Actualizado: 15/04/2024 23:17
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Elogios para Esther Borja

Un homenaje a la “Damisela encantadora” de la canción lírica cubana

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Cuando Esther María de la Caridad Borja Lima interpretó en 1935, en el Teatro Auditorium de La Habana, el vals “Damisela Encantadora”, de la opereta Lola Cruz de Ernesto Lecuona, dicen que los rizados vaivenes melódicos de su voz fluyeron sobre los alrededores de la esquina de Calzada y D del Vedado, y que la orquesta dibujó una curvatura en los compases que puso los palcos en vilo. Desde entonces, el público la bautizó como la “Damisela encantadora”: la alumna de Juan Elósegui pronto sería la más fiel vocalista de las canciones del pianista de Guanabacoa.

Graduada de magisterio y piano en la Escuela de Música del Centro Gallego de La Habana en 1932, montó su primer recital bajo las orientaciones de la pianista y compositora Ernestina Lecuona.

El compositor de “La Comparsa”, entabla amistad con ella y concibe la mayoría de sus temas líricos pensando en la vigorosa textura de su registro de soprano: exquisitos ornatos inflexivos, sucesiones de notas rápidas, eficaz melisma (cambios en las progresiones), variada coloratura, sílabas sucesivas en las notas contiguas y cabal fraseo.

Presentaciones en el Teatro Nacional de Cuba, gira por Argentina acompañada por Bola deNieve (Ignacio Villa) y los Lecuona. Estancia de siete años en Buenos Aires (1936 - 1943). Conoce al tenor mexicano Pedro Vargas. Figura principal de la zarzuela Las Leandras, de Francisco Alonso, en el Teatro Principal de la Comedia. Aclamaciones en el Ateneo de la Nación interpretando El cafetal, Rosa la China y María la O, de su amigo Lecuona. Palmas en Chile, Brasil, Uruguay y Perú. Gonzalo Roig, Rodrigo Prats y Eliseo Grenet le entregan partituras. Diva de los teatros Auditorium y Blanquita en la capital cubana.

“Me encanta trabajar con ella, su voz y profesionalismo me exige estar atento y concentrado en el piano”, comenta Felo Bergaza en 1948. Los compositores Orlando de la Rosa y Mario Fernández Porta son sus pianistas acompañantes en muchos conciertos.

En los años 40, su presencia en Nueva York (recitales en Hall of America, Steinway Hall y Carnegie Hall) despierta el interés de los melómanos estadounidenses: realiza gira por 48 estados de la Unión Americana acompañada por el autor de “Siboney” bajo contrato del importante director húngaro Sigmund Romberg. España la recibe en los teatros Alvarez Quintero (Madrid) y El Cómico (Barcelona) con ovaciones rotundas.

La “Damisela encantadora” conduce durante 25 años (1961 - 1986) el programa televisivo “Album de Cuba”. Pionera de la radio, trabajó desde 1948 en la popular emisora CMQ de La Habana donde entabla amistad con el declamador santiaguero Luis Carbonell, el “Acuarelista de la poesía Antillana”.

Intérprete de muchos géneros musicales (habanera, punto cubano, guaracha, canción lírica, lied, guajira, son, vals tropical, romanza, pregón, bolero-son, canción rítmica, danza…), exploró un amplio repertorio recopilado en varios fonogramas (Rapsodia de Cuba. Orquesta de Cámara de Madrid, 1953; Esther Borja canta a dos, tres y cuatro voces. Piano, Numidia Vaillant. 1955; Esther Borja canta a Ernestina Lecuona, 1957; Ayer y Hoy, 1958; Álbum de Cuba, 1965; Esther Borja interpreta a Ernesto Lecuona, 1975; La música deLecuona. Piano, Ernesto Lecuona. Voz, Esther Borja. Recopilación de la EGREM/Artex, 1991).

Esther Borja ha sido la mayor protagonista de algunos de los capítulos más célebres de la canción cubana durante el siglo XX. La vocalista por excelencia de Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, Sindo Garay, Eliseo Grenet, Miguel Matamoros, Adolfo Guzman y Moisés Simons, entre otros, se había retirado de los escenarios en 1986, pero siguió siendo una figura de referencia obligada de la música de la Isla.

El pasado 5 de diciembre había celebrado su cumpleaños cien. Llegó a esa edad sobre el lomo melódico de las composiciones de su cómplice más querido, Ernesto Lecuona. Rodeada de los bártulos de la canción cubana agradeció la Gala ofrecida ese día por el Ballet Nacional de Cuba en el Teatro Mella de La Habana. Llegaron felicitaciones de todas partes; en Santiago de las Vegas —su pueblo natal— la recordaron con un coro gigante que interpretó “Te odio y me olvidas”, “Noche azul”, “Crisantemo” y “Amor fugaz”.

Apresurada y con asombro cargó sus 100 años durante 23 días. “La edad de Esther Borja, —esos cien años— demuestra la permanencia y espíritu de uno de los prontuarios más hermosos de la canción de América: su voz centenaria está ahí para confirmarlo”, me dijo por teléfono, desde Playa del Carmen, México, el poeta y narrador Raúl Ortega Alfonso. Cuando supe de su muerte, el pasado sábado 28 de diciembre, busqué sus discos y, a todo volumen, escuché en la tarde friolenta de la Ciudad de México: “Tengo un nuevo amor”, “Te vas juventud”, “Mi vida eres tú”, “Te he visto pasar”, “Siempre en mi corazón”…: el piano de Lecuona se tragaba con bocanadas cadenciosas el albor; las inflexiones de Esther me hicieron bailar torpemente frente al espejo la última estrofa del vals tropical “Damisela encantadora”: “Si yo te diera / mis caricias de amor, / tu vida entera / se abrasará de ardor, / y mis labios rojos / tú pudieras besar / sabrías qué es amor”.

Esther Borjas: una muchacha en el arroyo que murmura en la noche azul perpetua del admirable cuaderno que registra los esplendores de la canción lírica cubana.


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