Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Erotismo y ciencia ficción en Cuba

Fuera de toda inhibición, censura o moralina, lo erótico, visto desde la óptica de la ciencia ficción ayuda a enriquecer el panorama del género desde diferentes perspectivas

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Resulta interesante que el erotismo, o al menos el sexo, tanto humano, mutante, robótico o alienígena emergiera como temática principal o secundaria ya en las primeras obras de ciencia ficción cubanas. Resulta interesante aunque no sorprendente, ya que la narrativa cubana a lo largo de su desarrollo ha encontrado en el elemento erótico uno de sus atractivos principales.

Ya en La ciudad muerta de Korad, novela en verso de Oscar Hurtado, el sujeto lírico, un personaje oriundo de la Tierra, dedica parte de su discurso a su atracción erótica por Dejah Torris, la princesa de Marte:

Sirena de crepúsculos y de noches,

yo quiero engendrar en tu belleza

el fruto largo tiempo retenido;

y en la tibia medianoche de un estío

derretir el frío que siempre te devora.

Voy hacia ti, trenzando mis dedos en tu cabellera.

La mano se detiene suave en su seda;

pues más suave que el agua es tu cabello.

Me duermo y me abandono.[1]

Un terrestre enamorado de una marciana. Intertextualidad temprana de Hurtado con Una princesa de marte de Edgar Rice Burroughs. Igual que en Aelita, de Alexei Tolstoi, Al fin y al cabo las variaciones no son infinitas:

1. Erotismo o sexo entre dos o más seres humanos, desarrollado en un entorno de ciencia ficción como puede ser un viaje espacial o temporal, un universo paralelo o un planeta distinto a la Tierra.

2. Erotismo o ¿sexo? entre dos entidades artificiales como dos robots o computadoras altamente desarrolladas, capaces de experimentar emociones.

3. Erotismo o ¿sexo? entre dos seres alienígenas, estos pueden ser similares físicamente a los humanos, con ligeras variaciones zoomórficas o completamente extraños.

4. Erotismo o ¿sexo? entre mutantes o cyborgs, parte humano y parte máquina, desarrollados en un entorno postapocalíptico.

5. Erotismo o sexo entre un personaje humano y una entidad cibernética, que puede ser un robot, un replicante o una inteligencia artificial, esta última apoyada en elementos de realidad virtual.

6. Erotismo o sexo entre un personaje humano y uno extraterrestre, que puede ser similar físicamente a los humanos, con ligeras variaciones zoomórficas o completamente extraño a nuestra fisiología.

7. Erotismo o sexo entre un personaje humano y un mutante, o un cyborg, en un entorno postapocalíptico.

Hecho este desglose, podríamos analizar tres de los primeros textos escritos por uno de los pioneros del género en Cuba: Ángel Arango. Me refiero a sus cuentos El Cosmonauta, Historia de Exacto y Perfecta y El arcoíris del mono.

El Cosmonauta es un ejemplo interesante acerca de cómo un ritual de apareamiento alienígena, con toda su carga erótica que Arango es capaz de trasmitir, puede resultar tan extraño a las costumbres y la biología humanas que el encuentro no solo resulta imposible, sino también nefasto.

Nuí avanzó con sus pinzas y se las enseñó a Git.

Un tentáculo de Git rodó echando humo hacia Nuí.

—¡Córtalo! ¡Córtalo! —suplicó Git.

Nuí lo mordió en tres partes: ¡choc!, ¡choc!, ¡choc!

Se comió una.

Git se comió otra.

La tercera escapó corriendo sobre el polvo azul y dio un hijo.

Nuí agarró al otro hijo de Git por un tentáculo y le cortó la mitad.

—Más, más… —pidió él.[2]

Otra variante es el también estrafalario acercamiento erótico y emocional entre dos computadoras en Historia de Exacto y Perfecta.

—Te amo —dijo y su voz retumbó dentro.

No se dio por enterado

Ella continuó.

—Conozco tu temperatura, tu vibración, tu click, tu ritmo. Adoro tu regulador circunferencial y rojo.[3]

El arcoíris del mono pertenece sin embargo al cuarto tipo. En esta historia de alto vuelo poético, los personajes son dos mutantes cyborgs, Arriet y Etram, los únicos sobrevivientes de un holocausto nuclear, obligados a vivir dentro de sus escafandras. Al final del relato deciden quitarse sus trajes para amarse pero…

Arriet comenzó a quitarse su escafandra. Etram hizo lo mismo. Sus rostros quedaron al descubierto: sin ojos, sin oídos, sin boca. Sus cabezas eran grandes piedras casi cuadradas, más anchas arriba que abajo y recorridas por infinitos canales azules.

Ya no se podían ver, ni oír, ni hablar, ni oler. Había cesado toda comunicación.[4]

Dos de las mejores novelas de ciencia ficción escritas en Cuba son El viaje, de Miguel Collazo y Espiral, de Agustín de Rojas. También de temáticas postapocalípticas, los dos autores utilizan en algún que otro capítulo un fuerte componente erótico. En El viaje, sobre todo en uno de sus capítulos titulado Orna, aparece una de las escenas más eróticas del género en Cuba. Sus personajes son dos seres humanos, Orna y Teles, cuyos comportamientos se han vuelto primitivos y casi animales al momento de enfrentar el sexo.

Estaba con todo su peso sobre el menudo cuerpo de Orna, y sentía el vientre de ella y sus senos y sus muslos moviéndose debajo. Sentía el forcejeo de todo su cuerpo, cálido y suave; el olor de sus cabellos, de su boca, de su cuello. Era frágil, podía despedazarla, morderla, ahogarla… Ahora sí todas las cosas del mundo habían desaparecido de su cabeza. Entonces comenzó a experimentar una extraña sensación, como si su cólera y su odio aumentaran hasta cegarlo, y su deseo de hacerle daño se convirtiera en el deseo de acariciarla brutalmente.[5]

La diferencia con Espiral, de Rojas, es que en esta aparece la figura de un mutante ciego, telépata, que a través de un extraño ritual de apareamiento se apodera sexualmente de una de las personajes protagonistas, y el tratamiento de esa relación hace la escena inquietante, ya que está descrita de una manera aséptica y casi a la manera de un informe científico.

«Ahora, Milaé.» Relampagueantes, las manos abandonan la forzada posición a los costados, se adelantan, asen, inmovilizan la pelvis de su pareja; con todo el peso de su cuerpo. Milaé se deja caer sobre los talones, enterrándolos profundamente en la blanda tierra: Estalla la delgada telilla, mil terminales nerviosas raptan, informan la convul­sión de las entrañas… [6]

Si en Collazo y en Rojas Anido el tratamiento de lo erótico es ocasional, en los escritores de la llamada “ciencia ficción rosada”, Daína Chaviano, Chely Lima y Alberto Serret, el componente del erotismo en muchos de sus cuentos es esencial para la trama y/o la evolución de los personajes.

Una de las joyas de la ciencia ficción erótica escrita en Cuba es sin lugar a dudas el cuento La anunciación[7] de Daína Chaviano. En este, el arcángel Gabriel que se le aparece a la Virgen en el Nuevo testamento es en realidad un extraterrestre, quien seduce a María para que tenga un hijo suyo.

—No os comprendo —dijo ella angustiada—. No sé de qué habláis.

—Calla —susurró él—. Calla y cierra los ojos.

Sumisa, obedeció.

Los labios del ángel se posaron en sus hombros. Poco a poco, rozándola suavemente, recorrieron toda su piel y subieron por el cuello hasta detenerse en la boca. Hechos de miel eran sus labios. ¡Y cuán suaves las manos que acariciaban su espalda! El tierno contacto la hizo temblar y se sintió invadida por algún vago temor de origen desconocido. Las fuerzas parecieron abandonarla. Sus rodillas comenzaron a temblar.

La voz de él, extrañamente ronca, la sacó por un instante de su ensueño.[8]

Otros cuentos, también de carácter neomitológico como La dama del ciervo[9] , Getsemani[10] o Amoroso planeta[11], o incluso en algunos minicuentos que aparecen en su libro El abrevadero de los dinosaurios relegan la especulación tecnocientífica y sus gadgets para dar mayor relevancia al elemento humano a través de un discurso sensual teñido de magia y lirismo.

Esta “estrategia” argumental también aparece en el libro Espacio Abierto, escrito a dos manos entre Chely Lima y Alberto Serret. El libro comienza con una especie de carta, Carta I, casi un poema en prosa, donde Eeya evoca a su amante astronauta perdido en el espacio. Esta carta tiene su respuesta al final del libro, en Carta II, firmada por Ehll, el destinatario del primer mensaje.

El segundo cuento, Parecido a la hierba, es la atracción que siente una mujer, Andra, por Homero, un robot de aspecto humano y capaz de sentir emociones. El tercer cuento La más bella envoltura[12], es bastante similar temáticamente al anterior, lo que esta vez, en vez del robot, es un extraterrestre, y en lugar de otro planeta, los sucesos ocurren en la campiña cubana, con una ambientación muy cercana a los cuentos de Onelio Jorge Cardoso.

Ayer salimos temprano y fuimos caminando hasta el río. Es ancho el río. Y ella me dijo: podemos bañarnos desnudos, a mí no me da pudor. La gente debería andar desnuda por el mundo, y el mundo andaría desnudo por la gente y todo sería más lindo aún, y las gentes no se ocultarían las cosas y qué bien. Dijo. Eso dijo. Y yo me quité la ropa y ella se me quedó mirando con esos ojos tan lindos. Eres como un bebé, dijo, una te dice las cosas y te las crees enseguida. No se puede ni jugar contigo; anda, ponte la ropa antes de que pase alguien por aquí y vaya con el chisme.[13]

Del mismo libro es el cuento Un instante de sol, más bien un cuento policiaco con ribetes parapsicológicos que uno de ciencia ficción (aunque en uno de los diálogos entre los personajes se explicita la posibilidad de los universos paralelos y el viaje en el tiempo). En la historia una pareja se va de excursión a una especie de campismo en la Gran Piedra y muy pronto la protagonista comienza a tener visiones acerca de un crimen cometido en la misma cabaña donde están alojados. El relato dedica algunos fragmentos al discurso erótico-lírico, casi un poema, que evoca a Graciella, la protagonista, su amante Daniel

Es que soy demasiado cerebral. Tú estás sobre mí, Daniel, tú me acosas, entras por cada poro y cada vaso, me transmites el temblor de la tierra a través de hilos profundos. Aquí te tengo dormido, laxo, un muslo preso entre mis muslos, trigueño y sembrado por ese vello fino. Un olor acérrimo a vegetación floreciente penetra por las persianas entreabiertas. Aquí podemos amarnos en voz alta, grita y desgárrate, no te inhibas, amor, muérete en el orgasmo. La cabaña es tan hermética que nadie nos va a oír.(…) Yo encima; después tú sobre mí. Te entregas sin fondo, con fuerzas que llegan lo mismo que aguas torrenciales; tú siempre tienes que ofrecer, aunque te estés cayendo de cansancio. Y te detienes en los detalles, bordeas el continente de la piel; vas llenándome de espuma y salitre; me limas con tus dientes y finalmente caemos rodando por un declive nuboso donde los besos pasan rozándose con alas que se esfuman, besos-pájaros.[14]

Kappa 15, de Gregorio Ortega es una novela que tiene muchos puntos de contacto con La Odisea de Homero y Simbad, el marino. Un grupo de proscritos, en una nave espacial, han sido condenados a desaparecer en un agujero negro y luego son transportados a distintos planetas. Uno de estos planetas se encuentra gobernado por mujeres que los seducen e intentan esclavizarlos a través del sexo.

Una y otra vez se llenan las cráteras y se prodigan libaciones a la hospitalidad, a los afortunados huéspedes y a la noche cómplice, serena y donadora de dulces felicidades. El de la cresta roja, ebrio, da un traspié, se agarra a una de las matronas y la estruja entre sus brazos. Un grito unánime se alza de todas las mujeres, que se arrancan las vestiduras y con furia demencial se arrojan sobre los viajeros. Frente a Kappa 15 está la principal de ellas: desnuda, altos y firmes los senos, feroz la negra dentadura, bajo el vientre una poderosa tarántula, que se contrae incesantemente en movimientos concéntricos, voraces. Se abate sobre él y de improviso se siente sorbido, tragado, esquilmado. Durante toda la noche los cuerpos se revuelcan insaciables, bajo el chisporroteo del alquitrán en las teas encendidas.[15]

En el centro de la noche, de Alí Salazar[16], es un cuento que utiliza la técnica de los vasos comunicantes. Uno de los hilos argumentales contempla el proceso de acoplamiento de dos naves espaciales a través de los mensajes radiofónicos de ambas. La segunda trama describe las acciones de un hombre y una mujer que recién se conocen, intiman y luego se alejan en busca de un lugar solitario para hacer el amor sobre la hierba.

Papito Veracierto, de Roberto Estrada[17] nos ofrece otra historia de ambiente campesino, un cuento en las fronteras de la ciencia ficción y el realismo mágico, donde Papito, el protagonista, le es infiel a su mujer con una maravillosa muchacha de un universo paralelo.

Roberto Estrada es uno de los autores de la década de los 80 que más profusión hace del erotismo en sus obras. La más conocida es su novela “Trenco”, donde se encuentran descripciones bastante detalladas de relaciones sexuales establecidas entre seres humanos (Hendrik y Sigrid), entre alienígenas de alas membranosas (Aarak y Omook) y relaciones entre un humano, Bartok y una alienígena rigeliana, Weena.

Ella permaneció inmóvil y vibrante, con los globos oculares en blanco, trabada estrechamente a Bartok con sus piernas, y contrayéndose con violentos espasmos crecientes. Temblaba como una hoja. Sus menudos dientes color topacio entrechocaban audiblemente. Sus largas uñas acariciaban la nuca y la espina dorsal de Bartok, arañándolo delicadamente, y sus ninfas lo succionaban con fiereza.[18]

El cuento “Los imprescindibles” de Arnoldo Águila comienza con una escena erótica e idílica. Una pareja, supuestamente de mujer y hombre, desnudos, corren por la playa en una especie de juego que terminará “Haciendo el amor en cualquier parte, sin ocultarse, vencidos los antiguos prejuicios”. Sin embargo, el cuento va alejándose de lo erótico cuando nos enteramos de que la pareja en realidad son dos androides y la humanidad ya se ha extinguido por completo. El mundo está ahora en manos de las máquinas que han decidido “Chequear” (eufemismo por eliminar) a todos los androides y tratar de rescatar al ser humano nuevamente.

Ella se detuvo riendo y se acostó sobre la húmeda arena, donde la bañó la espuma del pequeño oleaje.

La incierta luz del atardecer proporcionaba un mágico encanto.

Y empezaron a hacerse el amor jugando entre el umbral del dolor que se tornaba placer, entre el rechazo del olor fuerte que luego se volvía fruición, entre los rejuegos del ir y venir, con la mágica sapiencia de miles de siglos.[19]

El erotismo siempre ha sido un fuerte componente del humor en la literatura. F. Mond (seudónimo artístico de Félix Mondejar) no escatima servirse de él para elaborar muchos de sus cuentos y novelas. Los dos libros donde se nota un mayor recurso a lo erótico son “¿Dónde está mi Habana?” y “Krónicas Koradianas”

“Krónicas Koradianas”, especie de cuenti-novela, está dividido en cuatro partes fundamentales que son, a la vez, referencias intertextuales y paródicas a otras obras del imaginario fantástico, como “La guerra de las galaxias” o las aventuras del espía James Bond 007 o a clásicos de la literatura como “Las aventuras del joven Werther”, de Goethe, “La Divina Comedia”, de Dante o la novela realista rusa del siglo 19.

Los capítulos “La perra de las galaxias”, “Los estremecimientos del joven verde” y “Goldsphincter” son los que más amplia referencia hacen a las situaciones eróticas. En “La perra de las galaxias” el protagonista, Jerry Longfellow, siente una atracción desmesurada por los pechos femeninos y alcanza la completa felicidad cuando por fin tiene relaciones con la princesa Lejía que, en lugar de dos, tiene tres senos.

“¡Por todas las vacas celestiales del mundo! Esto no es una mujer, sino un resumen: tiene el cuerpo diminuto y grácil de Jane Murray; los ojos grandes y la boca hambrienta de plátanos de Loly Winters; y los senos…, idénticos, descomunales, de Marietta, la italiana… Pero… En lugar de dos tiene tres… ¡Es increíble! Y a la vez magnífico, esplendoroso, ¡qué diablos![20]

En “Los estremecimientos del joven verde” cambia el estilo, F. Mond se adentra en este capítulo en el género epistolar, y el tono, una especie de carnavalización del lenguaje rebuscado de los románticos alemanes. El personaje protagónico, Walter Patrick Pity, se sumerge en un universo simulado con realidad virtual que recrea una aldea rural de la Alemania de la época de Goethe, y durante todo el capítulo se hacen referencias que rozan con la coprofilia y el fetichismo de la mujer velluda.

En la semipenumbra de la tarde, cuando fui a recogerla, no pude ver en todo detalle su rostro. ¡Pero ahora sí, querido amigo! Más de doscientas velas alumbraban la sala, dejando rodar sus gotas de cera derretida de igual modo que las gotas de sudor que rodaban por el cuello y el pecho de las damas. ¿Y qué vi, Willy wiloso? Su bello rostro cubierto de bellos vellos. ¡Qué velluda, Willy! Eso explicaba el volumen de su pubis… ¡Oh, querido amigo! Ahora veo de nuevo su imagen a trasluz… Ahora puedo asegurar que aquella sombra que cubría sus muslos…, eran deliciosos, encantadores, tiernos y sutiles vellos. Hasta tenía cierta y sublime sombra sobre el labio superior, en delicado esbozo de bigote… ¡Vade retro, Santana! Mejor seguimos en lo del baile…[21]

Otro escritor ampliamente legitimado dentro del género humorístico es Eduardo del Llano. Autor de difícil clasificación, como no sea la de “humorista” ha incursionado en disímiles géneros literarios, que van desde novelas fantásticas al más puro estilo de Jonathan Swift y sus viajes de Gulliver, hasta cuentos donde utiliza de manera tangencial elementos de ciencia ficción para construir situaciones absurdas cuando no sarcásticas. Por supuesto, el elemento erótico abunda en muchas de estas narraciones.

—Aquí estoy —dijo la muchacha. Estaba, obviamente, desnuda. Alexis la vio envuelta en una bruma rosada. Saltó sobre ella y sólo después empezó a quitarse la ropa.

—¿Qué hay con el SIDA? —preguntó, sin embargo. Se cuidaba mucho.

—Eso es de tu mundo —dijo la mujer— no del mío.

Alexis se quitó con cierta dificultad los calzoncillos y penetró a la rubia sin otro circunloquio. Ella no solo se dejó hacer, sino que colaboró con bríos. Tres o cuatro caderazos más tarde se acabó todo. Delante de los ojos de Alexis chisporrotearon unas luces de colores.[22]

A Rafael Morante le debemos la creación de la heroína más erótica en la historia del cómic cubano: Alona. Sin embargo a la par de su exitosa carrera como historietista, publicista y creador de carteles de cine, también es un escritor reconocido de ciencia ficción. “Viene”, cuento aparecido por primera vez en “Polvo en el viento”, una antología de CF cubana publicada en Argentina, es, posiblemente el cuento más erótico de este autor.

Un cosmonauta que trabaja en una base espacial y que controla una especie de teleportador de largas distancias recibe de pronto la visita de una mujer invisible, víctima de un experimento hiperlumínico por el cual ella, o al menos su entidad física, ha llegado mucho antes que su imagen. El la invita a cenar y poco después se van a la cama.

Amanece. Tuviste una experiencia realmente única: hacer el amor con una mujer, maravillosa, que realmente aún no sabes muy bien si está aquí o no. (…) La verdad, cuando viste que el colchón térmico se hundía en el centro, ven, mi amor —¡Mi amor! ¿Te das cuenta? La idea clara, el concepto preciso—, tu corazón volvió a traicionarte, pero tú eres un hombre de experiencia y enseguida recuperaste el control. Las depresiones en la superficie del colchón permitían adivinar, sino las formas, sí las dimensiones, las proporciones y la colocación exacta de las partes de su cuerpo. Esto acabó de enardecerte y con un limpio y medido salto digno de un atleta, comenzaste, bueno, tu labor.[23]

El libro “Timshel” de José Miguel Sánchez, Yoss, es un puente y al mismo tiempo un punto de ruptura entre la generación de los escritores de CF de los 80 y la de los 90. En sus cuentos aparecen enfoques, universos y personajes que luego se traducirían como los primeros intentos cubanos dentro del género cyberpunk, y sobre todo, biopunk. Si en “Historia de Gladiadores” aparece de manera fugaz el elemento erótico a través del encuentro entre el personaje protagónico y una prostituta, y en “Una vez dentro de ti”, la trama se resuelve en una relación sexual descrita en forma poética, en el relato “Ella vendrá de nuevo”, el autor propone dos maneras diferentes de ver el sexo: la primera sucede entre el narrador en primera persona y Kaira, una mutante, relación donde al parecer existen sentimientos de amor, contrapuesta a la relación entre el mismo narrador protagonista y Dorga, una investigadora militar, donde prima solo el deseo físico y el desenfreno sexual.

Sin embargo es en “Timshel”, cuento que le da nombre al libro, donde Yoss se recrea a lo largo de dos páginas en una de las mejores escenas eróticas de toda su producción.

Nada me importaba, no había vergüenza aquella noche. En cuanto cerré la puerta, ya estabas de rodillas, tu rostro perdido mordiendo mis muslos, tus manos ardientes desnudándome por dentro, besándome sin prisa en el centro de mi mundo de placer que gemía despacio como en sueños. Y yo apenas sosteniéndome de pie mientras la voluntad de Eros en mis brazos me sacaba el vestido, quedando desnuda como un pensamiento gritado al mar, abriéndome desnuda sobre tu vientre, mis piernas sobre las tuyas, apuntando a los dos puntos cardinales del goce tanto tiempo enterrado que ahora descubría y tú viviendo erecto dentro de mí, como un terremoto vertical y oscilante que se hundió en un abismo en un espasmo.[24]

En su novela “Pluma de león”, publicada años después, el Yoss se lanza a un tratamiento de lo erótico aún más descarnado como la relación sexual lésbica que aparece ya en el primer capítulo titulado “Xandra y Svieta (I)”, relación a la que dedica casi dos cuartillas completas, con una recreación en los detalles que casi roza lo pornográfico.

Sentiré su aliento bajándome por la espina dorsal, sus mordiscos de hiena marcando mis enhiestos glúteos, su pierna ordenando abrirse a las mías. Y su lengua modulando el reblandecimiento de mi carne más íntima, entrando y saliendo. Primero, solo en mi surco desnudo. Luego, aventurándose también en mi túnel secreto, derritiéndolo a su puntiagudo contacto.[25]

El taller Oscar Hurtado, que aglutinaba la mayoría de los escritores de la década de los 80 dejó de funcionar a principios de los 90. Poco después surgía el taller “El Negro Hueco” en el cual se dio a conocer una nueva generación cuyos principales exponentes, o al menos los más reconocidos aparte de Yoss, serían Michel Encinosa Fu, Fabricio González, Ariel Cruz, Juan Pablo Noroña y Vladimir Hernández Pacín, entre otros. Este nuevo grupo venía influido por la corriente cyberpunk y las obras de Gibson y Sterling.

Varias veces percibí el rumor de los servomecanismos bajo su piel, así como las tenues cicatrices a lo largo de sus miembros y costados. Endoesqueleto sintético. Pero no me dio mala impresión. Era preferible a los injertos de piel transparente, las dermis de especies animales y los cibersimbiontes genitales. Pocos días antes, había ligado a una locuela con una vagina extra entre los pechos, y otra en la garganta. Una interface convertía su voz en ronroneo de gata en celo. Nunca sabe uno a dónde lo va a llevar la voluntariosa intrascendencia. Rafaella era ágil, pero tenía el ácido lácteo de un día duro en los tendones, así que dejamos a un lado las presunciones de megasátiro y giganinfómana. Se durmió acariciando mi almohada con el resuello de sus pulmones cibernados.[26]

Los cuentos de Michel Encinosa y Vladimir Hernández, como todo buen ciberpunk, siempre contienen algo de sexo fatídico, muerte insensible y destino decretado. Narrativa del pesimismo, con un mundo escindido en dos planos, real y virtual. Si en el universo real, el sexo siempre aparece entre basura tecnológica, situaciones límites, ciberimplantes y polución, es en el ciberespacio donde todas las fantasías, potencialidades y hasta “perversiones” del erotismo pueden ser experimentadas. Sexo virtual es igual a sexo seguro. Acerca de estas posibilidades del cibersexo en su vertiente sado-maso tratan los cuentos Bondage 3D y Sexbot, de Raúl Aguiar, escritor proveniente del taller Oscar Hurtado quien abrazó también la ¿causa? del movimiento ciberpunk cubano.

Al llegar a casa ella me estará esperando, dispuesta a cumplir todos mis deseos, los más excelsos y los más retorcidos. Por eso no escatimo y regreso en taxi, y hasta soy capaz de darle una buena propina al chofer por dejarme antes de lo que esperaba. Todo el viaje lo he pasado lleno de fantasías sexuales y hasta tengo que simular mi erección al descender del vehículo. Ya en el apartamento no me demoro ni cinco minutos en comer un bocadillo, vestirme con el traje de licra, conectarme los biosensores, vibradores, difusores de calor, los captadores de sensaciones táctiles, el casco de RV y sentarme de inmediato frente al ordenador.[27]

También con temática cruelmente sádica se muestra el cuento a dos manos “La prisión” del Yoss y Vladimir Hernández, donde una astronauta de la Tierra cae bajo el dominio de un ¿infante? extraterrestre quien juega con ella como si fuera solo una mascota, llevándola a límites fisiológicos y mentales difícilmente soportables.

El segundo clímax llegó sin previo aviso, y fue como si un rayo que fuese a la vez chorro de lava la atravesara de parte a parte naciendo del clítoris. La astronauta cayó de hinojos, acariciándose los senos con una fruición incontrolable que, no obstante, parecida incapaz de añadir más satisfacción a la que ya sentía.

Un pequeño charco de fluido vaginal brillaba en el suelo, bajo su entrepierna…

Gran Espacio, este fue… indescriptible. ¡Está jugando conmigo otra vez![28]

El tema preferido por Juan Pablo Noroña, quien fuera una de los puntales del grupo de creación fantástica Espiral, fundado en el año 2000, es el de las guerras del futuro, muy relacionado con los gadgets ciberpunk. Esto no es óbice para que incursione en otros subgéneros del fantástico, incluyendo el erótico, como demuestra en su cuento “Pareja”, donde en un futuro cercano (tal vez demasiado cercano) y a modo de gran espectáculo televisivo, se subastan las prendas íntimas y sobre todo usadas de una menor japonesa.

En la década del 2000, la ciencia ficción y las fronteras con otros subgéneros narrativos se diluyen un tanto. Aparecen autores como Jorge Enrique Lage, Raúl Flores o Yonnier Torres que son escritores del mainstream, o más bien de la llamada literatura menor, cuyo acercamiento a la ciencia ficción se hace siempre desde un tratamiento realista, por momentos cruzado con elementos del absurdo y el sarcasmo, y casi todas sus historias se relacionan tangencialmente con las problemáticas de la sociedad cubana de hoy. “Straigth”[29], de Jorge Enrique Lage, nos describe un mundo donde el homosexualismo es la norma y heterosexualidad la excepción. “Idoru”, de Raúl Flores es un homenaje a la novela de igual nombre de William Gibson y tiene muchos puntos de contacto intertextual con esta obra y con “Crash”, de J.G. Ballard.

¿No tiene sexo?, se extrañó Guzmán.

Las idorus no tienen sexo, le dije.

Claro que lo tienen. Victoria tiene sexo, sino ¿cómo podría orinar?, me dijo él.

Hizo desnudarse a Victoria y era real, tan real como lo puede ser el fantasma de una mujer real. Un pubis de pequeños cabellos rubios ligeramente rizados, senos con pezones erectos, toda una Victoria made in Tokio, con licencia para matar y garantías a largo plazo.[30]

“Dioses de vidrio”[31] de Yonnier Torres, es casi un cuento realista por su tratamiento, pero con varias líneas de fuga que hacen pensar en un visitante extraterrestre cuya misión es copular con varias humanas para recolectar sus simientes, pero esta interpretación es tan solo una de las varias posibles.

Con la creación en 2007 del grupo literario de ciencia ficción y fantasía “Espacio Abierto”, nuevas voces se incorporan al imaginario fantástico cubano. Uno de ellos es Carlos Duarte, biólogo de profesión, quien en varios cuentos utiliza elementos de lo erótico para ambientar sus historias. En este sentido su cuento más interesante es Epicuro S.A.[32], donde retoma la temática del cibersexo y sus posibilidades ilimitadas de ofrecer placer hasta el punto de quitar la vida a sus usuarios, en algo que parece ser una investigación cruel acerca de la capacidad perdida por el ser humano de experimentar el amor. Leonardo Miguel Gala, por otra parte, en “Solo pienso en May”[33] nos propone un mundo futuro donde los potenciales clientes del sexo traen el dinero flotando en sus fluidos corporales.

Si los años 90 fueron la década del ciberpunk para la CF cubana, a partir del 2000 la mayor parte de la producción se vuelve a la biología o la ecología como temáticas fundamentales, hasta el punto de que se empieza a hablar de una tendencia hacia “La ciencia ficción verde”

Un universo extraño, con una ecología, sociología y rituales de apareamiento muy particulares, habitado por los furshies y las mushkies, nos propone Gabriel Gil en una serie de historias entrelazadas cuya carga erótica más intensa aparece descrita en su cuento “Sus jirazas son nuestras”

Miran al cielo y se frotan debajo del vientre con hierba maldita. El sudor les baña el cuerpo. ¿Acaso no sienten el helado viento de la noche? Suspiran, se contorsionan y gimen. Qué atractivas se ven sacudiéndose sobre el suelo y acariciándose la entrepierna. Tiemblo de ansiedad. Mi filametera se eriza. Podría mirarlas toda la noche. Detengo mi mirada en una de ellas. Al principio sus roces con la hierba son leves pero pronto desespera y sus piernas se abren más y sus manos, con un puñado de hierba, frotan más fuerte la jiraza. Que es preciosa. Y que se dilata un poco más con cada contacto. Y que pronto se pone húmeda y roja y… Mis manos buscan mi filametera. Pero las detengo. No estoy aquí para eso.[34]

“Culto de acoplamiento” de Elaine Vilar Madruga también se refiere a una especie extraterrestre, los Mudgorgs, que tienen unos rituales de apareamiento muy diferentes a los humanos. Una joven investigadora, Serm, ha recibido la orden de estudiar sus conductas y tratar de descubrir si son inteligentes. Lo que la investigadora no sabe es que ella misma es parte de un experimento para el cual deberá ser sacrificada.

La muchacha cortó la comunicación, con un espasmo de rabia en las mejillas. Intentó prestar un poco de atención al rito de cortejo de aquella especie de pulpos repugnantes, que solo pensaban en pegarse los unos a los otros. Las figuras semincorpóreas de los mudgorgs en su cópula desenfrenada le revolvieron el estómago. Observó el avasallamiento de los débiles, el cimbrear contoneante y vencedor, los silbidos apagados cuando finalmente los cuerpos se encontraban. El color grisáceo de las escamas corporales se confundía con la flora y, en el centro de su asco, el olor de los mudgorgs en celo, penetrando a Serm como criatura sexual que era. Un olor que extrañamente la excitaba. La mujer se obligó a cerrar las piernas.[35]

“La noche de los penes largos”[36], de Denis Álvarez es un cuento casi escrito ex profeso para esta antología de ciencia ficción erótica. En el futuro la pornografía se ha convertido en “Imageanología sexual” y un periodista marcha a realizar un video-reportaje al planeta de Veneros, donde podrá filmar una especie de superorgía entre los seres de aquella raza. El cuento es un interesante repaso de las diferencias sexuales que el periodista ha podido observar a lo largo de su carrera.

“La silueta del Suba”[37] es un delicioso cuento erótico que tiene tanto de humor como de grotesco, escrito a dos manos por David Alfonso Hermelo y Carlos César Muñoz. Blutr, un extraterrestre de la especie de los subas viene a la tierra como turista sexual en busca de una humana con determinadas características físicas que resultan repelentes para un humano común.

“Muy bien. Prosigamos. Nuestros especímenes de “chicas” se dividen en cuatro categorías de rugosidad: atentas viejas, complacientes gordas, exquisitas viejas-gordas, y sensuales viejas-gordas-verrugosas. Cada categoría cuesta 100 ml más de Materia que la anterior, es decir que los precios varían desde 100 ml hasta 400 ml por hora.”

Lentamente, Blutr seleccionó la categoría más cara.

Para terminar, “Pequeño Irvo”[38], de Pavel Mustelier. Pavel con este cuento recuerda la forma de hacer de Roberto Estrada en los años 80. En una expedición cósmica, tres mujeres astronautas Bianka, Dina y Tera se disputan los favores de Irvo, una mascota extraterrestre con ciertos atributos que opacan a la tripulación masculina que las acompaña. En sus descripciones, y tal como ocurría en los textos de Estrada y el Yoss, lo erótico roza lo pornográfico y por momentos hacen pensar en una variante de comic X, más que en un cuento “serio” de ciencia ficción, pero la historia es entretenida y roza la picaresca.

Si en generaciones anteriores, el erotismo o el sexo solo eran un elemento más de las historias, en muchos de los cuentos del 2000 al presente, el tema del sexo y sus problemáticas comienza a ser el eje fundamental del conflicto. Fuera de toda inhibición, censura o moralina, lo erótico, visto desde la óptica de la ciencia ficción ayuda a enriquecer el panorama del género desde diferentes perspectivas, ya sea en el enfrentamiento a rituales de apareamiento alienígenas que nos hacen cuestionarnos acerca de nuestros propios rituales, u otros más cercanos, relacionados con la tecnología de punta, la realidad virtual o los últimos adelantos de la medicina y la genética. Sirva esta antología como una especie de cartografía temática acerca del erotismo “que se nos viene” en los próximos años o siglos.

Prólogo de SEXBOT. Antología cubana de cuentos eróticos de ciencia ficción.



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