Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Steve Jobs

Steve Jobs, despedida a un visionario

Alrededor de 11 millones de ciudadanos, casi la totalidad de la población, conciben un ordenador personal como un objeto estrafalario e inalcanzable, pues hasta 2008 la posesión de uno era ilegal

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Steve Jobs falleció el 5 de octubre. La muy lamentable noticia corría por las estaciones de radio y televisión de todo el mundo esa misma noche, y los periódicos se apresuraban a colocarla en su primera página para el día siguiente. En Cuba, no se publicó en ninguna parte. La propaganda política estaba realizando una nueva ofensiva, ante la indiferencia de la población por tantos años de repetición.

Indudablemente para la mayoría de los cubanos, sometidos a la perenne desinformación, Steve Jobs es un desconocido. Alrededor de 11 millones de ciudadanos, casi la totalidad de la población, conciben un ordenador personal como un objeto estrafalario e inalcanzable, pues hasta 2008 la posesión de uno era ilegal, a pesar de que se podía adquirir en el mercado negro. En la década de los noventa, Fidel Castro determinó enviar equipos informáticos a las escuelas para enseñar su utilización a niños y jóvenes, y la creación de clubs juveniles, sin acceso libre a Internet, sobre todo como propaganda para impresionar al mundo. El Comandante también abrió la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI), y se informatizaron los ministerios y otros organismos del Estado, incluso a niveles absurdos, con el resultado de que no es extraño el uso de los equipos para jugar. Además, se realizan reuniones internacionales, donde los cubanos muestran sus programas para Internet.

Se creó una Intranet para personas autorizadas, fundamentalmente en los sectores de cultura, salud pública e investigaciones científicas, con estrecha vigilancia sobre los temas que pueden abordar y sin movimiento en Internet, así como algunas oficinas habilitadas para el intercambio de mensajes electrónicos para ser usadas por la población, fundamentalmente en La Habana. Luego, una de las novedades aperturistas de Raúl Castro fue permitir a los nacionales utilizar las facilidades tecnológicas de los hoteles y la posesión de teléfonos móviles con alto costo en moneda convertible y muy deficiente conectividad. Lógicamente, muy pocas personas utilizan esos servicios para navegar por la web. La mayor parte de la población desconoce las redes sociales o saben qué es un blog.

Mientras los iPods se diseminaron por Cuba, fundamentalmente gracias a los envíos de familiares y amigos residentes en el exterior, los iPads e iPhones son casi desconocidos, por lo que los poseedores de uno de estos dispositivos son considerados de una clase superior. Posiblemente, los seguidores de la esporádica Sección Especial: Informática y Nuevas Tecnologías, del periódico Juventud Rebelde, hayan leído en el artículo del 8 de septiembre: ¿El agosto de las tecnologías?, el acápite “A la Manzana le falta un pedazo”, donde se mencionaban esos artilugios, y Steve Jobs, “ese visionario de la tecnología…un genio que supo lanzar un éxito comercial tras otro en la última década…” Esos escritos recientes parecen destinados a mitigar la ignorancia de los cubanos sobre los avances iniciados en la década de los ochenta y que se han incorporado a la vida cotidiana de miles de millones de personas en el mundo, por lo que en poco tiempo dejan de ser novedosos para convertirse en lugar común. Podría ser también una preparación por el shock que podría ocasionar la instalación de banda ancha de Internet, cuando finalmente se creen las condiciones para la utilización de las posibilidades del cable procedente de Venezuela, y la eventualidad de que no se pueda impedir totalmente el acceso de la población. Pero sobre todo, parecen enfilados a impresionar a la opinión pública extranjera.

Para el Gobierno cubano no resulta fácil publicar la biografía de Steve Jobs, habituado a argumentar que en las sociedades capitalistas, muy especialmente en Estados Unidos, solamente los ricos tienen verdaderas oportunidades. Hijo adoptivo de un maquinista ferroviario y un ama de casa, nacido en 1955, vio su primera computadora a los 12 años, en el “Hewlett-Packard Explorer Club”, donde ingenieros de esa famosa firma enseñaban a los jóvenes sus nuevos productos. En una ocasión en que William Heswlett, presidente de la compañía, ofrecía una charla, Steve le preguntó sobre algunas partes que necesitaba para completar un proyecto de clase. El empresario quedó tan impresionado que se las facilitó y le ofreció realizar prácticas de verano, que luego lo convirtieron en empleado veraniego. En 1972 comenzó estudios en la universidad, que tuvo que abandonar, y se contrató como técnico en Atari Inc, fabricante de videojuegos. En 1976, Hewlett-Packard desestimó su idea junto a Steve Wozniak de producir un ordenador personal por considerarla ridícula. Entonces ambos laboraron en el garaje de la casa y fundaron Apple Computer Company. Con ese equipo Jobs comenzó su revolución. Cuando cumplió 27 años, en 1982, era el millonario más joven. Al fallecer, dejó 317 patentes en el Registro de Estados Unidos, era el máximo accionista individual de The Walt Disney Company, y Apple había sobrepasado a Exxon como la empresa de mayor capitalización en el mundo.

Lamentablemente, en 2004 se le diagnosticó cáncer de páncreas y en 2009 se sometió a un trasplante de hígado. A pesar de su delicada salud, pronto volvía al trabajo. Pero en agosto pasado tuvo que abandonar definitivamente su responsabilidad como director ejecutivo de Apple. Resulta muy instructivo su ya famoso decálogo, en el discurso a los graduados del curso de 2005 de la Universidad de Stanford, a partir de su lema: “Piensa distinto”. En esa ocasión se refirió a su enfermedad y demostró su valor y entereza al decir: “La muerte es posiblemente el mejor invento de la vida. Es el agente de cambio de la vida.”

Sus recomendaciones merecen ser ampliamente publicadas en Cuba, pero seguramente será imposible, ya que son la antítesis de lo permitido a nuestros ciudadanos: el trabajo en grupo, no temer el fracaso, estar consciente de que el tiempo es limitado, por lo que no debe malgastarse viviendo la vida de otro —atrapado en el dogma—, exigir mucho de uno y de los demás, rodearse de las personas más talentosas para hacer el equipo de trabajo, todo es posible mediante la labor esforzada, la determinación y el sentido de futuro.

Al recordar a este genio extraordinario, pensamos en los talentos perdidos en Cuba debido a las persecuciones políticas y religiosas, la intolerancia de género o de opinión, y la prohibición del libre acceso a los conocimientos, la información e Internet, incluso la carencia de equipos, como los ordenadores personales. Tantos cubanos nunca habrían podido utilizar un garaje para innovar y tantos han sido llevados a prisión o fallecido en las aguas del estrecho de la Florida.

Las invenciones y las enseñanzas de Steve Jobs continuarán influyendo en el desarrollo universal. Él ha pasado a la inmortalidad como uno de los grandes genios de la humanidad.


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