Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Ataúdes, Escasez, Venezuela

La escasez obliga a ataúdes de cartón en Venezuela

No solo a los bebés venezolanos los colocan en cajas de cartón: también a los muertos

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La precariedad se ha arraigado en Venezuela. Las erradas medidas económicas del Gobierno de Maduro y la caída de los precios del petróleo han profundizado la crisis, informa el diario español El País.

Los pronósticos son desalentadores. El Fondo Monetario Internacional ha estimado que el país sudamericano podría cerrar este año con una inflación del 720 %, mientras continúa una dependencia del crudo y la importación de productos.

Pero al drama económico sobreviene el social. Las cajas no solo suplen el déficit de incubadoras en hospitales. Muchas familias apelan a enterrar a sus muertos en urnas de cartón ante el alto costo de las fabricadas con madera o latón.

En la ciudad de Barquisimeto, en el estado de Lara (centro occidente de Venezuela), ha surgido la iniciativa de fabricar ataúdes de cartón.

“Ahorita morirse empobrece mucho. El biocofre es económico y accesible a los venezolanos que hoy no tienen dinero para enfrentar ese momento”, comenta Elio Ángulo, el diseñador de la urna.

“La muerte está también por la nubes”, informaba lapatilla.com el 12 de agosto de este año.

Los venezolanos pasan trabajo para resolver la vida diaria, pero también para sobrellevar la muerte. El alto costo y la escasez de materiales complican la adquisición de ataúdes, por lo que se están fabricando de tablones baratos y hasta de cartón, informa AFP.

Muchos dolientes hacen malabares frente a los gastos de un funeral: se prefiere la cremación a la sepultura para no pagar fosa en el cementerio, el velorio se ha reducido de 24 a ocho, cuatro o dos horas, algunos contratan sólo el “servicio directo” al crematorio o al panteón y hay quienes alquilan los féretros únicamente para la vela.

Hace un mes murió el hermano de Miriam Navarro, una humilde ama de casa de 66 años. “Me sentí desplomada. No tenía el rialero que pedía la funeraria. Si no hubiera sido por la comunidad, lo hubiera tenido que enterrar en el patio”, dice a AFP en su casa a medio terminar en un barrio de Maracay, 105 km al suroeste de Caracas.

Con lo que recolectaron sus vecinos, Miriam compró uno de los ataúdes que fabrica, a pocas calles de su vivienda, el carpintero Ronald Martínez con cartón piedra y MDF, un material comprimido de aserrín y resina mucho más barato que la madera.

Ante estas dificultades del último adiós, Angulo, un emprendedor de Barquisimeto (365 km al suroeste de la capital), apuesta por el “biocofre”, una urna de cartón corrugado, 70 % de producto reciclado.

“Tiene los dos ecos: ecológico y económico. Es para la cremación, pero también puede usarse en inhumación. Nuestra propuesta trae soluciones en un país en crisis”, declara a AFP Angulo, quien dice tener solicitudes de varias ciudades, y también de Colombia y Ecuador.

En un país donde el ingreso mínimo mensual es de 33.000 bolívares (50 dólares a la tasa oficial más alta), los costos de los servicios funerarios preocupan a una población asfixiada por la escasez de alimentos y la inflación más alta del mundo (oficialmente 180,9 % en 2015, proyectada a 720 % para 2016 por el FMI).

Martínez montó su funeraria hace cinco años, pero hace dos debió ponerse a fabricar los féretros porque “no se conseguían” ante la falta de metal para elaborar los de latón, los más usados en Venezuela ante el alto costo de la madera.

Empezaba a recrudecer la crisis que el presidente Nicolás Maduro atribuye a una “guerra económica” de empresarios y al desplome de los precios del petróleo, que provocó una estrepitosa caída de las importaciones y la producción.

Unas 30 fábricas de urnas del país requieren 450 toneladas de latón mensualmente, pero el suministro de la estatizada Industria Siderúrgica ha sido irregular.

“Un mes solo entregó 60 toneladas. Hemos tenido que recurrir a mercados secundarios y eso encarece los costos”, según Juan Carlos Fernández, directivo de la Cámara Nacional de Empresas Funerarias.

Recostado en un ataúd aún sin pintar, Martínez, de 40 años, recuerda, en medio del trajín de su taller, que hace cinco años una urna valía 720 bolívares, lo que hoy cuesta una barra de pan.

Martínez comenta que hay difuntos que deben esperar horas mientras la familia recolecta dinero, como le ocurrió a Miriam

“Un servicio funerario costaba 4.500 bolívares, y ahora el más económico 280.000, pero puede llegar a 400.000 y 600.000. Es más caro morirse que estar vivo”, manifiesta.


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