Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Cine, Arte 7

El testigo renuente

Una película es muy buena, pero cuyo guión no hace cuajar bien las dos historias que contiene

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La mayor parte de los filmes sobre el Holocausto tienden a destacar las atrocidades cometidas por los nazis con un lente objetivo que escruta experiencias individuales a través de una visión de perspectiva social. En muchos casos utilizan fragmentos de documentales o de noticieros de la época para enmarcar con claridad la ubicación histórica de la obra. La película más popular sobre el Holocausto es, sin dudas, Schindler’s List, dirigida por Steven Spielberg.

Muy pocas películas se ubican en la antípoda de esta norma y tratan de ver el Holocausto desde el punto de vista individual. El ejemplo más conocido, más allá de sus virtudes y defectos, es Life Is Beautiful, la tragicomedia de Roberto Benigni que ganó, en 1999, el Oscar al mejor filme en lengua extranjera, así como el de mejor actor al propio Benigni.

Son of Saul, la ópera prima de László Nemes, va más allá de las películas anteriormente citadas. Es la visión personal de la vida cotidiana en un campo de concentración, de un individuo atrapado en una situación que histórica y moralmente escapa a su comprensión y la sufre como mejor puede.

Saul Auslander no es un concentrado cualquiera. Es un miembro de uno de los Sonderkommando, unas escuadras especiales, compuestas mayormente de judíos (una idea macabra de los nazis, quienes antes de aniquilar, humillaban), cuyos miembros tenían el trabajo de controlar y conducir a los prisioneros a las cámaras de gases, sin prevenirles de su destino, tras lo cual debían recoger los cadáveres y enviarlos al crematorio. Luego tenían que limpiar la cámara de gases para dejarla lista para el próximo grupo y revisar las ropas dejadas atrás para rescatar cuanto hubiera de valor. Como tenían que guardar el secreto de lo que verdaderamente ocurría, se les eliminaba cada tres o cuatro meses. En Auschwitz hubo trece Sonderkommando. El premio que recibían los elegidos, era mejor comida y la posposición de su propia muerte.

Al extraer los cadáveres de la cámara de gases, se da cuenta de que hay un joven que no ha muerto. Llama a sus superiores que convocan al médico nazi, quien tras breve examen, asfixia al joven. Pero Saul ha reconocido al joven como su hijo. A partir de aquí, se dedica a buscar la forma de encontrar un rabino que le diga el Kaddish personalmente al hijo y lo ayude a darle un enterramiento religioso. Para ello, pide y recibe la cooperación de un médico húngaro (que es un personaje real, el Dr. Miklos Nyiszly, quien trabajó con Joseph Mengele), para que no le hagan la autopsia al muchacho, lo cual violaría la tradición judía.

El director nos hace seguir a Saul en su recorrido por el campo para satisfacer su obsesión. La cámara toma el punto de vista del personaje, como si estuviera atada a su hombro. Vamos a ver solamente lo que Saul quiere ver. Vamos a oír solamente lo que Saul puede entender. Nemes utiliza la imagen de fondo desenfocada para mostrarnos lo que Saul se niega a ver y solamente se traduce lo que los prisioneros hablan en húngaro, alemán o yiddish, pero ninguno de los otros idiomas, porque Saul no los entiende. Nos mueve a través del caos en donde rige la barbarie.

La única película que conozco que toca el tema del Sonderkommando, es The Grey Zone (2001), un filme americano de Tim Blake Nelson, que se centra en una rebelión de prisioneros ocurrida en Auschwitz en 1944 y que se replica en este filme. En Son of Saul nunca se especifica en que campo de concentración se desarrolla la trama, pero al incluir como tema paralelo una rebelión similar, podemos concluir que tiene lugar en Auschwitz.

Son of Saul, con su cámara en mano siempre siguiendo al protagonista en largos plano-secuencias, nos sumerge en la visión y la ofuscación de un hombre ya sin espíritu, abúlico y desesperanzado que acomete esta misión como un acto de redención personal en medio de la tragedia. De este modo, ignora además su rol histórico, ya que, como participante de la insurrección, no cumple con lo que se le pide. Es reacio en todo sentido, un sobreviviente que delira, pero es quien único se nos muestra para testificar sobre el drama humano.

La película es muy buena, pero el guión no hace cuajar bien las dos historias. El drama personal predomina en casi toda la película, pero se alarga un tanto y al introducirse la trama de la conspiración, parece abrupta y es tratada con ligereza, tanto, que parece una pequeña cinta de aventuras como alivio del horror anterior. En los últimos quince minutos termina pareciéndose a cualquier otro filme sobre el Holocausto, lo que reduce su poder de denuncia personal. El salvajismo queda atrás y la persecución final le resta impacto al horror cotidiano.

László Nemes (1977), nació en Budapest y se crio en Paris. No pudo entrar en la escuela de cine y estudió Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en L’Institut d’Etudes Politiques. Luego comenzó a colaborar como asistente en cortometrajes y a los 26 años regresó a Budapest, donde finalmente realizó un cortometraje y conoció a Bela Tarr, de quien fue asistente de dirección en The Man From London. Luego vino a Nueva York a realizar estudios de cine y en 2007 conoció a Géza Rohrig, quien se convertiría en el actor principal de su debut como director de largometrajes. Nemes ahora reside en Budapest. Muestra originalidad en sus ideas cinematográficas y resulta un excelente director de actores.

Rohrig, quien prácticamente aparece en cada plano de la película y que es el centro de la misma, también nació en Budapest, pero en 1967. Recibió un título de dirección cinematográfica de la Academia de Teatro y Cine de Budapest, pero nunca había hecho cine. Tras una visita a Auschwitz, decidió mudarse al Bronx, en donde vive desde el año 2000, convertido al jasidismo, y trabajando como maestro de kindergarten. Ha publicado dos libros de poesía. Su debut como actor es impresionante. Es capaz de ejecutar su papel sin defectos, durante los 107 minutos que dura la película, con la cámara prácticamente en su cara todo el tiempo.

La película no solo está filmada cámara en mano y en largos plano-secuencias, sino además predominan los primeros planos y los planos medio, solamente en ese algo desastroso final la cosa cambia y predominan los planos generales. Por otra parte, la pantalla está reducida y enmarcada entre fondos negros a izquierda y derecha, lo cual la hace ver como una película de los años cuarenta.

El guión es del propio Nemes con ayuda de Clara Royer, quien también debuta como guionista. Quizá a esto se deban los fallos anteriormente mencionados, que parecen novatadas. La fotografía de Mátyás Erdély (The Quiet Ones y Miss Bala), es excelente y su filtro capta perfectamente el horror de estos centros de la muerte.

La película ganó cuatro premios en Cannes el año pasado, entre ellos el Grand Prix del jurado y el de la FIPRESCI. Acaba de ganar el Globo de Oro como la mejor película en lengua extranjera y es muy probable que gane el Oscar en la misma categoría.

Al recorrer la barbarie nazi a través de los ojos agotados del personaje central, no puedo menos que pensar en el poema de Heberto Padilla, “En tiempos difíciles” cuando dice: “A aquel hombre le pidieron su tiempo/ para que lo juntara al tiempo de la Historia…/Le pidieron los ojos/ que alguna vez tuvieron lágrimas…/porque para el horror basta un ojo de asombro…”.

Son of Saul (Hungría, 2015). Dirección: László Nemes. Guion: Lászlo Nemes y Clara Royer. Director de fotografía: Mátyás Erdély. Con: Géza Rohrig, Levente Molnar y Sandor Zsótér. De estreno limitado en la mayoría de las ciudades de Estados Unidos.


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