Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Cine Cubano, Arte 7

Mala mala

Verde verde es un pastiche de cine transgresor narrado de forma convencional

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Pineda Barnet (La Habana 1933) lleva más de cincuenta años haciendo cine, pero por lo general, tras su Giselle (1963), que no fue mucho más que un ballet filmado, sus escasos largometrajes se mueven entre los tratados biográficos de teque solemne, como David (1965) sobre la figura de Frank País, Mella (1975) y Aquella larga noche (1979), sobre Lidia y Clodomira, y melodramas cursis y olvidables como Tiempo de amar (1981) y Angelito mío (1998), esta última realizada en Puerto Rico. Su mejor obra, la comedia convencional La Bella del Alhambra (1989), que le valiera el premio Goya de 1990, no es más que una peliculita divertida, grandemente realzada por las buenas actuaciones de Beatriz Valdés y Carlos Cruz, así como por el excelente diseño escenográfico de Derubín Jácome y el trabajo de vestuario rigurosamente ejecutado por Diana Fernández. La antigüedad y la longevidad artísticas no son necesariamente indicadores de calidad ni criterios estéticos. Pineda Barnet lo único que ha hecho es persistir.

Verde verde comienza en el “Palermo Club Bar”. Un antro que más bien parece un circo sin sentido de seres derrotados que miran al vacío. Una forzada sordidez predomina el ambiente en el que se mueven gays, lesbianas, travestis, prostitutas, un baterista con un corte mohicano, dos dominatrices, dos bailarines eróticos (un hombre y una mujer) y un grupo de “amigotes” (como están despectivamente nombrados en los créditos) todos los cuales parecen salir de una mala caricatura de un filme de Fassbinder. El ambiente es berlinesco, nada habanero. La escenografía no sugiere contemporaneidad. Esto puede estar sucediendo ahora o en los años setenta o en la Europa de la postguerra. Entre ellos se pasea una mujer fantasmal, interpretada por Farah Maria con aire de matrona preocupada, que da un toque de cursilería a la secuencia, sobre todo cuando dice: “¿Quién será más fuerte, serás tú, seré yo?”, sin ton ni son.

En este bar se conocen Alfredo, protagonizado por Héctor Noas (La anunciación, Los dioses rotos) y Carlos, interpretado por Carlos Miguel Caballero (El regreso del coyote). Tras intercambiar miradas insinuantes, se toman unos tragos juntos y Alfredo invita a Carlos a ver “una cosa buena” en su apartamento, que queda unos pisos más arriba en el edificio del bar. Al abrir y encender las luces de su piso con vista a una bahía le dice a Carlos: “Welcome to Hell”. A lo que éste le riposta que él pensaba que el infierno estaba allá abajo y Alfredo salomónicamente responde “uno no sabe lo que está arriba o lo que está abajo”. Lo que comienza como una aparente seducción, llena de situaciones equívocas y pedestres diálogos de doble sentido barato, se convierte en una autoseducción. Alfredo se confiesa bisexual y Carlos empieza a luchar con sus demonios internos, trata de reprimir sus inclinaciones homosexuales, termina cediendo a ellas y después, en un rapto de rabia, sintiéndose humillado, asesina y mutila a Alfredo, mientras en su angustia lo sigue besando.

Pineda Barnet trae como gran novedad la vieja teoría freudiana del homosexualismo latente, tan tratada en el cine, inclusive anteriormente en el cine cubano en Fresa y chocolate. El director se molesta cuando en una entrevista reciente el periodista Wilfredo Cancio le pregunta sobre la relación entre estas películas. También se molesta cuando se la compara con Brokeback Mountain. Sin embargo, ambos filmes no solo son muy superiores a Verde verde, sino que exponen su tema como un enfrentamiento directo con la realidad que tocan.

Los personajes de la película se inician como arquetipos y terminan como estereotipos. El bisexual es un hombre de mundo, un enfermero naval que ha viajado extensamente, mientras que el heterosexual se reduce a un machista, que no pasa de ser un técnico en informática con sueños de aviador, con una mentalidad pueril. Uno es comprensivo y liberal, el otro es testarudo y convencional. Esto los hace perder fuerza dramática y además pierden fluidez en su interacción por los diálogos cursis que están obligados a declamar, no es culpa de los actores, que hacen lo mejor que pueden.

Narrada en forma elíptica, en donde se presagian escenas del final. La llamada “Dama Seductora”, protagonizada por Farah María parece aparecérsele a Carlos, con aspecto de ángel agorero, siempre entre brumas, mientras en el fondo se escucha el cantar de una soprano, como una obtusa representación de un edipismo de cartón. Las secuencias se intercalan con dibujos de Rocío García, muy alabados por el director y la critica, pero que son obvios remedos de los trabajos homoeróticos de Touko Laaksonen (Finlandia 1920-91), más conocido como Tom de Finlandia. Además el uso de los dibujos para adelantar o reproducir sucesos de la acción me recordó el montaje utilizado en Juego de masacre, la película de Alain Jessua de 1967, estrenada en Cuba por aquellos años.

En otro momento, desde su ventana a la bahía, los personajes observan “una fiesta de marineros de no sé donde” como la califica Alfredo, en la cual vemos unos rejuegos eróticos entre varios hombres desnudos que parecen una aberración de una secuencia de Pasolini. Es difícil encontrar mucha originalidad en este filme.

La película se estrenó con gran algarabía en Cuba hace unas semanas, en el cine 23 y 12 bajo los auspicios del Cine Club Diferente, que desde hace unos años opera intermitentemente en ese local.

“Es la película más honesta que se ha hecho en todo el cine revolucionario. Es la más revolucionaria. La más valiente… es una película sobre la libertad”, exclamó emocionado el cineasta Tomás Piard (El viajero inmóvil). Mariela Castro añadió: “Es una historia tan antigua llevada a la realidad actual, con una problemática compleja por lo escondida que está… no es un problema local, es un problema mundial”. También el ministro Abel Prieto se deshizo en elogios. El escritor y director Eduardo del Llano no estuvo muy de acuerdo: “Es una película que es más grande por lo que trata de decir que cómo lo dice… yo tendría varios reparos que hacerle”.

Pero Verde verde tampoco es tan “valiente” y “revolucionaria” como parece. Al descontextualizar completamente la trama, ya que sabemos que los personajes son cubanos porque lo dicen una vez, y suponemos que es la bahía de La Habana, pero no hay nada que lo diga, pues parece que con toda intención la iluminación evita toda connotación tropical, Pineda Barnet evita cualquier referente que haga pensar que se trata de la realidad cubana actual y con esto pierde cualquier valor testimonial que pudo haber tenido. Es un escamoteo, en un país en el cual la persecución de la homosexualidad fue hecha asunto de Estado.

Si quiere hacer pensar que al hacer esto universaliza su mensaje, se equivoca. El tema ha sido ya muy tratado en el cine y la literatura. Hasta en el episodio The Outing, de la serie Seinfeld se toca el tema con más gracia y atrevimiento. Aquí lo único novedoso para ser una película cubana es un acto sexual bastante explícito entre los dos protagonistas, pero fuera de eso no hay más nada, solamente apañamiento. A pesar de sus 74 minutos, la película a ratos parece interminable. Todos sabemos a dónde va a parar, no sorprende. Es un pastiche de cine transgresor narrado de forma convencional. Verde verde, que en la película se repite constantemente como “Verde verde da maduro”, es mala mala pero no da nada bueno.



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Héctor Noas y Carlos Miguel Caballero en una escena de “Verde verde”, de Enrique Pineda BarnetFoto

Héctor Noas y Carlos Miguel Caballero en una escena de Verde verde, de Enrique Pineda Barnet.

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Tráiler de la película “Verde verde”, de Enrique Pineda Barnet

“En un bar del puerto, Alfredo, paramédico de navegación mercantil, conoce a Carlos, informático y aspirante a aviador. El navegante invita a Carlos a su hangar en el puerto. Atracción, proceso de seducción y rechazo. La vida se vuelve verde”. Sinopsis de la película Verde verde (ICAIC, Malas compañías SA y Artex, 2011), de Enrique Pineda Barnet  . [barbasalva]

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Maduro

Esther Beltrán, La Habana

06/03/2012

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