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Novela policiaca, Larsson, Novela

El extraño mundo de los pequeños profesores

La trilogía Millennium, que se vendió y aún se vende como pan caliente en unos treinta idiomas, y la historia detrás del Síndrome de Asperger

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Lisbeth Salander salió, con su pequeño y andrógino cuerpo, su acerada inteligencia y su rostro sin sonrisas a conquistar el mundo.

¡Y de qué manera lo logró!

La trilogía Millennium, una novela escrita en tres grandes tomos, unas 2.100 o 2.200 páginas en total, se vendió, y aún se vende como pan caliente en unos treinta idiomas y más de cien países del orbe literario, sin contar las casi inmediatas producciones cinematográficas, tanto las suecas como las norteamericanas.

Y sin contar tampoco el boom de la novela detectivesca y la novela negra de los países escandinavos —existe también una promoción comercial de estas novelas muy inteligente y bien dirigida por los sellos editoriales, pero esa es otra historia— que ha empujado y puesto de moda con su apabullante éxito.

¿Quién es, o fue, el padre literario de esta menuda y cortante muchachita?

Su autor, el escritor sueco Stieg Larsson (1954-2004), en un acto que parece propio de la trama de sus libros, se murió, o sea, falleció de un infarto cardiaco inmediatamente antes de la publicación del primer tomo de su trilogía, por lo que no pudo ver, ni gozar, el enorme alboroto editorial que la obra produjo.

Ni tampoco se pudo beneficiar —la vida es injusta a veces— del alud de dinero que esta serie de novelas ha levantado, ah, y tampoco pudo evitar todos los trastornos que este dinero le ha traído —o se han buscado ellos mismos, por egoístas y avaros— a su familia consanguínea y a su viuda (su pareja consensual, y que conste, ella no se ha portado tan mal como los otros), la activista Eva Gabrielsson, de quien se dice, sin muchas pruebas, que ha tenido alguna participación en la investigación y escritura de dichas novelas y de otro par que aún no han sido publicadas. Dos novelas, o secuelas, como se dice hoy, que de continuar la batalla económica en curso, demoraremos un buen tiempo en poder leer y disfrutar.

¿Pero a qué se debe tanto revuelo literario, semejante cantidad de dinero envuelto en el asunto y tanto comentario y promoción en las redes sociales?

Los críticos y reseñadores difieren en sus opiniones: Se alega que un empleo muy actualizado y bien explicado de las tecnologías computacionales convencionales y sobre todo las ilegales (hacking), un lenguaje coloquial bastante explícito y descarnado, una visión escandalosa —a veces morbosa, para nosotros— de las costumbres sexuales suecas, la irrupción de la política y los servicios secretos en la trama, el dinero, la corrupción empresarial, los traumas de juventud, los secretos familiares y muchas otras razones. Incluyendo, claro está, una trama vibrante y bien articulada, aunque no necesariamente de alta calidad (tampoco es tan pobre que digamos) en cuanto a la escritura.

Sin embargo, en lo que todos están de acuerdo es en el enorme impacto literario y emocional, para los lectores, de la protagonista, una joven de alrededor de un metro y medio de estatura y unas 90 libras de peso, dotada de una capacidad inédita para asaltar la vida privada de los otros a través de su laptop y una incapacidad manifiesta para relacionarse funcionalmente con las personas de carne y hueso que se cruzan, por suerte o por desgracia (son ellos, no ella, los que se cruzan en ese camino, no lo olvide) en su camino.

Lisbeth Salander, un caso bastante severo, y muy típico, de libro de texto, del Síndrome de Asperger.

En 1981, la médica psiquiatra británica Lorna Wing (1928-2014) publicó un libro realmente muy importante y de mucho impacto para la psiquiatría y las relaciones humanas: Asperger’s Syndrome. A clinical account, en el que describe con metódica claridad la tríada que conforma esta enfermedad:

  1. Trastornos de la reciprocidad social (falta de empatía).
  2. Ausencia de capacidad simbólica (ausencia total o casi total de sentido metafórico o sentido del humor, por ejemplo).
  3. Conducta imaginativa distorsionada (fijación obsesiva en objetos específicos, o sea, patrones de intereses muy limitados)

A los que se añaden, en ocasiones, los irritantes problemas de la comunicación verbal y no verbal.

En esta calificada exposición la doctora Wing rinde homenaje al pediatra y psiquiatra Hans Asperger, fallecido en 1980, que había publicado en 1944 un trabajo sobre la psicopatía autística en menores de edad. Es en esa investigación clínica, en la que el profesor Aspergerque presentaba una extensa casuística sobre niños que mostraban una reducida habilidad para las relaciones interpersonales, preferencia por la soledad, ausencia de empatía y dedicación casi obsesiva a un interés especial cualquiera, y solo uno, donde se establecen las bases diagnósticas de lo que sería después el Síndrome de Asperger.

Asperger denominó a estos problemáticos infantes «pequeños profesores» debido a sus amplios conocimientos sobre temas de interés específico para ellos —arreglar relojes, cronología de las familias reinantes en Europa, desarmar equipos eléctricos, tocar la flauta e infinidad de cosas como esas— pero con grandes deficiencias en otras materias más acordes con su edad y nivel de escolaridad.

El profesor Asperger nunca bautizó el síndrome con su nombre ni se le pasó tal cosa por la mente, y por tanto nunca supo que llegaría a ser conocido internacionalmente a través de esta interesante condición psiquiátrica. Ese epónimo se lo debemos a la doctora Wing.

Después de definido el síndrome, y demostrado que no es para nada raro, ya nadie podía evitar el diagnóstico a posteriori de diversos personajes, tanto de la vida real como de la literatura, las artes y la ciencia.

Entre ellos se encuentran el escritor James Joyce, el matemático Bertrand Russell, el filósofo Friedrich Nietzsche, el novelista Franz Kafka, el inventor Thomas Alva Edison, el empresario Henry Ford, los músicos Gustav Mahler y Bela Bartok, el cineasta Alfred Hitchcock y el físico y matemático Sir Isaac Newton.

Todos los anteriores son diagnósticos basados en anécdotas, rasgos o actitudes comentados en diversas biografías y crónicas de época, pero carecen, no podía ser de otra forma, del toque profesional directo del especialista (aunque hay especialistas implicados en esos diagnósticos) que conoce al personaje en cuestión.

Pero el ajedrecista norteamericano, fallecido hace pocos años, Bobby Fischer, el actor Keanu Reeves y el cineasta Woody Allen sí han sido diagnosticados por profesionales que han tenido la oportunidad de tratarlos en sus consultas y de conversar con ellos.

Y entre los personajes literarios y cinematográficos que han pasado a la historia del Asperger tenemos a Lisa Simpson, del superconocido comic Los Simpson, Sherlock Holmes, el famosísimo detective al que no le interesaba para nada que la tierra girara alrededor del Sol, es más, quería olvidarlo, el monstruo de Frankenstein, Eduardo Manostijeras, el Rambo de Stallone, el elegante e imperturbable caballero Phileas Fogg (La vuelta al mundo en 80 días) y la adolescente Pippi Calzaslargas —en quien se basó Larsoon para dar forma a Lisbeth Salander— son sumamente típicos.

Como se ve, el Síndrome de Asperger se lleva muy bien con la literatura, el cine y los medios masivos de comunicación, y estos, a su vez, reciben con mucho agrado, sobre todo económico, a personajes con esta condición médica.

Por tanto, querido lector al que sus conocidos llaman Casasola y huraño, y que solo se interesa por esta publicación una y otra vez y nada más (gracias, de corazón) deje de preocuparse y continúe trabajando a toda mecha en su laptop —estudiando los entresijos y el número de letras del artículo, claro— sin contestar el teléfono ni prestar atención a las noticias.

Y olvídese de la gente, que la fama y la fortuna pueden estar al doblar de la esquina…

O, con suerte, unas cuadras más allá.


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