Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Herzog, Cine, Arte 7

Infatigable curiosidad intelectual

Una falla de este filme es que Herzog no toca el papel del sexo en el universo virtual, tanto de sus aspectos positivos como de sus aspectos negativos

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He dicho repetidamente que no me gusta ver documentales. Me parece un género que tiene demasiadas agendas. Sus realizadores editan todo a conveniencia para presentar sus puntos de vista respecto al tema que tocan y cuando no es así, son piezas excesivamente pedagógicas sin interés artístico. Sin embargo, hago una excepción con Werner Herzog.

Herzog (Munich, 1972), tiene una forma sui generis de mirar a las cosas. Convierte un documental sobre las pinturas rupestres de las cuevas de Chauvet (Cave of Forgotten Dreams 2010), en una exploración de la necesidad del ser humano de expresarse artísticamente, narrado con un aura de misterio que se ve como un thriller que descubre lo más profundo del alma humana. En Into the Abyss (2011), convierte unas conversaciones con un condenado a muerte y su efecto sobre sus víctimas, en una exploración de la muerte como castigo y como péndulo psicológico para entender la vida. En Grizzly Man (2005), transforma una visión sobre el ambientalista y documentalista Timothy Treadwell, quien vivió por años junto a los osos hasta que junto a su novia, Amie Huguenard, fue devorado por uno de ellos, en el análisis humanístico de una obsesión y de un obseso. Herzog siempre pone su mirada donde nadie antes lo ha hecho y deja viajar su sentido inquisitivo.

Por si fuera poco es además un críticamente aclamado y multipremiado director de largometrajes de ficción, entre los que se encuentran Aguirre, la cólera de Dios (1972), El enigma de Kaspar Hauser (1974), Stroszek (1977) y Fitzcarraldo (1982), por solo citar unos pocos. Además, ha dirigido óperas en Alemania e Italia. Está al cumplir 74 años y sigue observando el mundo con el asombro de un niño. En su obra, no solamente es importante el tema que toca, sino cómo la narra y la incertidumbre de no saber a dónde nos lleva, pero siempre termina abriendo posibilidades para el disfrute artístico y el enriquecimiento intelectual.

Lo and Behold (2016), es su más reciente documental, que explora el origen de la Internet, su desarrollo y sus posibilidades. Resulta que cuando en La Habana un grupo de amigos, pasando mil trabajos dada la situación de las comunicaciones en Cuba, fuimos capaces de sintonizar una estación de Miami para ver el alunizaje del Apolo 11 en julio de 1969, creyéndonos que veíamos el más gigantesco paso científico de la historia de la humanidad, la verdadera revolución del conocimiento se iba a gestar tres meses más tarde en un laboratorio de la Universidad de California, Los Angeles, en donde una computadora allí localizada iba a comunicarse con otra ubicada en la Universidad de Stanford, al norte de California.

El título (que en español puede traducirse como “y he aquí”) lo toma de lo que explican los participantes de ese inicio, que trataron de escribir low and… y las comunicaciones se interrumpieron cuando apenas escribían “lo”, por lo cual para ellos significó “Y he aquí que hemos comenzado un nuevo sistema”.

Herzog entrevista a varios de los protagonistas del desarrollo de la Internet, entre los cuales se encuentran genios como Ted Nelson, Daniel Hillis y Leonard Kleirock, pioneros de la Internet y de la world wide web, así como científicos que han hecho grandes aportes a la misma como Lawrence Krauss, el hacker más famoso del mundo, Kevin Mitnick y el creador de PayPal, Elon Musk, todos los cuales profesan devoción al fenómeno que crearon y a las posibilidades que ofrece. También entrevista a la astrónomo Lucianne Walkowicz, una mujer de aspecto juvenil, con varios tatuajes, que rompe el estereotipo de lo que se piensa del científico, y que explica los riesgos a los cuales se expone un mundo sustentado por la Internet, debido a los posibles efectos de una gran explosión solar.

Habla también con los devotos ciegos que creen que en el futuro existirán unos robots para jugar fútbol que lo harán mejor que Messi, Ronaldo y Neymar. A Herzog no se le escapa la ironía. También entrevista a víctimas del flujo excesivo de información que representa la Internet. La variedad de temas es enorme. Herzog se mueve entre los utopistas y los apocalípticos con una facilidad que lo hace no tener que apostar por ninguno. Herzog es también capaz de mostrarnos la banalidad de los genios.

En Herzog las cabezas parlantes no son puestas en escena solamente para hablar. Según lo que digan, Herzog encuentra una forma de encuadrarlos que subraya e ironiza sus puntos de vista con sofisticado sarcasmo. El montaje de cada escena es algo bien pensado y artístico, elimina el didactismo. Aunque al final de este filme se le va un poco de las manos la parlanchinería científica y en los últimos diez minutos llega a aburrir un poco.

Una falla de este filme es que Herzog no toca el papel del sexo en el universo virtual, tanto de sus aspectos positivos como de sus aspectos negativos. No entiendo la razón, ya que Herzog es un artista comprometido consigo mismo y que no soslaya ningún tema por miedo. Es un defecto notable por su ausencia.

Para ajustar el montaje de sus escenas, Herzog cuenta con la ayuda del excelente fotógrafo checo Peter Zeitlinger, con quien ya ha trabajado en varios filmes. Si bien este documental queda por debajo de los arriba mencionados, es una obra de gran interés, sobre todo para los interesados en el tema de la inteligencia artificial, la interconectividad virtual y el futuro de las relaciones humanas.

Lo and Behold: Reveries of the Connected World (EEUU, 2016). Guion y dirección: Werner Herzog. Director de fotografía: Peter Zeitingler. De estreno en algunas de las ciudades más importantes de Estados Unidos y disponible en On Demand.


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