Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Rudo despertar

Cate Shortland nos brinda un trabajo de dirección firme, contenido, en que deja que la trama nos sobresalte por sí misma con la naturalidad del horror cotidiano y la lógica de la respuesta interior de cada cual

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Aunque precedida de gran aceptación crítica, Lore llegó a las pantallas casi sin previo aviso y pasó mayormente desapercibida en las ciudades en las cuales se ha exhibido. Es una verdadera lástima, porque aparte de ser un filme excelente, toca un aspecto de la II Guerra Mundial ignorado y evitado.

Basada en la novela The Dark Room de Rachel Seiffert, la película toma su título de la abreviatura del nombre de su protagonista, Hannelore, interpretada con introspectiva intensidad por la debutante Saskia Rosendahl.

Presagiando una violencia constantemente acechante, cuya elusiva presencia siempre acompaña a la imagen pero sin dejarse ver, el filme comienza con los padres de Lore destruyendo apresuradamente papeles incriminatorios y matando al perro de la familia. El padre, un oficial de los SS nazis, sabiendo su captura inminente, se despide de su familia, con emoción contenida, sabiendo que nunca los volverá a ver. La madre, tras destruir libros y separar posesiones, le entrega a Lore joyas, juegos de cubiertos y baratijas, para que los cambie por comida y pueda subsistir, junto a su hermana menor, los aún menores mellizos y un hermano recién nacido, el viaje que le instruye hacer a casa de la abuela. Los niños deben arreglárselas para atravesar Alemania de sur a norte, desde la Selva Negra hasta Hamburgo, un recorrido de ochocientos kilómetros, en un país devastado por la guerra, ocupado por cuatro ejércitos invasores y cuyos medios de transporte han dejado de funcionar.

Pero Lore no sabe nada de esto. Educada en las Juventudes Hitlerianas no acaba de entender lo que pasa y su fanatismo inicial le impide admitir que Hitler ha muerto y que Alemania ha perdido la guerra. No tiene otra información que la propaganda recibida por tantos años. Su perfectamente lavado cerebro debe enfrentar una realidad que desconoce. Se lanza a su aventura con esa mezcla de temor y resolución que concede la ignorancia.

En su camino, los niños observan los estragos de la guerra y la desolación del paisaje. Escuchan rumores contradictorios acerca de quiénes son los culpables y las víctimas. Todavía reina la confusión y muchos se aferran a sus ya débiles creencias. A punto de ser atrapadas por un grupo de soldados americanos que les intercepta, son salvados por un misterioso joven un poco mayor que ellos, que se presenta ante los militares como hermano de los muchachos y muestra papeles que lo identifican como judío, acabado de salir de Auschwitz, a la vez que justifica la falta de papeles de los otros. Les dejan pasar a todos y muy a su pesar, continúan su camino juntos.

Lore desprecia al recién venido Thomas por su origen étnico, su educación la condiciona a odiar a todo el que sea judío, pero en este viaje de maduración, Lore se siente atraída sexualmente a él. A medida que descubre los impulsos sexuales de su cuerpo adolescente sufre emociones contradictorias y apenas puede reprimir alguna. Aquí, bajo circunstancias extremas, la lujuria se enfrenta al peso de la consciencia histórica.

Los niños desconfían de Thomas, ya que todos piensan que usa al bebé para obtener comida para si mismo y sobrevivir la marcha. Nadie sabe a dónde se dirige. Thomas es un ser muy ambiguo, capaz de actos de violencia extrema y de gestos de bondad inesperados. Se van quedando sin cosas que vender y los mayorcitos de la familia van entendiendo lo que pasa. Pero en esta peregrinación, en la cual todos parecen pero ninguno termina siendo lo que era, las sorpresas se multiplican con naturalidad. La única certeza es la admonición de Thomas de que hay que evitar a los rusos. Cuando finalmente cada cual toma su camino, Lore es casi una mujer y ha sufrido un despertar radical en sus creencias, actitudes y sentimientos. Hay giros que no adelantaré para no estropear las expectativas del lector. Hay un elemento muy importante en el filme, la directora narra la película manteniendo al espectador al mismo nivel de información de los personajes. Aparte del conocimiento que cada cual tenga de la Historia, la contextualización se da a medida que los hechos suceden. El miedo y la incertidumbre, el horror y la repulsión nos asaltan de la misma manera que lo hacen con los personajes.

Cate Shortland dirigió anteriormente Somersault (2004), una película también sobre maduración y despertar sexual, contada en tono menor pero con gran fuerza emocional y sin dramatismos efectistas. Con su segundo largometraje ha mostrado que sigue por buen camino. Su dirección es firme, contenida, dejando que la trama nos sobresalte por sí misma con la naturalidad del horror cotidiano y la lógica de la respuesta interior de cada cual. No enjuicia, evita estereotipos, llena a sus personajes de ambivalencias y presenta sus aspectos más humanos, tanto en el buen como en el mal sentido. Humanizar no es edulcorar, el odio y los prejuicios son tan humanos como el amor y la comprensión. Shortland ha escrito los guiones de sus dos largometrajes, en este caso con la ayuda de Robin Mukherjee un experimentado y aclamado guionista de la televisión británica.

La película está fotografiada con poco contraste y con planos mayormente cerrados que le otorgan un marcado carácter intimista que acentúa la gesta de los personajes. El tempo de la narración no se apresura ni adelanta sus desenlaces. Su relativa lentitud atrapa al espectador inmerso en la vorágine de las situaciones. El vestuario y la escenografía están cuidadosamente preparados y atentos al detalle.

Cate Shortland (Australia, 1968) ha ganado numerosos premios de dirección por este filme, entre ellos el del Festival de Valladolid (2012) y el del Australian Directors Guild (2012). La debutante Saskia Rosendahl también ha sido reconocida con múltiples galardones por su actuación, incluyendo el de mejor actriz joven que concede el Australian Film Institute y el del Festival de Estocolmo (2012). Las actuaciones son todas sólidas, incluyendo la de Kai-Peter Malina como Thomas y la breve aparición de Ursina Lardi como la madre. Ambos trabajaron en La cinta blanca de Michael Haneke. Lore fue la propuesta de Australia a los óscares. Es ese tipo de película que lo deja a uno pensando mucho después de haber salido del cine, llena de interrogantes y sin respuestas.

Lore (2012). Co-producción entre Australia, Alemania y Gran Bretaña. Dirección: Cate Shortland. Guión: Cate Shortland y Robin Mukherjee, basada en la novela “The Dark Room” de Rachel Seiffert. Director de Fotografía: Adam Arkapaw. Con: Saskia Rosendahl, Kai-Peter Malina, Ursina Lardi, Hans-Jochen Wagner, Nele Trebs, Mika Seidel, André Frid y Eva-Maria Hagen. La película aún se exhibe en algunas ciudades de Estados Unidos y ya se encuentra disponible en DVD.


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