Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Literatura, Literatura cubana, Poesía

“En el extraño viaje”, de Manuel Vázquez Portal

En este libro encontramos en altas dosis la sabiduría en textos que rezuman amargura, querellas, descreimiento, desaliento a veces y optimismo del bueno

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¡Oh, rima, cuántos crímenes se han cometido en tu nombre!, es una frase manida. O, mejor, una verdad manida que lamentablemente no pierde vigencia: por aquí y por allá, de más y menos calibre, siguen apareciendo rimadores que, cuando usted logra inhibirse de esa musiquita en las terminaciones de los versos, y mete el ojo, el intelecto, no halla en sus textos más que hojarasca que suena simpática o tristona, según el caso.

Este servidor, cuando enfrenta un poema rimado, de inmediato desconfía. ¿Cómo no desconfiar de una propuesta poética que aun ofrece para quienes se sirven de ella un diccionario? Dios mío, sí, un diccionario de rimas.

De modo que en estos casos, decía, desconfío y, cauteloso, le entro al texto.

Y más: bien sea una décima, una cuarteta, un cuarteto, leo como si estuviera disfrutando el verso libre. Así, no me detengo, ni detengo mi oído, en los extremos de las líneas de las décimas, los sonetos, etcétera; sino que sigo de corrido, buscando la enjundia de lo que me quiere decir el autor y de cómo me lo está diciendo.

Valga aclarar que, según mis lecturas, no pocos poetas cubanos adeptos —¿y adictos?—a la métrica, de la segunda mitad del siglo pasado y de lo que va de este, han resultado buenos —y hábiles— rimadores, nada más.

Toda la descarga anterior es para convocar a la lectura de un excelente libro de sonetos: En el extraño viaje, de Manuel Vázquez Portal (Morón, Cuba, 1951 y actualmente residente en Miami), recientemente publicado por Alexandria Library.

En este libro de 81 páginas y con una atractiva cubierta —tanto por su plasticidad como por las precisas y a la par sutiles alegorías al contenido de la obra—, sin secciones, pero que aun sin ellas se desliza mediante cierto orden por los variados asuntos que aborda el poeta, encontramos esa rima limpia, de ningún modo forzada, en función de una de las composiciones poéticas más difíciles de crear: el soneto.

Manuel Vázquez Portal se luce en En el extraño viaje, un conjunto de poemas en el cual, si bien no está ausente la sapiencia, encontramos en altas dosis la sabiduría en textos que rezuman amargura, querellas, descreimiento, desaliento a veces, optimismo —del bueno, del objetivo— siempre como una especie de compensación a la mala sangre, el quejido expresado inmediatamente antes.

Son 63 sonetos que van desde el tema amoroso (no hallo otra definición para referirme a la relación hombre-mujer), pasando por asuntos como la política, la ética o la falta de ella, la nostalgia del exilado o la mediocridad en diversas facetas de la vida y determinados prototipos humanos.

De lo que señalé primero, quisiera citar este soneto, que no solo es difícil por serlo, sino asimismo por lo requemado del tema:

“Cuando mi sueño vela”
Para Yoly, una vez más

Hermosa castidad de tu figura hermosa
hecha de mimos suaves, y de labores hecha.
Fecha de nacimiento, y de mi muerte fecha;
mariposa libando sobre una Mariposa.

Vela que centellea cuando mi sueño vela,
vivo de tu cuchara y de tu alcoba vivo,
escribo para ti, porque sin ti no escribo,
centinela de casa, del amor centinela.

Mundo aquel que me inventas al acabarse el mundo
cuando el ocaso empieza, y sobre todo, cuando
rotundo el desaliento me da un golpe rotundo.

Fuera de ti no encuentro más que sombras, si fuera
ando de ti, por tierras movedizas es que ando,
compañera de triunfos, de angustias compañera.

En no pocos de los poemas de este libro, Vázquez Portal se ocupa de la despedida, es decir, el adiós último, la muerte, digo, y en estos se apoya en el optimismo que citaba este cronista en líneas anteriores, o acaso en esa comprensión de este hecho “vital” al que se suele temer.

Aun en el “poema de amor” que antes tomamos de ejemplo, hallamos referencias al tema: “Fecha de nacimiento, y de mi muerte fecha” y a esta condición: “cuando/rotundo el desaliento me da un golpe rotundo” (las itálicas son mías).

Mas, tal apuntábamos antes, el poeta —¿el hombre?— no se arredra frente a estas cuestiones: “Juguemos a que somos inmortales/ que este juego consciente se disfruta” (P. 30), o “Tengo muchos amigos vecinos de la muerte/ que sin embargo habitan el gozo de la vida/. O: “Agradezco a mis gestos perdularios/ esa simple alegría que me invade./ No hay trastazo por rudo que me enfade/ ni jocicos por feos que crea solitarios” (P. 71).

Amén del ya citado “Cuando mi sueño vela”, “Un bolero y el tedio”, “Metódica y puntual”, “Mis pares”, “Sin contraseñas”, “Sin regreso”, “Después del vino, el chiste, alguna fruta”, entre otros —subrayo “entre otros”— son de esos poemas a los que habrá que volver siempre, a releer hasta la infinitud, como ocurre con la poesía que nos estremece, nos enseña, nos saca la lágrima; esa que para nuestro bien nos aprieta el pecho y nos lleva por rumbos semejantes de nuestras vidas. O sea, poemas de gran alzada a los que solemos recurrir, los lectores, cuando la vida nos da un golpe o nos regala una piñata, según. Es decir, poemas que cabrían, en mi opinión, en la selección más rigurosa de la actual poesía cubana; fuere esta selección de sonetos o no; ahí está el detalle.

Manuel Vázquez Portal, poeta, hombre de ingenio al fin y al cabo, dedica algunas piezas que componen En el extraño viaje a demostrárnoslo. Y cuando esto hace, creo que baja la guardia, nos entrega buena poesía, sí, pero ya con esta solo nos divertimos y en ocasiones nos admiramos debido a su don para la burla, el choteo, el ataque a la falacia o la estupidez más inmediata.

Aun la escatología se aprecia en los aludidos en el párrafo anterior y uno, este lector, quisiese, y decide, “volar” con urgencia adonde los poemas grandes —enfatizo “grandes”— de este libro. Esos que me humedecieron los ojos o me llevaron al viaje sin regreso de aquel sillón de la casa que debí abandonar para siempre o me trajeron de nuevo a la niña de los bucles cayéndole en la frente con su sonrisa crédula como único documento de identificación.

Pero quien decide es el autor, y él decide incorporar al libro piezas como “Sin chivas, sin libreta, sin permisos”, “Escatovergonzoso” o “Reflexiones del Cagandante”, textos que, efectivamente, nos descueran de risa-ira hacia el objeto poético en ocasiones, pero que resultan “pasajeros”, no inmortales como tantos otros de este formidable “extraño viaje” por el que Vázquez Portal, gracias a Dios, nos ha llevado, nos llevará cada vez que decidamos penetrar en sus líneas.

Salve, Manuel, quienes como tú “Sabemos que vendrá por la cosecha/ plantada en nuestros huesos en la aurora”, te saludan.


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