Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Música

La música clásica en el siglo XXI: ¿Arte o Espectáculo?

Entrevista a Reynaldo Maceo, Director del Cuarteto Assai

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Otra de las áreas poco exploradas en estudios sobre la diáspora musical cubana es la escena de música clásica. Históricamente se le ha dado un peso innegable a la riqueza y trascendencia de la música popular cubana. Asimismo se ha reconocido la obra de compositores cubanos como Esteban Salas, Ignacio Cervantes, Manuel Saumell, Brindis de Salas y José White, entre muchos otros, que desde el siglo XVIII comenzaron a crear obras ya fueran litúrgicas, de cámara y de bailes de salón derivadas de las tradiciones europeas de música de concierto. Progresivamente esa música fue adquiriendo una peculiaridad criolla como resultado del complejo proceso de apropiación, interacción y trasmutación de lo español y lo africano, que fue conformando “lo cubano” como un espacio cultural nacional distintivo, según fuera codificado por autores como Fernando Ortiz y Lydia Cabrera desde mediados del siglo XX, entre otros.

Trazar líneas de distinción entre lo que se considera clásico y popular en la evolución de la música cubana es un ejercicio en ocasiones fútil y artificial, por el nivel de imbricación y retroalimentación que han tenido dichos ámbitos históricamente. Sin embargo hay momentos distintivos importantes en la evolución de dichos espacios que deben ser considerados. Uno de ellos se ubica a partir del impacto de la creación del sistema de enseñanza artística nacional implantado desde los 70 en la Isla. Dicho sistema tuvo en sus orígenes y desarrollo una marcada influencia de sistemas de educación artística similares de Europa del Este, y al menos en la música contaba con un curriculum de estudios muy riguroso y de altos niveles de exigencia —de 15 años como promedio—, enfocado básicamente hacia la formación de músicos “clásicos”.

Luego de la emigración masiva resultante de la crisis económica de los 90, muchos de estos músicos se reasentaron en distintas latitudes del planeta. Ello nos hace preguntarnos sobre la experiencia de esos músicos cubanos de formación clásica en su trayectoria por el mundo en los últimos veinte años. Tras esa pista nos detenemos en el Cuarteto Assai, un cuarteto de música de cámara radicado en Madrid desde 1995 y compuesto por tres músicos cubanos: los violinistas Reynaldo Maceo, José A. Martínez y Gladys Silot, y el chelista español Joaquín Ruiz. Ellos se han ido forjando un espacio propio en la escena de música de concierto española.

¿Por qué se crea el Cuarteto Assai?

Reynaldo Maceo, Director del Cuarteto Assai, (RM) : En la etapa de recién graduado en nuestra carrera de música, cuando apenas comenzaba nuestra vida profesional, estábamos llenos de ilusión y de ganas de hacer cosas por el arte y por uno mismo. Necesitábamos poner todo aquello que habíamos aprendido, durante 16 años de estudios de mucho sacrificio, rigor y disciplina, en función de una carrera. Toda esta ilusión que teníamos entonces desembocó en la decisión de crear una agrupación de cámara que nos permitiera dedicarnos a hacer aquello por lo que nos habíamos entregado desde la infancia: el placer de hacer música.

El Cuarteto Assai se forma en el año 1995 en Madrid, y su creación se debe a nuestro chelista, Joaquín Ruiz, con quien hemos tocado todos estos años y quien tuvo la iniciativa de reunirnos y plantear este proyecto que todos aceptamos con mucho placer e ilusión. El nombre de nuestro cuarteto, “Assai”, es una palabra en italiano que significa bastante, mucho, más… Por otro lado, es también un término musical que con frecuencia aparece en nuestras partituras orientándonos ó determinando el tiempo de la música a interpretar. Dentro de la música de cámara, se puede decir que el cuarteto de cuerda es el formato para el cual los compositores más han escrito desde el siglo XVIII, y es por ello que nuestro cuarteto goza de un extenso y rico repertorio.

A pesar de llevar 16 años como cuarteto, aún nos queda mucha música por hacer. Hemos pasado por diferentes etapas y todo ello nos ha enseñado mucho, no solamente en el aspecto profesional sino también en el personal. Somos cuatro profesionales amigos con diferentes personalidades y sueños individuales. Por nuestro trabajo tenemos que vernos casi a diario, por lo que hemos aprendido a convivir en armonía el día a día y a aceptarnos. Nuestro cuarteto dio sus primeros pasos en Madrid, ciudad en la que vivimos, y poco a poco hemos podido llevar nuestro trabajo a toda España y a diferentes países de Europa, África o Latinoamérica. Estamos muy contentos con ello y esperamos seguir avanzando en esta dirección.

¿Cómo crees que se refleja la formación académica y profesional de sus integrantes en la labor del Cuarteto?

RM: En un cuarteto de cuerda es fundamental la preparación profesional de sus integrantes, dado que cada músico es a la vez protagonista. Es vital que el material que escojamos para interpretar sea bien preparado con anterioridad. Cada intérprete del cuarteto aporta mucho con su personalidad musical. Esa individualidad enriquece notablemente a la agrupación; cada intérprete tiene su forma de expresar la música a pesar de que en momentos concretos tengamos que mediar para conseguir episodios mas homogéneos.

¿Cómo es el proceso de selección de repertorio del Cuarteto Assai?

RM: No siempre podemos elegir lo que deseamos tocar, en muchas ocasiones esto depende de quien nos contrata ó el contexto en el que se quiere preparar el concierto, ya sea sobre una época determinada ó si se quiere representar alguna corriente artística. También participamos en conciertos sobre la música de un compositor determinado, en los que nos piden estrenar obras. Cuando nosotros elegimos, tenemos en cuenta el tipo de evento que se pretende hacer y el público que suele ir a este tipo de evento.

En un documental que les hiciera recientemente la productora de televisión de la Universidad Juan Pablo CEU, comentas que al Cuarteto le es más afín el período artístico conocido como Romanticismo del siglo XIX. Podrías ampliar sobre esto.

RM: Pienso que a nuestro cuarteto le va muy bien el Romanticismo, y creo que eso está en consonancia con nuestra personalidad musical. Es posible que el hecho de ser mayoritariamente cubanos influya de alguna manera en esto, por nuestro temperamento y lo contrastante que podemos ser en nuestros sentimientos: siendo muy cariñosos y enamorados de una parte, y temperamentales cuando algo no nos gusta de la otra. Eso es un rasgo cultural que influye en nuestra forma de hacer música, el llevar los sentimientos prácticamente a los límites. Otro aspecto a considerar es la música que hemos escuchado en nuestra niñez. Por ejemplo yo, que soy santiaguero, aún conservo recuerdos de mi infancia de escuchar boleros cada día. Crecí con ellos y con sus letras, que son de un romanticismo sublime y que cantan básicamente al amor. Todas estas cosas evidentemente siguen formando parte de nosotros y se reflejan en nuestra forma de hacer música, sin hablar de la alegría que tienen nuestros bailes que es otra cosa que aprendemos desde muy temprano. Pienso que en las creaciones artísticas y musicales del Romanticismo los sentimientos se manifestaban llegando a límites excelsos de tristeza y de alegría, por lo que algo de esta época nos toca de cerca. En nuestra formación crecimos desde muy pequeños de la mano de compositores barrocos como Bach; clásicos como Mozart y Haydn; románticos como Brahms y contemporáneos como Shostakóvich, entre otros, que también forman parte de nuestro universo de referencias musicales. Disfrutamos muchísimo interpretando música de diferentes épocas.

¿Cómo acoge el público europeo la interpretación de música de cámara por un grupo musical mayoritariamente cubano radicado en España?

RM: Pienso que afortunadamente la música en sí misma tiene un poder tal que va por encima de la nacionalidad del intérprete y no hace distinciones. Todo radica en cómo el artista se comunique con el público. En nuestra profesión te encuentras con muchas dificultades e injusticias, pero el momento de estar en el escenario quizás sea una de las cosas más sinceras que nos sucede. En el escenario cada cual se muestra tal como es e interpreta la música tal como la lleva dentro. Nosotros nos sentimos muy a gusto tocando para cualquier público, y la experiencia de acogida que hasta hoy hemos vivido de las audiencias ha sido muy positiva.

¿Cómo ha sido la experiencia de trabajo hacia el interior del Cuarteto?

RM: Grata y enriquecedora. Cada uno de los integrantes hemos vivido circunstancias en nuestras vidas personales que nos han llevado por ejemplo a vivir en diferentes países. Por otro lado hemos realizado nuestros estudios superiores en diferentes escuelas del mundo. Hemos tenido la suerte de que nos une el lenguaje de la música que es algo universal, lo que hace posible que podamos compartir nuestros conocimientos y experiencias y finalmente ponerlos al servicio de la música. En mi experiencia personal los años de estudio que viví en Moscú influyeron notablemente en mi forma de afrontar la música. Tuve la suerte de estudiar en el Conservatorio Tchaikovsky, donde el profesorado estaba compuesto por grandes maestros que nos impregnaban a los estudiantes su amor y seriedad por la música. Aquellos que después de una rigurosa prueba conseguían estudiar en este centro estaban lleno de ilusión de ser grandes intérpretes. Se respiraba un ambiente de pasión por lo que hacías y a la vez esto conllevaba a que te entregaras por completo a un trabajo muy serio y meticuloso con el maestro. Toda esta disciplina te crea una actitud basada en el respeto a la música y a las personas con las que compartes tu trabajo. Te hace valorar positivamente a todos aquellos que tienen rigor hacia la música, tanto a los que comparten este momento conmigo como a aquellos de los que disfruto escuchando.

A pesar de que en nuestro cuarteto los cubanos somos mayoría, nuestro chelista español se ha compenetrado muy bien. No solo se ha familiarizado con nosotros a nivel personal, sino que además ha asimilado nuestra idiosincrasia, humor y forma de ser. De nuestra parte la relación ha sido recíproca. Sabemos que debemos integrarnos en esta sociedad en la que vivimos, por lo que puede decirse que especialmente con él hemos encontrado ese punto medio de comprensión entre las dos culturas a las que pertenecemos.

¿Cómo aprecias la relación entre las escenas de música clásica y comercial?

RM: Durante nuestros años de estudios estuvimos constantemente aprendiendo sobre nuestra profesión, pero desgraciadamente nos mantuvimos muy ajenos al mundo comercial. Una vez graduados, nos enfrentamos a algo desconocido y que en muchos casos puede “detener” el crecimiento artístico profesional.

En el mundo actual se aprecia con frecuencia una filosofía de “sálvense quien pueda”, en el que no siempre vale precisamente quien lo merece sino quien sabe venderse o quien tiene contactos, y esto es algo totalmente ajeno a lo que habíamos aprendido. Esto es simplemente el siglo XXI, en el que los principios y los valores han cambiado. De esta manera funciona en rasgos generales el mundo de la música clásica hoy día. Lo que se vende es mas espectáculo que buena música. No interesa mostrar a un buen músico sino a un “showman” que tenga la capacidad de entretener y hacer pasar un buen rato al público puramente como espectáculo, y donde la música podría pasar a un segundo plano. Desde luego que se puede pasar también un buen rato con buena música, pero al parecer eso es algo que los medios y los managers actuales no valoran como buen producto. Esta situación, de la que podría hablarse mucho, hace que el músico clásico de hoy en día tenga que entrar en dicho juego si quiere abrirse las puertas en el panorama musical. Esto le viene muy bien a “algunos”, pero no así a los que quieren hacer música desde una perspectiva seria y profesional, sin tener que acudir al espectáculo.


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Los miembros el Cuarteto Assai, el chelista Joaquín Ruiz, los violinistas Reynaldo Maceo y Gladys Silot y el violista José A. MartínezFoto

Los miembros el Cuarteto Assai, el chelista Joaquín Ruiz, los violinistas Reynaldo Maceo y Gladys Silot y el violista José A. Martínez. Foto: Pipo Fernández

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