Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Con ojos de lector

Un estreno brillante y promisorio

En su primera incursión como novelista, Lilliam Moro parte de la tragedia de los balseros para abordar la realidad cubana de las últimas décadas.

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Autora ajena al apremio por publicar, preocupada más por pulir y corregir, Lilliam Moro (La Habana, 1946) nos debe ya desde hace tiempo un nuevo poemario (el último, Poemas del 42, data de 1988). Mas he aquí que mientras éste llega, nos da ahora la agradable sorpresa de entregarnos En la boca del lobo (Editorial Verbum, Madrid, 2004), su primera incursión en la narrativa, que viene avalada por el I Premio de Novela Corta Villanueva del Pardillo.

En la boca del lobo narra las peripecias de seis personas que salen clandestinamente en una balsa, con el propósito de llegar a Estados Unidos. En realidad, ese es sólo el núcleo al que Lilliam Moro articula una serie de ramificaciones, que le permiten recrear algunos de los hechos más significativos de la historia cubana contemporánea: el triunfo de la revolución, la campaña de alfabetización, las UMAP y las "recogidas" en La Habana, la entronización de la dictadura y la adopción del modelo soviético, las aventuras militares en África, el éxodo del Mariel, la depauperación de la sociedad durante el Período Especial. Eso hace que la novela no se reduzca al relato del viaje de los balseros, sino que además profundiza sobre ello al arrojar luz sobre la realidad política y social que llevó a los protagonistas a lanzarse a tan desesperada y riesgosa travesía.

Para poder ofrecer esa imagen tan abarcadora, Moro realizó, en primer lugar, una inteligente selección de los personajes que componen el grupo de balseros. Éste está compuesto por dos mujeres (Bárbara y Aurelia) y cuatro hombres (Evaristo, Jorge, Manolo y Alberto), cuyas edades, formación y procedencia social son muy distintas. Bárbara, por ejemplo, es una pintora que durante muchos años estuvo segura de que estaba viviendo una experiencia única. Pero un día se dio cuenta de que había perdido la amable armonía de antes: se le fue yendo poco a poco, "cansada de oír hablar de ese futuro que no sólo no llegaba nunca sino que ya ni tan siquiera se creía sinceramente en él: como un Retablo de las Maravillas a lo cubano, nadie creía en lo que decía que creía". Todos aquellos años los sobrellevó además con el miedo a que descubrieran que es lesbiana, un punto vulnerable que seguramente los agentes de la Seguridad del Estado utilizaron al captarla como informante.

Otros de los balseros son Manolito y Aurelia, su tía. Esta última, en realidad se ha lanzado a aquella aventura suicida por seguir a su sobrino, quien tras la muerte de la madre, cuando era aún un recién nacido, sólo la tiene a ella. Aurelia estaba ya resignada a sobrevivir en su vejez con el poco dinero que le dan como retiro, y con algunos pesos extras que pudiera sacar cuidando niños en su casa. No mucho, en fin, pero al menos suficiente para poder llegar al fin de mes. Manolito, en cambio, pese a ser muy joven, conocía ya lo que significa la existencia bajo el miedo. Una inocente charla con un turista canadiense bastó para que la policía lo detuviese. El oficial que lo interrogó lo amenazó, en un alarde de poder, con represalias mucho peores: "La próxima vez que te cojamos hablando con un extranjero, te vamos a meter en una granja de rehabilitación, pero no por contrarrevolucionario, sino por maricón. Aquí nadie pasa desapercibido, ¿te das cuenta?, todo está bajo control: ¡como un día te equivoques con nosotros, te enseñamos el expediente completo desde que naciste!". Fue así como Aurelia decidió seguirlo y ahora se ve "encaramada en aquella balsa en medio del mar y a saber qué pasa…".

Ante todo, sorprende y admira cuánto logra revelar sobre la realidad cubana esta novela que no sobrepasa las ciento cincuenta páginas. Moro la ha estructurado a manera de un relato coral, de una polifonía de voces, en la que las experiencias de los personajes se van integrando unas a otras como piezas de un rompecabezas. A su vez, éstas al completarlo componen la imagen de todo un país, así como de los acontecimientos más significativos que sus habitantes han vivido en estas œltimas cuatro décadas. La autora eludió escribir una obra complaciente, acomodaticia o políticamente correcta. Por eso para su estreno como narradora, aborda una de nuestras tragedias más dolorosamente contemporáneas. Ese empeño cristaliza en un texto intenso, duro, desgarrado y de una profunda amargura, que trasluce su compromiso ético con el tema que trata y al cual se le puede aplicar con toda justicia el calificativo de necesario.


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