té a los intrusos. En esta primera media hora Stewart nos inunda con información respecto a la vida familiar de Bahari y a la situación política en Irán con un ritmo y una edición dramática en la cual muestra pietaje documental mezclado con una fotografía nerviosa, de cámara en mano que subraya el terremoto social en el cual está involucrado el personaje, que recuerda lo mejor de The Killing Fields, ese extraordinario filme sobre un periodista inmerso en las convulsiones de la Cambodia dominada por el Khmer Rouge.

Bahari es llevado a la prisión de Evin y la película hace un giro hacia una intensidad introspectiva que traslada el drama político a nivel personal. Stewart quiere acentuar la impotencia y la desesperación de quien se encuentra a merced de los caprichos del verdugo, en enfrentamientos directos entre Bahari y su principal interrogador, un hombre a su vez atrapado en su bajeza, que para limpiarse de las manchas que su papel le embarra, se perfuma constantemente con agua de rosas (de ahí el título del filme, ya que en las memorias de Bahari en las cuales se basa la película, este escribió sobre su torturador: “Podía olerlo antes de verlo”), así como en imágenes surreales en las cuales habla con su padre y su hermana, ambos muertos y también víctimas de otros totalitarismos, de otras represiones.

Esta segunda parte recuerda mucho al filme de Julian Schnabel sobre Reinaldo Arenas Before Night Falls, basado también en unas memorias, las del escritor cubano que sufrió prisión y tortura por razones parecidas a las de Bahari. Sin embargo, aunque verbalmente se siente el deterioro mental de Bahari y los estragos del encarcelamiento, en mi opinión esto no se resuelve bien visualmente. La fotografía me parece demasiado limpia, inmaculada y mantiene una distancia emocional desde el enfoque visual que le resta dramatismo a este segmento.

Stewart muestra bien las incongruentes razones del represor. A Bahari se le acusa de leer a Chejov y escuchar a Leonard Cohen como delitos contra el islamismo. Aunque efectivo, Stewart a veces utiliza el recurso de manera efectista, abundando en chistes sobre la ignorancia del captor quizá en forma excesiva.

A pesar que la película tiene un tono narrativo desigual, Stewart mantiene el interés del espectador y su denuncia política, aunque a veces un poco maniquea, nunca llega a sermonear ni cae en el didactismo barato. En su ópera prima, a pesar de lo complicado del guión, escrito por él mismo, ha logrado una obra que si bien es convencional, no se rige estrictamente por los cánones comerciales y trata de explorar y explotar diversos recursos dramáticos.

Bahari es un personaje de gran riqueza. Nacido en Teherán, en 1967, se trasladó a Montreal desde 1988 y allí se graduó en Comunicaciones, de la Universidad de Concordia. Su padre fue militante comunista y prisionero del Sha Reza Pahlevi tras la caída de Mossadegh. Su hermana mayor, Maryam, fue encarcelada en la década del 80 por las huestes del Ayatola Khomeini. Además de su labor periodística, ha realizado varios documentales, el primero de ellos se tituló The Voyage of the Saint Louis y estuvo dedicado al suceso del barco del mismo nombre que llevaba 937 refugiados judíos alemanes que en 1939 fueron rechazados por el gobierno cubano y por el americano. Es el primer musulmán que realiza una obra sobre un tema judío. Actualmente reside en Londres.

Stewart escogió al actor mexicano Gael García Bernal para protagonizar a Bahari. Su actuación es impecable y este recurso, aparentemente contradictorio, lo extendió a otros actores. Kim Bodnia, el actor danés de origen ucranio (In a Better World), interpreta el papel de Javadi, el verdugo principal de Bahari y su actuación es también extraordinaria. Stewart le da una dimensión humana al mostrarlo como un individuo secretamente harto de lo que hace, pero lo suficientemente cobarde para continuar su denigrante tarea. El actor inglés de origen chipriota, Dimitri Leonidas (The Monuments Men) interpreta a uno de los jóvenes disidentes.

Este subterfugio lo utilizó Julian Schnabel en Before Night Falls, a sugerencia de su asistente de dirección, el cubano Filiberto Hebra, para que cada actor, de una constelación internacional, trajera su acento en inglés, y así evitar el doblaje para unificar los acentos, o el penoso truco de obligar a los actores a afectar un acento. Funcionó entonces y funciona bien ahora.

La fotografía de Bobby Bukowski (The Minus Man, Arlington Road) responde bien a las exigencias de Stewart, pero durante las secuencias en prisión concede una impresión de cuadro elaborado que distancia al espectador del sufrimiento interno del protagonista. Filmada en Jordania, logra bien la ilusión de Irán.

El filme mantiene un balance dramático bastante acertado y expone abiertamente las manipulaciones políticas que se tejen en los pasillos laberínticos del poder totalitario, sea este religioso o ideológico. Muestra al ser humano en una situación desesperada de la cual saldrá por motivaciones extemporáneas, ajenas a sus esfuerzos o de quienes le apoyan, que responde solamente a los caprichos de los poderosos.

Rosewater (EEUU, 2014). Dirección: Jon Stewart. Guión: Jon Stewart, basado en el libro de memorias “Then They Came for Me: A Family’s Story of Love, Captivity, and Survival”, escrito por Maziar Bahari y Aimee Molloy. Director de Fotografía: Bobby Bukowki. Con: Gael García Bernal, Kim Bodnia, Dimitri Leonidas, Shohreh Aghdashloo y Claire Foy. De estreno limitado en la mayoría de las ciudades americanas.


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