Actualizado: 27/03/2024 22:30
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Literatura

Fina García-Marruz y la poética

Premio de Poesía Pablo Neruda, la escritora ha enriquecido las letras nacionales con su peculiar aprehensión de 'lo cubano'.

Enviar Imprimir

Leyendo el excelente comentario de Duanel Díaz en su blog, Fina, Dama Poesía, quisiera sumarme a la legítima alegría por el Premio de Poesía Pablo Neruda, que le fue otorgado en Chile por el conjunto de su obra.

El crítico realiza agudas observaciones sobre el sentido y los límites de la cosmovisión que emana su obra. Sin embargo, no comprendo del todo su afirmación sobre sus "discrepancias con su poética", aunque sí, claro, con "su posición política", e incluso con su cosmovisión, que el crítico aprehende, pese a la brevedad de su texto, con claridad y profundidad.

Pero acaso sea un problema semántico. ¿Qué sentido tiene discrepar con la poética de Shakespeare, de Dante, o de Broch o Gombrowicz, o, en nuestro ámbito, con la de Lezama, Piñera, Carpentier o Cabrera Infante? Eso, además, cuando un autor no secreta distintas o simultáneas, o sucesivas poéticas. Las poéticas son siempre, en última instancia, singulares. Quiero decir, tan singulares como las personas mismas, y las personas, ya se sabe también, son, al menos, la "triple bestia" que le describió la Esfinge a Edipo…

Uno puede ciertamente afirmar: no me gusta esa persona, etcétera, o no me interesa esa poética…, o en el caso de que despleguemos una propia, enfatizar: mi poética es diferente, que vale lo mismo que decir: soy diferente.

Ante las poéticas, en suma, como ante las personas, sólo cabe el desdén, la indiferencia o el amor. Pero es inútil negarlas —¿se puede negar un árbol, un ocaso, una supernova? Incluso "discrepar" de una poética es algo ocioso, a no ser que se haga para afirmar la propia, con lo cual tampoco se desdibuja a la primera, antes bien se la reafirma por contraste.

Toda mirada es promiscua

Lo más útil siempre será tratar de comprenderla —lo cual, por cierto, Duanel Díaz realiza sin lugar a dudas—, pues en toda poética, como en toda persona, siempre habrá algo inextricablemente singular que nos rebasa y enriquece.

Frente a una poética caben, al menos, dos actitudes: en primer lugar, el extrañamiento que implica mirar, así sea en un instante, desde otros ojos —lo cual es la esencia de la participación creadora—, y que es la antesala del amor (pues siempre amamos u odiamos lo diferente, o, en otro sentido concurrente, lo que fuimos o lo que quisimos o queremos ser); extrañamiento caníbal: incorporar lo diferente para que luego mire también desde nuestros ojos con una distinta mirada.

Y aquí ya rozamos la agonística del canon. Porque toda mirada es promiscua, en última instancia intertextual, palimpséstica. El mestizaje de la mirada puede producir un molesto escozor o una salvaje alegría. Somos como una sopa incesante, inacabada siempre, de la creación, de un big bang inalcanzable.

En segundo lugar, la comprensión, que ya opera por reconocimiento, y que complementa al extrañamiento. Es su parte en cierta forma melancólica, pero indudablemente amorosa también. Es la más difícil, porque implica aceptar comunidades, y atenta contra nuestra arrogante singularidad, porque supone ciertamente un límite. "Denme el conocimiento de un límite y la más simple frase melódica nos puede llevar de la mano a lo insondable", dice Fina García-Marruz.


« Anterior12Siguiente »