Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Literatura

«La literatura cubana está enferma»

Al habla con el poeta y narrador Carlos A. Aguilera, autor del libro 'Teoría del alma china', un recorrido por el China town de La Habana futura.

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¿Cree que hay una demanda definida para la escritura cubana en términos de mercado?

No. La única demanda de mercado que gira sobre Cuba se reduce única y exclusivamente a sus estereotipos, a ese juego cínico entre editoriales europeas y gobierno cubano. Se pueden contar con los dedos de las manos los escritores cubanos que construyendo un tipo de literatura diferente (diferente a los clichés que se importan constantemente a España, diferente al canon político-pastoral que impera en Europa), han podido abrirse espacio en editoriales de prestigio.

Si existiese esa demanda, Lorenzo García Vega, Carlos Victoria, Fernando Villaverde, José Kozer, Reina María Rodríguez u otros estarían ampliamente representados en las estanterías de las mejores librerías de cualquier lugar. Pero no. La mayoría de las veces tienen que irse a editoriales pequeñas, semidesconocidas, oscuras, para poder publicar lo que han ido metabolizando.

Un buen ejemplo de esto sería Reinaldo Arenas. Uno de los grandes escritores cubanos. Tuvo que morir de sida y dejar inéditas sus memorias (que son a la vez una acusación puntual contra Fidel Castro) para que las editoriales españolas incluyeran sus novelas en su catálogo y lo reconocieran. Esto, para no hablar de Guillermo Rosales. Un caso grotesco en verdad. Su escritura y vida, creo, merecerían algo más que un pequeño homenaje.

¿Qué riesgos asume al no sacar a luz la cultura cubana? ¿Cree que hay alguno?

La cultura cubana es una ficción… lo que no quiere decir que sea mentira. Pero es una ficción que se alimenta constantemente de otras ficciones o puestas en escena. El hecho —contradictorio si se quiere— de que en mi libro no aparezca "señalizada" no significa que no esté presente. Por el contrario, quizá está esquizamente representada porque nunca se le nombra, porque ya no importa si los personajes son cubanos, europeos o del medio oeste americano, porque ya no hace falta emblematizar nada para que un modo de pensar esté atravesado por el resto de vida que uno inserta en todo lo que escribe. Y ese resto es lo que hace a un libro complejo. Por desgracia, también, lo que lo banaliza.

Entonces, quizá podamos decir en forma de chiste que Teoría del alma china no es más que un recorrido por el China town de La Habana futura. Esa Habana que será una mezcla de ruinas con ruines, si no lo es ya. Ruinas que por suerte no tienen ni tendrán ningún esplendor, como bien ha escrito recientemente otro escritor cubano.

¿Podría hablarnos de su trabajo en la revista 'Diáspora(s)'?

Diáspora(s) fue el intento de construir un límite, una frontera donde lo político y lo literario "chocaran". Y creo que esto en gran medida se logró (recuerda que estamos hablando de un país donde lo real-político y lo real-literario han sido confinados en los últimos cincuenta años al manicomio, la cárcel o el exilio). El mejor ejemplo es que después de Diáspora(s), que terminó con mi salida de Cuba en 2002, han surgido dentro de la Isla otras revistas inspiradas en ese modelo que nosotros en el año 1997 pusimos a funcionar.

Mi trabajo en la revista se redujo a hacerla. Es decir, pensar cada número, hablar con los traductores, convencer a otros para que nos dieran textos, pasarla a computadora, enamorar a secretarias para que a escondidas de su jefe la fotocopiaran, buscar imágenes y hacer entrevistas, distribuirla… Y por supuesto, todo esto hubiera sido imposible sin Rolando Sánchez Mejías y Pedro Marqués de Armas. A pesar de que alrededor de la revista confluyeron muchas personas, cada número fue —por decirlo de alguna manera— una conversación entre nosotros tres.

Proyectos literarios en los que trabaja actualmente.

Una novela. Una novela sobre cojos, tuertos, sifilíticos, gente con cabeza grande y cabeza chiquitica, santones… Todos buscando su propia alma y monologando entre ellos. Un alma que les será asignada en la medida que logren construir de manera colectiva un gran santuario. Todos coleccionando libros y leyes raciales en medio de un campo lleno de fango… Por cierto, ahora que me doy cuenta, casi parece una novela sobre Cuba y los cubanos, ¿no? Hmmm… mejor terminamos aquí. Creo ya he dicho más de lo que mi paranoia me recomienda decir.


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