Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Música, Educación, Censura

Turbulencia musical

En todo lo publicado en la Isla sobre el tema Chupi-chupi, salvo en algunas líneas, no se analizan y ni siquiera se consideran las causas verdaderas de lo que con ahínco y ferocidad académica se ataca

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Con demasiada atención, digna de temas más hondos o urgentes, se sigue en Cuba la polémica desatada por las nominaciones a los premios “Lucas”, y la censura posterior, de la canción Chupi-chupi[1] (sonrojo provoca mencionar el título) del joven autor que se autodenomina “La Voz”, Osmani García, aunque su alucinada carta protestando por la censura de la que fue víctima no esté al alcance de lo que se llama “el gran público”.

El periódico Granma, en su edición del 23 de noviembre, publica una muy extensa y sesuda llamada de atención de la musicóloga Dra. María Córdova y, por su parte, el crítico Desiderio Navarro se toma interés suficiente como para recopilar un dossier sobre el caso musical.

Salvo en algunas líneas, de las decenas de páginas escritas y circuladas sobre el tema, no se analizan y ni siquiera se consideran las causas verdaderas de lo que con ahínco y ferocidad académica se ataca hoy.

Estos ejercicios intelectuales no interesan en lo absoluto a los jóvenes amantes de esa música, a los trabajadores que la disfrutan, a los choferes que la divulgan a toda bocina, a los “cuentapropistas” que con ella amenizan sus magros negocios ni a un sector muy considerable del pueblo cubano. No sé si entenderán bien su letra porque la dicción no es plato fuerte de estos músicos “emergentes”.

Hablar de “amor y bondad” —como hace la Dra. Córdova— es, en el contexto de la nación, referencia ilusa a los ángeles, a los arcángeles, a las esferas celestiales y poco tiene que ver con la sensibilidad del cubano de a pie, para los que un “teque” espiritual (por muy bien intencionado que sea) es tan solo prolongación del cansancio insondable y diario. Con demasiados ideales truncos se trató de nutrir a un pueblo hambreado, lo que es imposible. La música no tiene, como arguye la Dra. Córdova, que señalar “un proyecto de vida” o todos seguiríamos entonando las ha mucho censuradas estrofas de “La Internacional”.

La música trata, directa o indirectamente, de sus circunstancias. Y, en la Isla, la realidad es que una parte nada despreciable de la población exhibe un nivel angustioso de ignorancia, de pésima educación, de vulgaridad y grosería, de evasión a través de mostrar la lujuria plena (“mientras más escandalosa, más sabrosa”), del machismo más soez (la mano siempre en la portañuela), de la cosificación de la mujer (y eso que aún no llega el bótox), de las actitudes racistas, de la banalización sexual. Los propios medios masivos de comunicación, totalmente controlados por el Estado, han estimulado, aupado y difundido los infravalores anestésicos que se enaltecen en el Chupi-chupi o en muchas otras “canciones” como la popular Mami, enséñame el pudín. ¿Quién tiene la culpa?

Por decreto se instauraron la igualdad de “razas” y de géneros y la educación universal. Se eliminaron en un papel las posibilidades de expresión de minorías definitorias. El ajiaco salió mal. La educación se metamorfoseó en adoctrinamiento mediocre que, a su vez, desembocó en cinismo crónico.

¿Se puede crucificar sin un tanto de pena a un joven adocenado y ambicioso, analfabeto funcional, endiosado por una apreciación general y desmesurada de su importancia que, además, la mayoría de los jóvenes avala? “La Voz” es solo una víctima lamentable y lastimosa del sistema fallido, una muestra elocuente y sonora hasta la desesperación de la degradación ética general.

Señores: “no se puede pedir peras al olmo”.



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El músico cubano Osmani GarcíaFoto

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