Actualizado: 18/04/2024 23:36
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La guerra del futuro, el futuro de la guerra

El argumento de esta película trata de ser un cuestionamiento ético de la guerra futura, pero la cinta no consigue establecer nada de esto de una manera cinematográficamente creíble

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El mayor Thomas Egan es un piloto de combate que ya no vuela. Ahora pasa doce horas al día en un pequeño cubículo dentro de un tráiler, en una base militar en medio del desierto de Nevada, muy cerca de Las Vegas. Desde ahí conduce, como si fueran juegos de vídeo, operaciones con drones para eliminar objetivos designados en lugares tan remotos como Paquistán, Yemen y Afganistán.

Si la guerra de Viet Nam entró a los hogares americanos, en todo su horror, a través de la televisión, ahora la pequeña pantalla, con sus cámaras ultramodernas, ha entrado en la guerra como una invasora más. Es la matanza teledirigida de bajo riesgo. Es la guerra del futuro que verán en pantalla incluso los involucrados. Solamente que ya ese futuro se acaba de establecer y al parecer, los combatientes no están listos para encarar el futuro de la guerra.

Egan es un paterfamilias, que se siente obligado a cumplir con sus responsabilidades. Ansia volar de nuevo y ruega por ello a sus superiores, ha aceptado este trabajo porque le permite estar cerca de los suyos, evitando el continuo desplazamiento que siempre implica la vida militar. Pero este trabajo parece haberlo convertido en un rumiante existencial. La frialdad de sus ejecuciones lo hace cuestionarse el propósito de su trabajo y esto a su vez lo lleva al alcoholismo, lo cual afecta las relaciones con su mujer y lo hace proclive a irracionales actos de violencia doméstica, aunque lo que golpea y destroza son paredes y espejos.

Good Kill dice estar basada en hechos reales y se ubica en 2010. El argumento trata de convertirse en un cuestionamiento ético de esa guerra futura. Lo hace mediante el intercambio verbal entre los militares que comparten el cubículo, que observan pasivamente los horrores de la guerra y hacen lo que pueden para tranquilizar sus conciencias. Pero la película no consigue establecer nada de esto de una manera cinematográficamente creíble.

Andrew Niccol (Nueva Zelandia, 1964), es un escritor y guionista capaz de lograr filmes muy interesantes. Escribió y dirigió Gattaca y The Lord of War, y es responsable del guión de

TheTruman Show, pero es también el autor y realizador de bodrios tales como S1m0ne y The Host. En este filme trata de mantener cierta aridez narrativa para desarrollar su crítica a la guerra a distancia, por lo que hace uso excesivo de diálogos llenos de frases hechas y grandilocuentes que pueden ser sacadas de las declaraciones oficiales de los militares ante la prensa.

Trata de humanizar a sus personajes presentándolos como simples cumplidores de su deber, pero la profundidad dramática viene dada por argumentos de cartón en los cuales no hay nada novedoso. Nadie parece creer en lo que dice, pero esta falta de convicción, que parece ser a propósito, termina por caricaturizar a los personajes.

Ethan Hawke es un actor que fue una gran promesa (Reality Bites, Before Sunrise, Gattaca), pero a medida que ha avanzado su carrera se ha convertido en cliché de sí mismo y repite los mismos recursos dramáticos y el mismo tipo de personaje (el eterno adolescente frustrado, con pinceladas de existencialista perdedor), no importando las exigencias del rol que interpreta (Before Sunset, The Purge, Boyhood). Siempre parece, o quiere parecer, más inteligente que su personaje. Aquí sigue esa línea.

Para colmo, el personaje del mayor Egan parece construido a base de características extraídas del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales. Está mandado a hacer y solamente tendría vida en una clase de psicología, como ejemplo típico. Pero nadie es típico. Eso también le da pocas posibilidades dramáticas. Se vuelve predecible y nada en su conducta sorprende.

Zoé Kravitz (Divergent), en su papel de la piloto Vera Suárez, cumple con rutina un rol que está creado para por una parte cuestionar la conciencia de Egan y por otra provocar su sexualidad en un momento en que se encuentra en crisis matrimonial. Bruce Greenwood, como el Coronel Jack Johns, superior inmediato de Egan está limitado a repetir, en privado, lo que serían declaraciones para la prensa. January Jones (Full Frontal, Love Actually), no tiene mucho que hacer en el demasiado trillado papel de la esposa militar sufrida, que aguanta estoicamente hasta que llega su límite y que no es más que un comodín para los exabruptos de Egan.

Lo mejor de la película son la fotografía de Amir Mokri (Lord of War, Vantage Point) que logra una tonalidad y unos ángulos que hacen lucir claustrofóbico hasta el desierto de Nevada, y la selección de los temas musicales.

Es una lástima que Niccol haya dejado escapar un buen tema y lo haya envuelto en una letanía de lugares comunes. Lo que resulta es un panfleto con poca energía.

Good Kill (EEUU, 2014). Guión y dirección: Andrew Niccol. Director de Fotografía: Amir Mokri. Con: Ethan Hawke, Bruce Greenwood, January Jones y Zoé Kravitz. De estreno amplio en todas las ciudades americanas.


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