Viernes, 19 octubre 2001 Año II. Edición 217 IMAGENES PORTADA
Internacional
Ántrax que anochezca

En el argot del terrorista no hay víctimas colaterales. Todo Occidente es culpable.
por LUIS MANUEL GARCíA Parte 1 / 2
Limpieza
Investigadores contra el ántrax. ¿Una nueva imagen en
el mundo?

Remedando a Reinaldo Arenas, este podría ser el título de la novela epistolar que está publicando por entregas Osama Bin Laden, su organización Al Qaeda, o quien se encuentre tras la invasión de ántrax que tiene aterrada a la población norteamericana y en estado de temor latente al resto de Occidente. Ántrax que anochezca en Occidente y amanezca para el Islam, podría ser el slogan de esta campaña.

Bob Stevens fue la primera víctima. Ya alcanzan la docena los casos reportados. Y pueden ser muchos más en un plazo relativamente breve.

El bioterrorismo, que hasta el momento ha atacado La Florida, New York y Nevada, nos demuestra lo fácil y económico que resulta perpetrar un ataque cuando se plantea una guerra donde no existe ningún distingo entre militares y civiles, entre culpables e inocentes. Para los bioterroristas, Occidente es culpable, por lo que puede celebrarse como baja enemiga la muerte de un senador, de un soldado, de un periodista o de un niño, siempre que resida en suelo enemigo.

Judith Miller, experta en bioterrorismo y periodista del New York Times, ha restado importancia a este modo barato de "sembrar el terror", empleando algunas esporas y un puñado de talco. Pero precisamente en su facilidad y bajo coste se encuentra su pavoroso potencial: no se requieren complejos laboratorios, sofisticados medios de distribución ni tecnología punta. Bastan algunos sobres y sellos o dejar caer un bidón de líquido en la presa que abastezca de agua a una población o reventar un bote de gas en un vagón del metro. Más fácil aún si el terrorista está dispuesto a viajar directo al paraíso, llevándose por delante a un centenar de infieles.

Porque en el argot del terrorista no hay víctimas colaterales. Todo Occidente es culpable.

Estados Unidos, en cambio, deberá jugar con otras reglas si no desea incurrir en la misma barbarie que combate. La Casa Blanca ya ha reconocido algunos errores y víctimas colaterales de sus bombardeos. El último, un depósito de Kabul perteneciente a la Cruz Roja. Y antes que acabe la guerra, serán reportados más, con su saldo de afganos inocentes, víctimas por igual de la venganza estadounidense y la soberbia medieval de los talibanes. Por muy buena vista de que se precien los satélites espías, por muy pavorosamente perfectos que sean los misiles y los bombarderos, siempre habrá un fallo técnico o un error humano que se traduzca en un montón de cadáveres y ruinas.

Al tomar Kabul en 1996, los talibanes cañonearon con saña la ciudad, convirtiéndola en devotas ruinas. Jamás contabilizaron sus víctimas colaterales, quizás porque al enviarlas al cielo con sus obuses bendecidos, les hacían un enorme favor.

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