www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de mayo de 2003

 
   
 
Nueva York: Fe de erratas
Yo no hablo con Cuba. Tú no hablas con Cuba. No es Cuba quien prohíbe el consumo de dos estupefacientes divinos: Celia Cruz y el Bacardí.
por ALEXIS ROMAY
 

Cuba no fusiló el 11 de abril a tres negros desesperados (no relean la oración. Escribí "negros"). Cuba no desterró a Padilla, Arenas, Novás Calvo. No es Cuba quien prohíbe el consumo de dos estupefacientes divinos: Celia Cruz y el Bacardí. Cuba no condenó al ostracismo a Raúl Rivero. Mi país no ha encarcelado a casi 80 opositores por cometer la fechoría de respirar en suelo propio. Las recientes
Celia Cruz
Celia Cruz.
ferias literarias de Guadalajara y República Dominicana no han sido dedicadas a Cuba. Cuba no hizo un papelazo en la presentación de la revista Letras libres. José Ramón El Gallego Fernández y la torpe caricatura de canciller que encarna Felipe Pérez Roque no representan a Cuba. No fue mi terruño quien hundió el remolcador 13 de Marzo. Cuba no derribó cuatro avionetas aquel 24 de febrero aciago. No es Cuba quien chantajea a sus ausentes con un permiso de salida. Cuba no sentenció a 20.000 hijos a morir en un continente árido y distante.

Cuba Sí es el nombre de la prisión de máxima seguridad donde cumplió injusta condena el Dr. Oscar Elías Biscet. Cuba sí se batió por la posesión del balserito Elián González. Cuba Libre es un eufemismo, un anhelo, un chiste de mal gusto. Los amigos de Cuba no son tales (no hay amigos de Francia, Estados Unidos, España, Jamaica, Antigua). Cuba es casi 11 millones de esquirlas dolidas y desperdigas por el mundo, a veces en lugares tan ilocalizables como Calgary y Leipzig, o tan inhóspitos como La Habana.

Repeat after me. Yo no llamo a Cuba. Yo no hablo con Cuba. Tú no hablas con Cuba. Él y ella no hablan con Cuba. Llamo y hablo con mi madre, siempre y cuando ETECSA —Estamos Tratando de Establecer Comunicaciones. Sin Apuro— o la Seguridad del Estado lo permiten.

Basta de abusar del nombre de Cuba. Háblese de su sistema político. No condenamos la actitud de Cuba, ese bello nombre aborigen que no es culpable de nada. El régimen y sólo el régimen de la Isla —que es otra rumba— debe cargar con la responsabilidad de su barbarie cotidiana. De hecho, si es preciso abusar del nombre de Cuba, hagamos que el juego sea parejo. Tomemos nosotros —los innombrables, los inquietos apestados, los que no estamos lejos— la potestad de hablar también en nombre de la patria.

Luis XIV, en un perfecto francés, afirmó que él era el Estado. El orate que se repite en la mayor de las Antillas jura que él es la revolución. Perdónenme la arrogancia. Este es mi grano de arena: yo soy Cuba. Y, a diferencia del reciente y apologético Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos, firmado por una intelectualidad simpatizante con el desgobierno, este mensaje mío —entiéndase de Cuba, que soy yo— va dirigido a veleidosos, opositores y fanáticos de la tiranía que destroza suave, casi dulcemente, mi destino, que es el destino de mi tierra:

Practicantes, notables aprendices,
patrones de la idea más sensata,
demiurgos de la euforia timorata,
creadores de nobles cicatrices,

ideólogos de huecas veleidades,
herederos de oscuras latitudes,
desertores de todas las virtudes,
propietarios de nuestras propiedades,

profetas, víctimas, conspiradores,
brillantes y sobrios peninsulares,
insensibles, misóginos, astutos,

corredores de bolsa, pescadores,
multitudes de paso en estos lares:
la farsa empezará en unos minutos.

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