www.cubaencuentro.com Martes, 12 de abril de 2005

 
   
 
Jorge Ferrer: 'Cabrera Infante llevaba el estigma de ser el más importante de los escritores cubanos vivos'
Los escritores Juan Abreu y Jorge Ferrer, y la profesora Dunia Gras, participaron en un homenaje a Cabrera Infante efectuado en Barcelona.
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Un breve pero intenso homenaje recibió la pasada semana el recientemente desaparecido escritor Guillermo Cabrera Infante en la sala de actos del Instituto Catalán de Cooperación Iberoamericana, en su sede de Barcelona, en las voces de la profesora de la Universidad de Barcelona Dunia Gras y de los escritores cubanos Juan Abreu y Jorge Ferrer.

A pesar del consabido color de este tipo de homenajes post mortem, y de la angustia que sufren ponentes y auditorio con el tiempo estipulado para cada exposición, en esta ocasión fue diferente en el salón del ICCI barcelonés. Cabrera Infante hubiera estado gozoso, tal vez un poco ácido, pero interesado por los puntos de vista profundos y diferentes —no todos complacientes con el autor cubano— que allí se vertieron.

Porque, como apuntó Dunia Gras abriendo fuego, Cabrera Infante parece ser muchos en uno mismo, con dos grandes zonas que se separan y complementan: el cine y la literatura, entre las que hay, como un cielo encapotado, el profundo reflejo de una nostalgia que se hace también protagonista, junto con el lenguaje, ese gran actor masculino de las producciones de Caín.

La exposición de la profesora universitaria versó, por tanto, sobre ese extraño aspecto que marcó a la generación de Cabrera Infante, el cine, tal vez la última que no sucumbió ante los nuevos medios, como la televisión, el vídeo y el DVD.

Para la investigadora catalana, la gran obra que entrelaza las dos grandes pasiones del escritor de Gibara ha sido Tres tristes tigres, "literatura en cine, novela del lenguaje". Gras dejó abierta la puerta para el estudio obligado de cuánto hay de guionista en el narrador y cuánta imagen editada reverbera en su palabra.

Jorge Ferrer lanzó un reto diferente al auditorio, una nueva mirada, desde que abrió su texto de esta manera: "Hasta la noche del 21 de febrero pasado, Guillermo Cabrera Infante llevaba el estigma de ser el más importante de los escritores cubanos vivos. Aun cuando ese, digamos, título, no le concedía más honra que la de ser el mascarón de proa de un barco literario muy desnortado, uno que lleva años surcando las procelosas aguas del provincianismo, amenazando con rendirse a las anclas del mercado y una tradición mal entendida, el título no era poca cosa".

Para apoyar su punto de vista, el crítico y narrador afirmó a continuación: "Con Guillermo Cabrera Infante ha muerto el único de los seis escritores cubanos incluidos en la nómina propuesta en El Canon Occidental de Harold Bloom que alcanzó a asomarse al nuevo milenio. También el único de los recogidos en la muy reciente propuesta de "canon cubensis" adelantada, también desde Yale, por Roberto González Echevarría. "Puede parecer una cuestión baladí. Y lo es, de algún modo: de ese modo en que todo es baladí, incluido un listado de escritores".

La noción de que Cabrera Infante, en la neblinosa Londres, no tenía noción, o nunca quiso tenerla, de su lugar en el retablo literario nacional, o que tal vez lo miró sólo con el gesto miope y picaresco que caracterizaba sus desacuerdos, interesó a toda la concurrencia durante el turno de Ferrer.

El escritor apuntó además: "No obstante, más allá de lo que tenga yo o cualquiera de los aquí presentes a favor de una 'literatura nacional', o lo que tengamos 'en contra' de ella, e incluso de cuál sea nuestra idea acerca de la idea de 'canon literario', lo cierto es que estas nociones son perfecta, necesaria y dolorosamente aplicables a Guillermo Cabrera Infante, cuya obra está centrada en una ciudad, un idioma, una jerga y, en forma subsidiaria, en la historia del país donde está enclavada esa ciudad que mitificó y reedificó una y otra vez, hasta la muerte. No, ¡hasta después de su muerte!".

El homenaje sentido y polémico cerró con las evocaciones de Juan Abreu, que desgranó un montón de anécdotas sobre Cabrera Infante y su influencia en los jóvenes escritores de los setenta, quienes buscaban en la sombra las pocas obras del escritor exiliado que lograban entrar a la Isla, y para las que había que anotarse en secretas y largas listas de espera hasta que llegaban al lector.

Abreu coincidió no pocas veces con los ponentes que le antecedieron, y trazó un ágil perfil del agradecimiento que tienen al Premio Cervantes los miembros de la generación del Mariel, sobre todo los "hablaneros", como calificara Cabrera Infante a los nacidos en la ciudad de sus desvelos.

Quedaron, motivando las preguntas finales del público, la relación de Cabrera Infante con Carlos Barral, y una aseveración de Jorge Ferrer, la que apunta que: "GCI podría ser considerado como el último gran escritor de una literatura cubana que ya difícilmente pueda repetirse, una literatura del siglo XX, debida a ese siglo, que en Cuba, en su segunda mitad, fue marcada con el hierro, todavía hiriente, aunque ya apenas candente, de la revolución de 1959".

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