Actualizado: 28/03/2024 20:07
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EEUU, Elecciones, Trump, Clinton

Trump o Clinton, ¿qué país viene después?

Estados Unidos vive un enfrentamiento ideológico en un país profundamente dividido

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A solo cuatro días del fin del mundo los votantes alimentaban su ira y su temor, los insultos proliferaban en todas las ciudades mientras los más decididos se ocupaban de arrancar los carteles electorales del otro candidato en los jardines del vecino. No habían comenzado aún los linchamientos y batallas que empezaron quince días después en la frontera sur, por Arizona, y del oeste en California (los chinos habían decidido al fin invadir el país a ver si les pagaban); de nuevo luchaba el Norte contra el Sur, pero ahora era peor, porque en esta ocasión también luchaba el Este contra el Oeste; y Hialeah contra West Palm Beach. FOX literalmente se alzó en armas contra MSNBC, que se defendía con bombitas de peste por aquello de llevarle la contraria a la Asociación del Rifle, mientras CNN reportaba las batallas siempre acorde con la preferencia popular para sacar su buena lasca de los ratings.

Eran los días previos al inicio de la caída del imperio americano. Caída que al fin y al cabo nunca sucedió debido a la intervención patriótica del Capitán América y sus doce amigos, los mutantes.

Cualquier día vemos esa película en la tele o en el cine; en forma de episodio o de franquicia, pero la que sí vamos a ver en vivo y en directo es la de este país a partir del próximo martes ocho.

Las encuestas no pueden estar más tensas y pegadas. Las investigaciones del FBI –– como que introducidas en escena por un súper productor–– le han traído al drama electoral la sal que ya le sobraba para que el affaire Clinton-Trump nos mantuviera en ascuas hasta el mismísimo final. Pero ¿después qué?

Decir que todo seguirá igual es cómodo, que este país seguirá siendo tan grande y poderoso como siempre es reconfortante, como el jugo de naranjas y las hojuelas de maíz en el desayuno americano. Pero no hay que ser Edward Gibbon[1] para olerse que algo va a cambiar, porque sencillamente algo ya ha cambiado en el cuerpo y espíritu de América, y no es claro que resulte para bien.

Es la ideologización. Porque lo que estamos viendo en estas elecciones no es el choque de dos partidos o dos candidatos para instrumentar políticas puntuales y pragmáticas; lo que vemos, después de muchísimos años de gestación ideológica en los vientres de la América liberal, multicultural, racista y populista, es el primer gran enfrentamiento público para decidir cuál será la esencia de los Estados Unidos de América en el siglo XXI. Clinton lo dijo claramente el 16 de Septiembre: “Los próximos 53 días darán forma a los próximos 50 años”[2]. No fueron “los próximos años de mi presidencia”, sino “los próximos 50 años”. Y el talante de Trump es semejante, quiere “Hacer a América Grande Otra Vez”. El magnate no busca gobernar simplemente “mejor” dentro de la tradicional alternancia política entre partidos republicano y demócrata; Trump también quiere cambiar la faz de América. Su esencia y su comportamiento.

Es un enfrentamiento ideológico en un país profundamente dividido. Y cualquiera que resulte electo querrá llevar a cabo sus radicales políticas para hacer de Estados Unidos de América un nuevo país ––a imagen y semejanza de su particular ideología y de la del pueblo que lo apoya–– en contra de la otra mitad de la nación americana. Ni Trump ni Clinton, si son consecuentes con sus presupuestos ideológicos, pueden resultar ser un presidente “de todos los americanos”. Hay quien dice que los cuatro años que vienen ––sobre todo si sale Trump–– serán muy entretenidos. Pero hay quienes tienen el temor de que sean muy dolorosos. Dolor del malo.



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