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Literatura, Literatura cubana, Santa Clara

Manera de sentir orgullo de ser de aquí

Con un intercambio cultural que se enfrenta y vence en muchos casos agudas carencias, los logros culturales en la provincia de Villa Clara no alcanzan la divulgación necesaria

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Quizás porque no tengamos claro las jerarquías culturales o porque la literatura ha perdido importancia o impacto social, o quizás porque estamos llamados al olvido y esta manifestación sigue obsesionada con testificar pasado y presente, como manera de poetizar sobre el futuro, parecería que la literatura, de tanto arraigo y proyección en la rica historia cultural cubana, pierde cada día visualización en los medios.

Poco llaman la atención los importantes premios nacionales e internacionales que obtienen a menudo los escritores de nuestro territorio, Villa Clara.

Quizás esto sea un fenómeno nacional, pero al vivir en esta región en que la literatura ha dado tanta gloria a su presente, sobre todo después de la década de 1980, es mucho más notable la indiferencia.

Por otra parte, tampoco se destacan en los medios —salvo en los días de la Feria del Libro—, los enjundiosos planes editoriales de los dos sellos que existen en la provincia —Capiro y Sed de Belleza—, pese al sostenimiento y notable crecimiento del catálogo de estas editoriales, no obstante, las carencias materiales y las trabas poligráficas que todos conocemos.

Quizás porque nos parece normal, ya por la costumbre, que una provincia del llamado interior del país, como la nuestra, mantenga dos casas editoriales.

Tampoco llama la atención de los medios las constantes visitas que hacen a nuestro territorio escritores muy notables y reconocidos, quienes llevan a cabo lecturas, conferencias o presentaciones de libros para cuya consecución se trabaja con meticulosidad y responsabilidad.

Así, no resulta de conocimiento público, en la medida que debiera, de que pese a tantas dificultades se sostenga una ciudad —como es el caso de Santa Clara— literariamente activa, con un intercambio que se enfrenta y vence en muchos casos agudas carencias.

Solamente habría que volver atrás para saber cuánto hemos crecido culturalmente en nuestra provincia y a este logro, tan visible como tal vez ningún otro, la literatura villaclareña ha aportado una buena parte.

En la década de 1970 (hace solamente 46 años, poco tiempo para la historia de una región) no solo era muy escaso el público que asistía a las funciones más notables que se ofrecían en el Teatro La Caridad, ni la llamada música clásica o de concierto contaban con público alguno, ni existía una compañía de danza profesional, ni un notable movimiento trovadoresco, sino que además no eran reconocidos los pocos escritores que vivían en el territorio, ni existía una editorial y salvo las publicaciones que Samuel Feijoo realizaba desde la Universidad Central, junto a la emblemática revista Signos, joya de las revistas cubanas, nadie desde aquí podía aspirar a publicar ni a ser reconocido como escritor.

Por eso, para ser justos y estar orgullosos de lo que se ha alcanzado, me hubiera gustado que, a lo largo del recién concluido año, los medios hubiesen visualizado con trazo firme la visita de más de 30 escritores de primer nivel a nuestra provincia, o que se exaltara con más persistencia que, pese a las deficiencias, sostiene esta ciudad una de las más reconocidas editoriales cubanas.

Sería lógico que nuestros escritores protagonizaran de vez en cuando las noticias que desde este territorio se generan, si además de numerosos son sumamente activos en la publicación de libros, tanto en editoriales cubanas como extranjeras y que es difícil se suceda un período corto de tiempo sin que tengamos motivo para festejar la agradable noticia de que alguno de ellos ha alcanzado un premio nacional o internacional relevante.

Me hubiese gustado que en los resúmenes que por estos días se hacen de los logros de la región, todo esto hubiese quedado enaltecido. Más que nada porque son aportes, ganancias sustanciales y reales, como los lauros alcanzados durante el final de año por diversos escritores.

Luis Manuel Pérez Boitel obtuvo el Premio Internacional de Poesía Víctor Pozanco, además de uno de los símbolos de bronce que otorga el grupo El Trascacho en su evento Anochecer Poético. A Mildre Hernández le acaban de otorgar el Premio de la Crítica, con su novela ganadora del Premio Casa de las Américas. Maylén Domínguez ha recibido el Premio de Literatura Hermanos Loynaz. Y el joven poeta Sergio García Zamora, además de obtener el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío, mereció el XXIX Premio Internacional de Poesía Loewe a la Creación Joven, uno de los más importantes certámenes literarios que se organizan en Europa.

También estos son logros por los cuales debemos sentirnos satisfechos y orgullosos. Logros tan meritorios como el cumplimiento de un plan económico o una medalla deportiva, que conllevan sacrificios y renuncias importantes, que son parte de esa historia por la que podemos sentirnos orgullosos de ser de aquí.


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