Actualizado: 18/04/2024 23:36
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CON OJOS DE LECTOR

El vaquero que se fascinó con el son (I)

Entre los músicos extranjeros que se han deslumbrado con la música cubana, el tejano Ned Sublette constituye un caso singular.

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Resulta harto difícil, al menos para quien esto escribe, encontrar los puentes o puntos comunes entre los ritmos cubanos y la música country de los Estados Unidos. ¿Qué tiene que ver esta manifestación propia de las zonas rurales del Medio Oeste con, por ejemplo, el guaguancó, que nació en los barrios pobres y de población mayoritariamente negra de ciudades como Matanzas y La Habana? ¿Cómo compaginar en una misma canción sonoridades tan distintas como las de las maracas, el güiro y el bongó con el dobro, ese instrumento de cuerda similar, en apariencia, a la guitarra, que usan los vaqueros? Y en definitiva, ¿cuál es la conexión capaz de hermanar Nashville con Cárdenas?

Pero como dice mi amigo Rubén Blades, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y vaya si no es una sorpresa tremenda el descubrir que existe un tejano que se declara fanático incondicional del son, la rumba y hasta la timba. Que ha grabado un disco con composiciones propias, en el cual cuenta con la colaboración de dos destacadas agrupaciones cubanas. Que ha producido varios discos de intérpretes de esa nacionalidad. Y que como si todo ello no fuera suficiente, se ha propuesto el ciclópeo proyecto de escribir una voluminosa historia de nuestra música, de la cual ha visto la luz ya el primer volumen.

El nombre de tan singular personaje es Ned Sublette, y nació en 1951 en Lubbock, Texas. Su familia se mudó después para Louisiana y más tarde, para El Paso. Cuenta él que junto con el inglés, desde niño aprendió a hablar el español, que considera no es un idioma extranjero en los Estados Unidos. Sublette recuerda que en West Texas su mamá le enseñó los primeros pasos de chachachá, aunque su descubrimiento de nuestra música no se producirá hasta algunas décadas después. En los años siguientes, toma clases de composición, musicología y guitarra clásica y se gradúa en la Universidad de Nuevo México.

En 1976 sigue el camino de tantos jóvenes con inquietudes artísticas y se marcha a Nueva York. No le va nada mal, y consigue trabajar como músico con artistas del nivel de John Cage, La Monte Young, Glenn Branca y la Love of Life Orchestra, de Peter Gordon. Para 1982 ya cuenta con su propio grupo de country, The Ned Sublette Band, con el que llega a tocar en sitios tan famosos como Pyramid Coctel Lounge, Tramps, Lone Star Café y Danceteria. Graban incluso un disco, pero nunca llega a salir al mercado.

Por esos años, Nueva York asistía a una auténtica explosión de la música latina. Jerry Masucci, propietario de la firma discográfica Fania, ideó una estrategia de mercado de la cual surgió el controvertido término salsa (muchos sostienen que fue tomado del son Échale salsita, compuesto en 1933 por el cubano Ignacio Piñeiro). Con el mismo se pasó a etiquetar la heterogénea mezcla de tradiciones y etnicidades que hasta entonces se conocía simplemente como música latina. En agosto de 1971 tiene lugar en el salón de baile El Cheetah, ubicado en la calle 52 de Broadway, el concierto de la Fania All Stars, que fue recogido en dos discos hoy antológicos. Lo que sucedió después es una historia más que conocida y, por tanto, no hace falta repetirla aquí.

Sublette ha comentado que no sabe por qué no conectó de inmediato con aquella explosión musical. Supone que tal vez se debió a que al inicio de su etapa en Nueva York se hallaba demasiado preocupado en trazar su propio camino en aquella ciudad. Pero para la década de los ochenta estaba ya irremediablemente contagiado con el virus de la salsa. "¡Qué música la que escuché entonces!", expresa. Y prosigue: "Aquella música hizo por mí lo que el rock and roll cuando era niño, y desde entonces no ha dejado de hacerlo". Conoció además a varios instrumentistas latinos, que lo acogieron con mucha generosidad y compartieron con él sus conocimientos musicales. En particular, para él significó toda un hallazgo el descubrimiento del legado musical cubano, que no duda en calificar como "la columna vertebral de lo que se conoce como salsa y el ingrediente secreto de la música norteamericana".


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