Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Fotografía

La épica revolucionaria

Una muestra en São Paulo reunió obras de artistas cubanos que captaron la efervescencia de los años sesenta y setenta en la Isla.

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Al mismo tiempo que en puntos clave para el arte cosmopolita de São Paulo, como el Centro Cultural Tomie Otake, que en estos momentos presenta una retrospectiva del grupo Fluxos, o el Centro Itaú Cultural, que acaba de producir una exposición de arte digital interactiva, durante el invierno brasileño también se organizó la muestra de fotografía A Épica Revolucionária Cubana, con 69 imágenes de ocho creadores.

Con obras poco conocidas, la exposición se inauguró en la Galería Senac Lapa Scipião bajo el auspicio del Instituto de Midia e Artes de São Paulo, en coordinación con la Fototeca de Cuba, cuya directora, Lourdes Socarrás, estuvo presente en la apertura de la misma. No pudiendo asistir el fotógrafo Roberto Salas, también invitado, en su lugar Jorge Luis Álvarez Pupo, exponente de la nueva generación de fotógrafos cubanos, conversó sobre la obra de Salas, entre otros temas.

Hasta el mes de agosto, fecha de su cierre en este importante centro de São Paulo que realiza un serio trabajo en favor del enriquecimiento cultural de la ciudad, A Épica Revolucionária Cubana fue visitada diariamente por decenas de personas. Alcanzó gran notoriedad entre los estudiantes y profesionales brasileños que, por diversos motivos, se mantienen al corriente de toda la información producida por las instituciones cubanas.

Una propuesta que define una historia inconclusa

Funciona esta suerte de making off para sostener la tesis de que la clase media intelectual brasileña, cuyos años de juventud transcurrieron en una coyuntura histórica desfavorable a la aproximación con el contexto revolucionario en Cuba, ha adquirido un imaginario sobre la Isla un tanto mitológico, producto de la información que pasó, a veces de mano en mano, sobre cómo se tejió la vida para muchos cubanos.

La "épica revolucionaria", como ha sido catalogada esta muestra por su curador, Nelson Ramírez de Arellano, fotógrafo y jefe de curadoría de la Fototeca de Cuba, tiene la velocidad perfecta para detenerse en el año setenta: tiempo de promesas, de vitalidad, de grandes proyectos —algunos de ellos imposibles, pero que de cualquier forma captan el juego indiscutible en pleno—, del encantamiento en el retablo histórico de una joven revolución idealista en la segunda mitad del siglo XX.

Se exponen además obras de los tiempos precedentes al primero de enero de 1959, fecha que, entre tantas cosas, definió una "fotografía revolucionaria" como única tendencia dentro de esa —hasta hace muy poco— arte-asociada, en que fotógrafos se tornaron creadores para descontinuar el proceso narrativo que solamente calzaba a la fotografía, pues en los tiempos que sucedieron este arte estuvo al servicio de la política oficial, o al menos fue la obra de muchos de estos artistas la más difundida. Alberto Díaz Korda, Oswaldo Salas, Raúl Corrales, o Liborio Noval, figuras representadas, son ejemplos de este movimiento.


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