Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Carpentier, Literatura, Música

Un diario que parece un espejo

La publicación del diario que Alejo Carpentier llevó en Caracas, entre 1951 y 1957, es un texto revelador sobre la eliminación posterior, de nombres de compositores exiliados, en la edición cubana de La música en Cuba

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La edición del diario de determinada persona no es empresa fácil, si se quiere hacer bien, y sobre todo si se trata de una figura socialmente muy activa, con menciones de innumerables personas, y lugares a los que es preciso identificar y explicar con notas al margen. Agréguese a eso que Alejo Carpentier escribía un diario casi bilingüe, por las innumerables frases que insertaba en su texto en idioma francés. Afortunadamente lo escribió en maquinilla, y está revisado por el propio autor, que al parecer, pensaba editarlo en algún momento de su vida.

Mención importante pues a su editor, Armando Raggi, y a los que le ayudaron en esta casi detectivesca función de acoplar información sobre las decenas de personas mencionadas, las citas en francés, correspondientes a veces a algún libro o ensayo.

Toda una labor de investigación, para ayudar al lector a situarse y comprender. El diario comienza el 11 de octubre de 1951 y termina el 4 de febrero de 1957, en tiempo transcurrido un poco menos de seis años, para los que necesitó el editor 395 notas.

Otro acierto del trabajo es que Carpentier había tachado partes de determinados párrafos, pero dejándolos legibles. El editor, con muy buen juicio, los ha incluido, pero marcándolos entre líneas verticales, de manera que el lector lo pueda comprender.

Por supuesto, no escribe Carpentier en su diario todos los días, ni lo hace tampoco con la misma regularidad en cada año. Sobre todo en los dos últimos hay menos entradas que en los anteriores, posiblemente por ser más agitada su vida en esos años, en que hay viajes, etc.

Al momento que Carpentier decide su viaje a Venezuela, tiene una actividad radial intensa, escribiendo varios programas; pero no hay tiempo para escribir novelas, que es lo que le interesa. La oferta de Caracas, para trabajar medio día en una agencia de publicidad, le dará el tiempo que necesita para su oficio. Y allí se domicilia en 1945, pero no es hasta años después que comienza su diario.

A su diario le irá contando las peripecias de la escritura, de las novelas Los pasosperdidos y El acoso y otros trabajos que tiene entre manos; los libros que lee y comenta, al igual que la música que escucha y ve; sus contactos personales y por correspondencia con escritores, músicos, amigos, de la talla de Heitor Villa-Lobos, y otros compositores del mundo entero; y siempre, observaciones analíticas interesantes; el diario es su espejo, su psiquiatra: en la página 32, hace el siguiente comentario: “Nunca Cuba estuvo más viviente en mi espíritu —en paisajes, hombres, maneras de hablar— que cuando vivía en París. Así mismo, mi visión de París es mucho más exacta ahora, que estoy en América, que cuando vivía allá”.

Es curioso porque en cierta ocasión le preguntaron al escritor Erich María Remarque, autor de Sin novedad en el frente, relato desde las trincheras en Europa, si había escrito la novela en el frente, y contestó: “No, en el frente, bajo los bombardeos, escribía poesía, la novela la hice al regreso, en el jardín de mi casa”. Los genios coinciden.

En la página 37, escrita en noviembre 18 de 1951, protesta: “Cada éxito logrado en el terreno que me es propio, me hace más intolerable el trabajo de la Publicidad”.

El 26 de noviembre comenta: “Leído un tomo de las Memorias de Pío Baroja, asombrado de tanta mediocridad… parecen las de un tendero amargado que se hubiera pasado medio siglo, frecuentando peñas literarias de Madrid” (p. 40). El 26 de diciembre le hace una confesión importante a su diario: “Hasta El reino de este mundo la escritura me arrastraba: yo no era enteramente dueño de ella. Los pasos perdidos me dieron mis últimas lecciones”.(p. 53). Otro secreto para su diario: “Así mismo me hubiera interesado mucho conocer las famosas cartas eróticas de José Martí, que la admiración absurda, la idolatría de dos de sus biógrafos, tienen ocultas no se sabe dónde”.(p. 57)

Tampoco escapa Rómulo Gallegos. el importante hombre de letras venezolano con su novela sobre Cuba, La brizna de paja en el viento, que califica de horrenda… (p. 72)

Hago aquí una disgresión, y ya verán por qué. Para este mismo medio escribí hace unos meses y bajo el título de Dimes y diretes musicales, una crónica sobre el libro José Ardévol, correspondencia cruzada, y en ella comentaba que con motivo de haber publicado en México en 1946 Carpentier su famoso libro La música en Cuba, que creó un antes y después en la musicografía cubana, el compositor Ardévol le escribe protestando sobre el capítulo XVIII de la obra, titulado “Estado actual de la música cubana” donde se hablaba de los compositores contemporáneos en aquel momento de la música clásica cubana, y en el que Carpentier había dicho: “Julián Orbón es la figura más singular y prometedora de la joven escuela cubana”. Parece que este comentario no fue del agrado de Ardévol, y según él, de otros compositores tampoco.

No hay más detalles de esa polémica, pero en varias partes del diario, Carpentier se sigue refiriendo en términos elogiosos a Orbón, especialmente cuando en Caracas se celebra en 1954 un Festival de Música Latinoamericana al que acuden Ardévol y Edgardo Martín, otro compositor cubano, más Orbón, que es el único cubano que recibe premio (p. 147) Se renueva la polémica, con artículos en periódicos de Cuba, y carta de contestación de Carpentier, copia de la cual se conserva en la Fundación Alejo Carpentier en La Habana, nos informa Raggi en el libro. (p. 148)

El próximo episodio se produce en La Habana, en 1979, cuando se decide, bastante tardíamente, quizás motivado por la polémica existente sobre el famoso capítulo XVIII, publicar el libro, pero suprimiendo dicho capítulo. Dicha edición comienza con un breve “Preludio para el prefacio” firmado por Harold Gramatges con fecha de 1978, donde dice; “Han pasado tres décadas. Y a la mitad del camino ha surgido una Revolución que ha dado señales de una renovación ancha y múltiple anunciadora de una creación superior y distinta. Esta es la razón por la cual esta edición, ligeramente corregida por su autor, se detiene en la trayectoria temporal de las figuras de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla en el momento de sus muertes”. O sea, todo este párrafo, que parece una de las famosas galimatías de Grau, para decir que quitaron el capítulo XVIII.

Seguía otro párrafo parecido, en que se señalaba que habrían “Otros nombres que abrirán el capítulo de un segundo libro que abarque hasta nuestros días… etc.” Pero ese libro no se ha producido, ni escrito por Carpentier, ni por nadie…

Fuera de Cuba se interpretó la supresión del capítulo para hacer desaparecer el nombre de Julián Orbón y quizás también el de Gilberto Valdés que habían abandonado Cuba y por supuesto se señalaba a Carpentier como autor de la eliminación ; pero no hace sentido que para hacerlo, se sacrificara a todos lo demás compositores que resultaron borrados, y lo siguen hasta ahora…

Además, al que lea el diario de Carpentier se le hace difícil pensar que éste aceptara la supresión de Orbón. Mas lógico es pensar que se hizo la supresión como solución salomónica, que duró años en tomarse porque un libro tan importante debió editarse en los primeros años de la Revolución, y no treinta años después. Creo que para eso sirve también este libro, para reconsiderar la responsabilidad o no de Carpentier en el hecho.

Otra de las frases tachadas por Carpentier, pero rescatadas por el editor, es ésta de 1955: “Si nos ponemos a ver, los comunistas de las nuevas hornadas negaron a Kafka, a Stravinski, a Schoenberg, a Berg, a Claudel, a Hindemith… A todo el que inventó algo en este siglo” (p. 163) y en la siguiente, otra también tachada: “El comunismo ruso ha desembocado —artísticamente se entiende— en la peor música, la peor literatura, la peor pintura, la peor arquitectura de la época”.

En fin, que el diario de Carpentier, como todos los diarios, ha resultado indiscreto…

Diario (1951-1957), Alejo Carpentier. Editorial Letras Cubanas 2013.


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