Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Prats, Literatura, Literatura Cubana

Conversar por gusto con José Prats Sariol

“Perder la atracción de fruto prohibido resultará fatal para muchos escritores del exilio y del insilio”

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Ensayista, narrador y profesor, José Prats Sariol (JPS) nació en La Habana en 1946 y desde hace 13 años tuvo que tomar el camino del destierro; primero en México, luego en EEUU, donde reside en la actualidad.

Recientemente JPS ha publicado Leer por gusto (Ed. Pluvia, Houston, Texas, 2016), una selección de los ensayos escritos entre el año 1996 y el relativamente reciente 2014.

Un acercamiento a la obra de Elías Canetti, José Ortega y Gasset o Juan Carlos Onetti, pasando por la de Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, María Zambrano y Juan José Arreola hasta la de Octavio Paz, Frank Kafka y Antonio Benítez Rojo, se hallan entre las 18 piezas de este volumen en el cual, como resulta habitual en JPS, constatamos el ánimo transgresor; esa característica muy suya de proponer a la par que dinamita posturas, sentencias que ya podríamos dar o dábamos por inamovibles. La “acostumbrada tonalidad irrefutable, que tanto molesta —en razón de implícita burla— a los rígidos profesorcitos de doctorados ilegibles, dueños de una tendencia —esa sí irrefutable— a la mediocridad”, afirma JPS en la página 43 de Leer por gusto cuando refrenda ciertas expresiones del ensayista estadounidense Harold Bloom. Como estas observaciones, hallaremos no pocas en este libro en el cual, igualmente, el autor da fe de su honestidad como investigador y crítico.

Así tenemos que una de las virtudes —muy rara, por cierto— de la que goza la obra que nos ocupa, es que en ella encontramos ensayos que van por la senda de la filosofía, la literatura y la sociología, y aun por la de derivaciones que se enmarcan en otras disciplinas de las Humanidades. Y todo, valga la pena aclarar, sustentado por una erudición que —y ahí está una de sus ganancias fundamentales en mi opinión— se halla capacitada para nutrir tanto al alumno aún “verde” como al intelectual, al profesor experto.

El caso de JPS, obseso de la gramática —etimologías, semántica, sintaxis mediante— resulta todavía más singular cuando abordamos su sustanciosa obra como “ficcionador”; o sea, no se dan en abundancia los “científicos literarios”, los pensadores que a la par nos entreguen libros de cuento, novelas de sobrada calidad. En este último género valdría la pena citar la estupenda Mariel, cuya edición definitiva estuvo a cargo de la Editorial Verbum a finales del pasado año.

CUBAENCUENTRO conversó con José Prats Sariol acerca de Leer por gusto así como sobre diferentes aspectos de la realidad cubana de hoy.

Aunque algunos de los textos los escribiste hace poco más de 20 años, los tonos, el estilo se mantienen de uno en otro. ¿Realizaste, digamos, un trabajo de unificación para la edición en libro?

¿Recuerdas, querido Félix Luis, que Borges decía que los textos se entregan, nunca se terminan? Por supuesto, cada ensayo ha experimentado una revisión de estilo para esta ocasión en que los amigos de Pluvia me solicitaron una compilación de ensayos recientes. Aunque han sido publicados en revistas, ninguno aparece en mis libros anteriores.

Me llama la atención que al afirmar “que el divorcio entre autor y obra ha empequeñecido las exégesis” de las creaciones literarias, sugieras “Tal vez que se permitan biografías como tesis de doctorado”. ¿Mantendrías esta propuesta? ¿Crees que algún día podría hacerse realidad?

Hoy algunas universidades permiten tesis interdisciplinarias, donde la investigación biográfica cualifica las valoraciones de las obras. Los análisis intrínsecos solo para lingüistas, han quedado enmarcados en una moda desechada hasta por sus padres, como sucede con Todorov. Salvo algunos anticuarios que mantienen la muerte del autor, lo cierto es que la Escuela de Ginebra y detrás de ella lo mejor de la crítica literaria en 2016, sigamos o no a Harold Bloom —yo lo admiro—, mostramos que la investigación biográfica es tan imprescindible como la del estilo, el contexto social y las recepciones. El texto crítico también es una forma artística, por lo que pocos rechazan hoy la frasecita aquella de “crítica impresionista”, esgrimida por verdaderos verdugos del placer de leer. Siempre la buena crítica exhibe una impresión. Una impresión que sale a conversar, a intercambiar puntos de vista. La formidable revolución técnica en las comunicaciones, cambia la clásica tríada autor-obra-lector. Cursos, informaciones y diálogos online, priorizan la intercomunicación, no para deconstrucciones afrancesadas y criptologías aparencialmente científicas, sino para favorecer el placer de leer.

En el ensayo “Una relectura de Rebelión de las masas” de José Ortega y Gasset, convocas a “saber pensar”, lo cual “no puede ser más pertinente para cualquier mente que aspire a un poco de libertad y más impertinente para los que necesitan” que algún partido político, ideología o “un Señor Presidente con poderes omnímodos, les ahorre razonamientos fenomenológicos”. Mas, si leemos a no pocos analistas de la actualidad, vemos que estos consideran que en América Latina, debido a la idiosincrasia y la falta de instrucción de sus pueblos, este alcance resulta punto menos que imposible. ¿Qué piensas al respecto?

Observa los enormes porcientos de abstencionismo en las elecciones. Es la respuesta al desprecio, a la subestimación, a que se nos trate como oligofrénicos, ignorantes, burros... La suerte es Internet: poco se puede ocultar en 2016. Y el acceso a la red de redes cada vez es más fácil, rápido, eficiente y sobre todo libre. Les debe dar mucha rabia a los manipuladores, sobre todo a dinosaurios como los Castro o pequeños zares como Putin; al igual que a esos críticos literarios que en realidad no son más que “referencistas”, buscadores de datos que hoy cualquiera consigue con tres tecleos en nueve minutos.

En un par de textos de tu libro encontramos esta máxima de Emil Ciorán: “No tengo nacionalidad, el mejor estatus posible para un intelectual”. ¿Sientes como tuya esta afirmación?

La globalización tiende a borrar el romanticismo filosófico, la idea de nación que marcó los siglos anteriores. Hegel y sus discípulos han muerto... Martí fue un adelantado cuando dijo que “patria es humanidad”. En literatura ya se habla por comunidad lingüística, no por países. Se dice “literatura de habla hispana”, “literatura de habla alemana” o “inglesa” o “rusa”. Los exiliados parece que gozamos de esa ventaja, tras sufrir tantas discriminaciones... Parece que el único logro de la revolución cubana ha sido —a un precio espantoso— el exilio, Miami, los casi dos millones de cubanos que abandonamos la Isla. Por eso basta con reírse de aquella frase atribuida al médico Ramón Grau San Martín, de que la cubanidad es amor. Por favor... ¿Amor? ¿Un amor que me quitó mi biblioteca y mi buganvilia, que me sugirió “amigablemente” que me fuera del país? No sé qué es ni la cubanidad ni lo cubano. Quizás el único que se acercó un poco a definirnos fue Virgilio Piñera en La isla en peso. No creo que Cintio Vitier lo supiera en aquellas conferencias teleológicas de “Lo Cubano en la Poesía”. Me río de los que creen saberlo.

En la introducción a Leer por gusto, declaras: “Respeto a los intelectuales militantes, pero desde luego que ese respeto es similar al que profeso hacia los tiburones, hienas y algún cervatillo perdido en el bosque”. De acuerdo: ¿podríamos pensar que esta postura tuya toma en cuenta solo a los “intelectuales militantes”, pero no así a aquellos que profesan un ideario político determinado, sean de donde fuere, vivan donde vivan? Y por otra parte: ¿irrespetas igualmente a quienes, por ejemplo, de una u otra manera “militan” en contra del régimen existente en Cuba?

Si son fanáticos, recalcitrantes, pues claro que no los respeto. Deseo tenerlos lo más lejos posible. No resisto lo obtuso, me parece poco inteligente, como ocurre con las discriminaciones raciales o sexuales, son formas de la estupidez humana. Además, las intolerancias muchas veces son demagogia política o religiosa. Engaños mediáticos. Estafas. Amo la flexibilidad, el epojé fenomenológico, los puntos de vista diferentes que conversan sin ira y sin escupitajos. Suelo ser irrespetuoso, pero casi siempre solo ejerzo tal modo expresivo con extremistas, que por lo general son pedantes, petulantes, pegajosos y peripatéticos.

En “Kafka en Canetti” afirmas sobre estos dos autores: “Los dos estuvieron conscientes de los factores que convierten a los intelectuales en borregos”. Podría decirse que esta idea, con matices más, matices menos, resulta una constante en todo el libro. ¿Para ti un intelectual “borrego” —y vamos a situarnos específicamente en el caso de Cuba— es aquel que “calla y muere”, como diría Martí, o te refieres a los que, si bien sabemos que piensan distinto, aplauden, sonríen, se manifiestan alegremente a favor del régimen?

Tuve miedo al ostracismo y la cárcel, a perjudicar a mi familia... Por eso no critico a las víctimas sino a los victimarios. A los sistemas piramidales que favorecen la represión. Al totalitarismo comunista o fascista, a las dictaduras caudillistas. La hipocresía es pariente del miedo, aunque tiene una raíz inmoral. Y en ese sentido no es que el castrismo favorezca la doble moral, sino que favorece la ausencia de moral, las delaciones y corrupciones.

En “La discípula rebelde” vinculas lo expresado por María Zambrano acerca del silencio que guarda ante cierto comportamiento, digamos político, de su maestro José Ortega y Gasset, para luego advertirnos que callar “guarda una sugerente moraleja para la Cuba actual, en particular para las relaciones entre intelectuales que piensan de diferente modo o que están separados por la empobrecedora dispersión (exilio e insilio) que todavía padece la cultura nacional”. ¿Esto no contradice de cierto modo lo que cito en la pregunta anterior y, sobre todo, no sería un factor de estancamiento para el progreso de la democracia en la Isla?

Kundera asegura que el comunismo se olvida en una noche. Exagera. Quizá necesitemos un fin de semana. El silencio no es la mayor elocuencia. Cicerón estaba equivocado. Salvo que significara miedo a la represión. Heberto Padilla me dijo en Madrid que mientras estuviéramos dentro de Cuba —y yo en 1995 aún lo estaba—, éramos cómplices del Gobierno. Pero en el orden personal, entre familiares y amigos, pasarnos con ficha es decencia, vergüenza. Ahora que en Facebook, Twiter, Linkedin y otras redes suelen exhibirse hasta unas hemorroides, el silencio que recomendaba María Zambrano es un buen remedio contra tanto exhibicionismo desaguacatado.

Llama la atención que en el año 2000 dieras a conocer en La Habana el ensayo, que ahora podemos disfrutar en Leer por gusto, “Una lectura de La rebelión de las masas”, y salieras indemne. ¿Podrías comentar algo al respecto?

La lectura fue en el Centro Cultural Español, que aún funcionaba atendido por la Embajada de España. Ante un público mayoritariamente de jóvenes... Sabía que era la señal de rompimiento definitivo con el régimen. Así que de indemne nada. Pagué el precio y sonreí. Crucé a sentarme en el Malecón y creo que recordé unos versos de “Testamento del pez”, el poema donde Gastón Baquero vislumbra su exilio. Aunque desde mi tesis universitaria en 1971 sobre la revista Orígenes, me tenían como un hereje, incapaz de militar en sus filas y por tanto condenado a no recibir privilegio alguno, Ediciones Unión me devolvió entonces un libro de ensayo que pensaba publicar. Dejaron de invitarme a conferencias y actos públicos, sobre todo en aquellos donde hubiera estudiantes. Y desde luego que recibí “cariñosos” avisos de la Seguridad del Estado, no solo a través de sus agentes encubiertos sino de completo uniforme. Nunca hice ningún viaje fuera de Cuba pagado por el Gobierno, así que siguieron dándome permiso de salida y entrada a través de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba). En un viaje a la universidad de Pittsburg, vía New York, me enteré de quienes habían apostado a que no regresaba. Aquella vez perdieron, como en tantos otros viajes... Casi me había convertido en un “disidente oficial”, jugaba con la cadena, pero no con el mono. Ahora ocurre con muchos, pero entonces éramos dos o tres. Hasta que el 17 de octubre de 2003, considerando la posibilidad de que el régimen me convirtiera en otra víctima de la Primavera Negra, decidí quedarme en México.

Hallamos en “Una lectura de Rebelión de las masas, referido a Ortega y Gasset, que este “nunca confió demasiado en el poder de la palabra, que sabía cuánto de operación ilusoria hay en ella”. ¿Acaso no debemos considerar más bien que “el poder de la palabra” quizá sea el más “poderoso” de los poderes, solo que, precisamente, alguien que lo domine puede utilizarlo para “operaciones ilusorias”?

No estoy seguro, para qué engañarnos... Sartre estaba equivocado. El Poder ejerce varios lenguajes. La palabra es solo parte del sistema represivo. De ahí que debamos impedir cualquier concentración de poder, cualquier forma de autoritarismo que conduzca a las censuras, al desasosiego. La separación de poderes en las democracias, la autonomía de los medios y desde luego que la independencia de los intelectuales, favorecen contener al Poder. Y la palabra ejerce una enorme influencia, claro está. Pero cuando los mecanismos represivos arrancan muelen a la sordina.

En el texto “Snark” das la alarma por la vacuidad que, en lo que se refiere al poema, la reseña literaria, va estableciendo “la trivialización internáutica, la inundación de textos, la vida posmoderna sin tiempo ni objetivo...”. Y sentencias: “Ha aumentado trágicamente la cantidad de disparates por párrafo cuadrado”. Así las cosas, ¿qué te atreverías a vaticinar?

Confío en que la revolución electrónica, al favorecer la intercomunicación, impida que la trivialización avance más. Quizá ya ha llegado al clímax e inicia su curva de perigeo. Estamos aprendiendo, sobre todo los jóvenes, a discriminar en Internet, a que el delete funcione constantemente. Por ejemplo, abro una revista literaria, abro un poema, y si al quinto verso no me gusta, de inmediato huyo. Lo mismo ocurre con la bibliografía indirecta sobre cualquier tópico, aunque todavía perdamos mucho tiempo en separar la paja del millo, la chatarra... Me gustaría un canon más exigente, para ahorrar tiempo. Sin actos caritativos, muchas veces hipócritas, que inundan las redes de basura.

En el ensayo “Repetir nuestro Caribe”, sobre el libro de Antonio Benítez Rojo, afirmas, junto con este autor, que “sí existe una estética caribeña”. Al aseverarlo, ¿te refieres a una estética en el sentido más amplio o solo en lo que concierne a determinados aspectos artísticos y literarios?

La mixtura o constante mestizaje parece un signo que nos singulariza, junto a la provisionalidad que nos otorgan los huracanes. La mezcla indiscriminada y el desarraigo... Benítez Rojo lo fundamenta con lucidez en ese libro imprescindible: La isla que se repite. Muchas veces conversamos en Amherst y en Long Island sobre esos rasgos que al menos nos distinguen de este lado del Atlántico, como antes vieran Fernando Ortiz, Leví Marrero, Lezama Lima...

En “La discípula rebelde” haces notar que “el ideario de Ortega, como el de tantos hombres excepcionales —“Carlos Marx, por ejemplo”— han sido “manipulados”. ¿Podrías explicar brevemente para los lectores de CUBAENCUENTRO al menos las ideas más elementales de Carlos Marx que, a tu juicio, han resultado manipuladas?

Su idea —falsa— de que la lucha de clases es el motor de la historia fue convertida en dogma, produjo decenas de millones de muertos y encarcelados... Ni la historia avanza por una autopista ni es un camión de doble tracción. Tampoco las “leyes” del materialismo histórico y dialéctico fueron concebidas como infalibles, hasta que los manuales de marxismo leninismo las convirtieron en catecismo ateo y ramplón. Marx tuvo escasa luz larga —para seguir con lo del camión—, pero no creo que estuviera de acuerdo con que se le considerara el último de los filósofos, que negara el fin del pensar. Aunque dicen que se bañaba poco. Y también que discriminó a su yerno, el médico santiaguero Pablo Lafargue, porque era mulato. Su idea de organizar una “vanguardia” que condujera al proletariado hacia el comunismo terminó en la nueva clase: la burocracia partidista. Pero no fue totalmente culpable de discípulos como Lenin, Stalin o Mao.

En “Una poética política, más bien ética”, criticas el llamado realismo socialista, el arte subordinado a las “ideas progresistas” y al “iluso Antonio Gramsci y su intelectual orgánico”. Este texto está fechado en 2012. ¿Crees que hoy, aparte del oficialismo cubano y cierto sector “culturoide” de Venezuela, la divisa del “intelectual orgánico” sea esgrimida, manifiestamente, por sectores de la crítica artística de otras regiones de América Latina?

Lamentablemente todavía en círculos universitarios de las mal llamadas ciencias sociales se le rinde pleitesía. Así ocurre aquí en Estados Unidos con la “izquierda de campus”. Tienen fotos del Che Guevara en sus cubículos, son los viudos del 68 que no acaban de jubilarse y se aferran a las protestas de su juventud. Dan pena, pero hacen daño. El solo hecho de que lleven medio siglo sin alterar sus pensamientos indica su pobreza de espíritu, lo mismo ocurre con las clases que imparten: huelen a naftalina. Pobres estudiantes, público cautivo de esos vejestorios orgánicos.

Quienes hemos leído tu obra, podríamos afirmar que el ácido es uno de sus ingredientes fundamentales, solo que este se encuentra agregado a la honestidad, y en no pocas ocasiones al ánimo de desenmascarar imposturas, dobles cara; desenmascarar —te cito—: “Las manipulaciones por omisión, segmentación o tergiversación de las evidencias, suelen abundar en los estudios literarios”. Así, ¿podrías ejemplificar algunos malos ejemplos de la crítica literaria actual y asimismo de los críticos, en Hispanoamérica?

Podría, pero no voy a hacerlo. Muchas veces cuando me preguntan por ciertos autores u obras que considero mediocres, prefiero disfrazarme de ignorante: ¿Quién es? ¿Poeta? Pues no sé, lo he oído nombrar, pero no lo he leído... Casi hasta preferiría elogiarlos a leerlos. Con la crítica literaria hago lo mismo, aunque aún entre las de círculos de amistades (Fina García Marruz sobre su compadre José Lezama Lima) y las críticas académicas (Martí escritor de Andrés Iduarte fue su tesis en Columbia University) aparecen críticas excelentes. Lo peor en ficción y ensayo siempre es el pertinaz asedio de la insignificancia.

También en “Una poética política, más bien ética”, te lamentas de lo que hoy tanto agobia a la mayoría de los escritores cubanos exiliados y asimismo a algunos de los que residen en su país: la carencia de “sus lectores naturales”, toda vez que se encuentran proscritos en la Isla. ¿Cuánto daño te ha producido esta lamentable situación?

Perder la atracción de fruto prohibido resultará fatal para muchos escritores del exilio y del insilio. Ocurrió en España, tras la apertura democrática; en Chile, tras Pinochet; en Rusia y en los países del “campo socialista”... Nada más natural que no existan lectores naturales. Las transgresiones serán otras o se inventarán como ganchos publicitarios, sobre todo para los jóvenes, que no tienen por qué arrastrar hipotecas. Confiar en que ese “paraíso” tendrá más lectores es una ilusión. Recuerda a Balzac: Las ilusiones perdidas. Pero te confieso que me daría un gustazo topar con un lector en Manzanillo que me insultara porque maté a Lila en mi novela homónima. Yo estaría encantado.

¿Alguna otra observación para CUBAENCUENTRO?

Expresar mi gratitud a la publicación y a ti por esta oportunidad de conversar mis ideas. Apenas decirle al hipotético lector que detesto a los que se creen dueños de alguna verdad, así que nunca me detestaré a mí mismo. Tomen mis opiniones como sugerencias a discutir, metas volantes, flechas.


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