Miércoles, 12 septiembre 2001 Año II. Edición 190 IMAGENES PORTADA
Internacional
El prólogo de una nueva era

Con la ola de atentados en los Estados Unidos, la humanidad ha sido lamentablemente empujada hacia la confrontación.
por REDACCIóN ENCUENTRO  
Rostros
Sobrevivientes del atentado a las Torres Gemelas

Sin contar las víctimas ni evaluar los daños, los atentados coordinados en Nueva York y Washington ya se han inscrito como los más descomunales actos terroristas perpetrados jamás a lo largo de la historia.

En los últimos veinte años, los Estados Unidos han sido objeto constante de ataques de esta índole, pero hasta ahora —con excepción del efectuado precisamente contra las torres del World Trade Center, en 1993— estos ataques habían sido ejecutados contra objetivos militares o diplomáticos en el extranjero.

Durante la administración de Ronald Reagan, 33 personas perecieron en un atentado a la embajada norteamericana en Beirut. En octubre del 83, también en la capital libanesa, terroristas chiítas volaron un cuartel perteneciente a los marines, donde murieron 241 soldados. En 1995 y 1996, tropas americanas en Arabia Saudí sufrieron ataques sorpresivos, que dejaron un saldo de 25 muertos. Fue en esta cobertura donde se mencionó por primera vez el nombre de Osama Bin Laden, el actual enemigo número uno de Washington y principal sospechoso de los últimos crímenes. Laden, un millonario árabe refugiado hoy en Afganistán, fue el autor de las explosiones en las embajadas norteamericanas de Kenia y Tanzania, en las que perecieron 224 personas, entre ellas 12 ciudadanos de la patria de Lincoln. El año pasado, una tropa de Bin Laden perpetró un ataque suicida a un barco de la marina americana en el puerto de Aden, en Yemen. Víctimas: 17 marineros.

Ahora, todos esos atentados, sumados a otros como el derribo de un avión de la Pan American Airlines sobre Lockerbie, Escocia, en el que estuvieron implicados los servicios secretos libaneses y murieron 240 pasajeros, parecen apenas un prólogo de los sucedidos el martes por la mañana en Nueva York y Washington.

En su declaración nocturna, el presidente George W. Bush dijo que se trató de un ataque al mayor valor del país: un ataque a la libertad. "Pero América —concluyó—, no se dejará separar de su camino". Presumiblemente, una mayoría del pueblo norteamericano exigirá venganza, de modo que, al margen de cómo se desarrollen los acontecimientos, y más allá de las medidas y represalias que la Casa Blanca adopte, la humanidad, qué duda cabe, ha dado un paso hacia la confrontación.

El poder de América se ha vuelto en su contra. Su papel en el resto del mundo, que por muchos grupos radicales es observado con creciente odio, la ha convertido en el blanco número uno de las más disímiles organizaciones terroristas. Los símbolos aún en pie de todos los Estados Unidos, homólogos del World Trade Center y del Pentágono, serán las banderas que los terroristas pretenderán derribar en el futuro.


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